2 Reyes 2:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los años en que Elías ejerció su ministerio, como ocurre con los de muchos otros grandes hombres de la Biblia, no aparecen fechados; no se nos dice su edad, ni en qué año del reinado de Acab se presentó en público por primera vez, ni en qué año del reinado de Joram desapareció; por lo que no podemos conjeturar el tiempo en que floreció; se supone que duró unos veinte años en total.

I. Dios había resuelto trasladarlo al cielo en un torbellino (v. 2Re 2:1). No nos compete a nosotros decir por qué quiso Dios conferir este honor a Elías con preferencia a otros profetas, pues fue «hombre de pasiones semejantes a las nuestras» (Stg 5:17, lit.), conoció el pecado, pero no gustó la muerte (al contrario que nuestro Salvador). Pero podemos suponer que con ello:

1. Dios quiso recompensarle por sus pasados servicios, que fueron muchos, eminentes y extraordinarios, ya que animó al mismo tiempo a los «hijos de los profetas» a seguir las huellas de su celo y fidelidad y dar testimonio contra las corrupciones de la época en que vivieron.

2. Dios tuvo en cuenta el miserable estado del pueblo escogido, dado a la sazón a las cosas de este mundo, ofreciéndoles con el traslado de Elías una prueba muy tangible de la otra vida y atrayendo el corazón del remanente fiel (los 7.000 que no habían doblado la rodilla ante Baal) hacia las cosas del cielo y de la otra vida.

3. Dios apuntaba hacia la dispensación del Evangelio, y en dicha traslación nos ofrecía un tipo y figura de la ascensión de Cristo y de la apertura del reino de los cielos a todos los creyentes. Por medio de la fe y de la oración, Elías había mantenido gran comunión con el cielo, y es trasladado ahora allá para asegurarnos de que, si nuestra ciudadanía está en los cielos, en breve estaremos allí, aunque estemos ahora en la tierra.

II. Eliseo había resuelto seguir a Elías y no abandonarle por todo el tiempo que éste continuase en la tierra. Parece ser que Elías quería quitárselo de encima y que se hubiese quedado en Guilgal, en Betel, en Jericó (vv. 2Re 2:2, 2Re 2:4, 2Re 2:6). Opinan algunos que por humildad; sabía la gloria que Dios le tenía destinada, pero no quería gloriarse en ella. En vano trata Elías de conseguir que se quede allí o aquí; ha resuelto no quedarse en ninguna parte detrás de su maestro hasta que éste ascienda al cielo y no tenga él otro remedio que quedarse en la tierra: «Pase lo que pase, no te dejaré» (vv. 2Re 2:2, 2Re 2:4, 2Re 2:6); ¿por qué? 1. Porque deseaba ser edificado con su santa compañía todo el tiempo que permaneciese en este mundo. 2. Porque deseaba quedar satisfecho en cuanto a la partida de su maestro, viéndole cuando fuese trasladado, para que su fe fuese robustecida y su familiaridad con las cosas celestiales fuese incrementada.

III. Elías, antes de su partida, visitó las escuelas de los profetas y se despidió de ellos. Parece ser que había escuelas de profetas en muchas ciudades de Israel, con toda probabilidad, incluso en Samaria. Aquí hallamos los «hijos (es decir, discípulos) de los profetas» en número considerable, aun en Betel, donde había sido erigido uno de los becerros de oro y en Jericó, que había sido reedificada recientemente en desafío a la maldición divina. En Jerusalén, y en el resto del reino de Judá, tenían sacerdotes, levitas y el servicio del templo. En el reino de Israel, Dios hizo benévolamente que, a falta de todo eso, disfrutasen de esos colegios en los que los jóvenes eran entrenados y ejercitados en la devoción religiosa.

IV. Los hijos de los profetas tenían información de que Elías iba a partir en breve, y se lo dijeron a Eliseo, primero en Betel (v. 2Re 2:3) y después en Jericó (v. 2Re 2:5): ¿Sabes que Jehová te quitará a tu señor de sobre ti? Eliseo lo sabía muy bien, y se le llenó de tristeza el corazón al saberlo (como a los Apóstoles en una ocasión parecida Jua 16:6 ), por eso, no tenía necesidad de que se lo dijeran ni quería oírlo: También yo lo sé; callad. En expectación del acontecimiento, habla con su propio silencio reverente (comp. con Zac 2:13). Cincuenta de entre los «hijos de los profetas» fueron para ser testigos de la partida de Elías, aunque se mantuvieron a distancia (v. 2Re 2:7). Ellos intentaban satisfacer su curiosidad, pero Dios lo ordenó para que, de este modo, fuesen testigos de vista del honor que el cielo dispensaba al profeta despreciado y rechazado por los hombres.

V. La división milagrosa de las aguas del Jordán fue como el prefacio del traslado de Elías a la Canaán celestial, como lo había sido a la entrada de Israel en la Canaán terrestre (v. 2Re 2:8). Debía ir al otro lado del Jordán para ser trasladado, por ser aquella región su país natal y para estar cerca del lugar en que murió Moisés, y también a fin de que se tributase mayor honor a aquella parte de la nación que era la más despreciada. Dios quería engrandecer a Elías en su salida, como había engrandecido a Josué en su entrada, mediante la división de las aguas del Jordán (Jos 3:7). Cuando Dios se lleva al cielo a sus hijos, la muerte es como un Jordán que han de atravesar, y hallan para ello un camino cómodo y seguro, pues la muerte de Cristo ha dividido esas aguas a fin de que los rescatados del Señor puedan pasar al otro lado.

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