2 Reyes 20:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El historiador, después de mostrarnos al blasfemo Senaquerib destruido en medio de los más ambicionados proyectos de su vida, nos muestra ahora al piadoso Ezequías libre, mediante su oración, de sus más profundos temores de la muerte.

I. Enfermedad de Ezequías. «En aquellos días» (v. 2Re 20:1) es una vaga indicación cronológica. Los vv. 2Re 20:6, 2Re 20:12, etc., muestran que se trata de un hecho anterior a la campaña de Senaquerib, narrada en los dos caps. anteriores; quizá, muy poco antes de que empezase dicha campaña. No se nos dice que clase de enfermedad fue, pero los indicios son de llaga o úlcera tropical (v. 2Re 20:7). ¿Sería la misma que, poco después, acabó con el ejército asirio? Lo cierto es que la enfermedad era de suyo mortal.

II. Aviso de que se prepare a morir. Le es llevado por medio de Isaías. El profeta dice: 1. Que su enfermedad es mortal y, a no ser que se recupere por milagro de misericordia, ciertamente morirá (v. 2Re 20:1): «Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás». He aquí un caso de paralelismo antitético, que se repite en el v. 2Re 20:15. 2. Que por tanto, se prepare para morir; esto es lo que indica la frase: «Ordena tu casa» (comp. con 2Sa 17:23). «Ordenar la casa» implica hacer testamento, disponer de la hacienda, dejar los asuntos pendientes en la mejor postura posible, etc. Pero más importante que eso es poner en orden el corazón por medio de renovados actos de arrepentimiento, fe, resignación en la voluntad de Dios, alegres adioses a este mundo y bienvenidas al otro mundo.

III. Su oración ante este aviso (v. 2Re 20:2): «Oró a Jehová.» ¿Está alguno enfermo? Que oren por él, que oren con él, que ore también él (v. Stg 5:14-16). Ezequías sabía que las oraciones con fe traían respuestas de paz. Ahora recibía él la sentencia de muerte dentro de sí pero si era reversible, había de serlo por medio de la oración. Por otra parte, si era irreversible, la oración había de ser una de las mejores preparaciones para la muerte, porque por ella se obtiene de Dios la fuerza y la gracia que nos capacitan para terminar bien (comp. Heb 5:7).

1. Las circunstancias de esta oración. (A) «Volvió su rostro a la pared», según estaba acostado en su lecho. Quizá lo hizo para hacerlo más en secreto y concentrarse mejor, ya que no podía retirarse a la cámara especial donde solía orar, ni a la casa de Dios. O, según opinan otros, para volver el rostro en dirección al templo y mostrar así cómo habría deseado estar allí, según lo hizo en 2Re 19:1, 2Re 19:14, si hubiese podido. (B) «Lloró con gran llanto» (v. 2Re 20:3). Se deduce de aquí que se resistía a morir. Es natural en el hombre el temor a la separación tremenda que la muerte efectúa entre los dos elementos integrantes de la persona: el cuerpo y el alma. Pero había algo especial en el caso de Ezequías: estaba empeñado en su estupenda obra de reforma y temía que, si él se moría, se volviese el pueblo a las andadas por su persistente y ya añeja corrupción. Que la oración de Ezequías sea el mejor intérprete de sus lágrimas, y en ella no hallaremos nada que nos insinúe en él cobardía o tormento de esclavitud bajo la muerte.

2. La oración misma: «Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y, o consérvame la vida para continuar andando de la misma manera, o, si ya está mi obra acabada, recíbeme en la gloria que tienes preparada para los que así han andado» (v. 2Re 20:3). Ezequías no dice: «Sálvame a toda costa», ni «Llévame, si ésta es tu voluntad», sino «Te ruego que hagas memoria, etc.» A la vista de lo que sucedió después (vv. 2Re 20:12-19), es probable que Dios, en su omnisciencia, quisiera preservar a Ezequías de cometer ese pecado, por lo que la decisión de llevárselo era buena, pero ante la insistencia y el gran llanto de Ezequías, Dios resolvió alargarle la vida a pesar de lo que había de sucederle después.

IV. La respuesta que Dios dio inmediatamente a la oración de Ezequías. Aún no había llegado el profeta hasta la mitad del patio (v. 2Re 20:4) cuando Dios le hizo volver con otro mensaje para Ezequías: mensaje de curación (v. 2Re 20:5). De no haber orado Ezequías de aquel modo, Dios no le habría alargado la vida. Dios llama aquí a Ezequías príncipe de mi pueblo (v. 2Re 20:5), dándole a entender que le conservaría la vida en atención a su pueblo. Se llama a sí mismo el Dios de David tu padre, para darle a entender que va a concederle prórroga en atención al pacto hecho con David. En esta respuesta: 1. Dios manifiesta haber escuchado lo que le ha pedido: Ezequías le había rogado que se acordase de su integridad, pero Dios le promete aquí: (A) Restaurarle la salud: «He aquí que yo te sano». (B) Restaurársela de una forma tan rápida que al tercer día subirá a la casa de Jehová para darle gracias. (C) Va a alargarle la vida quince años. (D) Va a librarle a él y a Jerusalén de manos del rey de Asiria (v. 2Re 20:6). Esto era lo que más deseaba Ezequías, al par que su recuperación, y por eso se le repite aquí la promesa de ello.

V. Los medios que se usaron para curarle (v. 2Re 20:7). Isaías fue su médico. Ordenó un remedio exterior muy barato y de fácil aplicación: Una masa de higos, emplasto sobre la llaga para que por allí saliese el mal. Esto nos enseña que, cuando estemos enfermos, hemos de hacer uso de los remedios que son apropiados para ayudar a la naturaleza; de no hacerlo así, demostramos que no confiamos en Dios, sino que le estamos tentando. Las medicinas convenientes no han de ser menospreciadas, pues Dios mismo ha creado muchas para beneficio de la humanidad.

VI. La señal que le fue dada para robustecer su fe. 1. Ezequías pidió una señal, no por desconfiar de Dios, sino porque se trataba de algo extraordinario y digno de ser confirmado. Su pensamiento no estaba puesto en subir al trono, sino en subir a la casa de Jehová al tercer día (v. 2Re 20:8). El objetivo principal de nuestra vida es servir a Dios. 2. Se le dio a elegir entre el avance o el retroceso del sol y, como el retroceso es mucho más difícil, escogió esto último. Y así le fue hecho (v. 2Re 20:11). En el reloj de sol de Ajaz (ya fuese un reloj corriente o una especie de obelisco), la sombra retrocedió diez grados. 2Cr 32:31 e Isa 38:8 dan a entender que se trató de un fenómeno localizado, por lo que no puede hablarse de un retroceso en el movimiento de rotación de la tierra, lo cual habría afectado a todo el orbe; bastaba con una simple refracción de los rayos solares.

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