2 Reyes 17:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Motivos por los que fue destruido el reino de las diez tribus. 1. Fue Jehová quien los quitó de delante de su rostro (v. 2Re 17:18). Él fue quien trajo sobre ellos la calamidad, pues Asiria fue únicamente el báculo de su furor (Isa 10:5). ¿Por qué trajo Dios la ruina sobre un pueblo suscitado y acrecentado mediante milagros y oráculos, como era Israel? ¿Fue puramente un acto de la soberanía de Dios? No, fue un acto de necesaria justicia, puesto que le provocaron con sus maldades y ellos mismos atrajeron sobre sí la ruina mediante sus desobediencias (vv. 2Re 17:14-17). Los minuciosos detalles de sus abominaciones se ponen aquí para que Dios quede justificado, veraz, y todo hombre mentiroso (Rom 3:4).

I. Lo que había hecho Dios por Israel a fin de comprometerle a que le sirvieran. 1. Les dio la libertad (v. 2Re 17:7). Así quedaban obligados a ser sus siervos por gratitud, ya que les había soltado las cadenas. El que los había rescatado de la mano del rey de Egipto, ¿acaso los habría entregado en manos del rey de Asiria si no hubiesen profanado ellos su libertad y se hubiesen vendido a sí mismos? 2. Les dio su Ley para ser Él mismo su rey, por lo que no podían alegar ignorancia del bien y el mal, del pecado y el deber. 3. Les dio el país, después de expulsar a las naciones de delante de ellos (v. 2Re 17:8) para hacerles sitio; al expulsar las naciones a causa de sus idolatrías, les hacía la mejor advertencia posible para que ellos no incurriesen en la misma maldad.

II. Lo que habían hecho ellos contra Dios, a pesar de la forma en que Dios se había portado con ellos. 1. Pecaron contra Jehová su Dios (v. 2Re 17:7), maquinaron cosas no rectas contra Jehová su Dios (v. 2Re 17:9), se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová (v. 2Re 17:17), es decir, se ofrecieron totalmente al pecado, como los esclavos que entregan todo su servicio al amo que los compró, y, al persistir obstinadamente en el pecado, de tal manera endurecieron su corazón que, al final, llegó a resultar moralmente imposible el que se recuperaran. Aunque eran culpables de muchas inmoralidades y habían quebrantado todos los mandamientos de ambas tablas del Decálogo, lo único que aquí se especifica es su idolatría. Éste fue el pecado que los arruinó, pues es, entre todos los pecados, el que más provoca a Dios, porque equivalía al adulterio espiritual, del que se derivan todas las demás iniquidades. Reverenciaron a otros dioses (v. 2Re 17:7), esto es, los adoraron y les prestaron homenaje como si temiesen desagradarles. Se edificaron lugares altos en todas sus ciudades (v. 2Re 17:9); donde no había torre de vigía, lo hacían sobre la muralla. Levantaban también estatuas e imágenes de Astarté (v. 2Re 17:10) sobre los collados y bajo los árboles. Servían a los ídolos (v. 2Re 17:12), obra de manos humanas, quemaban incienso en los lugares altos (v. 2Re 17:11), honor que sólo el Dios verdadero se merece. Como si fuesen poco los dos becerros de oro, todavía adoraron al sol, la luna y las estrellas («todo el ejército de los cielos» v. 2Re 17:16 ), y usaron adivinaciones y agüeros (v. 2Re 17:17) a fin de recibir instrucciones de los dioses.

III. Los medios que Dios usó en vano para retirarlos de su idolatría. Aunque ellos habían abandonado a la familia de Dios que eran los sacerdotes, Él no les dejó sin profetas, quienes en todo tiempo se preocuparon, también en vano, por enseñarles el verdadero conocimiento del verdadero Dios (v. 2Re 17:14).

IV. Cómo los castigó Dios por sus pecados. Se airó en gran manera contra Israel (v. 2Re 17:18), los desechó, los afligió y los entregó en manos de saqueadores (v. 2Re 17:20), tanto en los días de los Jueces y Saúl, como después en la mayoría de los reinados de los reyes, para ver si así despertaban de su letargo mediante los juicios de Dios y se ponían a considerar y enmendar sus caminos; pero, al no ser estas correcciones suficientes para hacerles salir de su insensatez, Dios, como primera medida fuerte separó a Israel de la casa de David (v. 2Re 17:21), bajo la que habrían podido ser felices.

V. Finalmente, en medio de todo esto, hay una queja contra Judá (v. 2Re 17:19): «Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios». Aunque todavía no eran tan malos como Israel, estaban infectados del mal de Israel.

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