2 Reyes 2:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Eliseo llevó a cabo más milagros que Elías. Por lo que parece, obró justamente el doble. Dos de ellos quedan registrados en estos versículos un milagro de misericordia para Jericó, y un milagro de juicio para Betel.

I. Tenemos aquí una bendición sobre las aguas de Jericó, con la cual quedaron perfectamente saneadas. Jericó fue reedificada en desobediencia a un mandato de Dios, pero incluso dentro de aquellos muros edificados por la iniquidad hallamos un criadero de compasión piadosa. Allá llegó Eliseo para robustecer los ánimos de los discípulos con un informe más detallado de la traslación de Elías que el que pudieron darles los exploradores enviados por ellos para presenciar el hecho a cierta distancia. Aquí se había quedado él, mientras los cincuenta hombres iban en busca de Elías (vv. 2Re 2:17, 2Re 2:18). Y:

1. Los hombres de Jericó le presentaron su problema (v. 2Re 2:19). No habían apelado a Elías acerca de esto, quizá porque no era tan accesible como Eliseo. La ubicación de la ciudad era buena y agradable, pero carecían de agua sana para beber y de suelo fértil para proveerse de sustento.

2. Pronto les arregló Eliseo este asunto. Los profetas han de esforzarse por mejorar todo lugar al que llegan, y procurar endulzar los ánimos amargados y hacer fértiles las almas estériles, mediante la oportuna aplicación de la Palabra de Dios. Eliseo les va a sanar las aguas, pero: (A) Ellos han de traerle sal en una vasija nueva (v. 2Re 2:20). Si la sal hubiese bastado para purificar naturalmente las aguas, ¿habría bastado una pequeña cantidad para sanear toda el agua?; ¿y lo habría hecho mejor por ir en una vasija nueva? Todo ello era un símbolo, pues la sal sirve para preservar de corrupción las carnes. Además, al tener que traer la sal en una vasija nueva, se ponía a prueba la fe y la obediencia de los que habían de ser beneficiados con el milagro. Las obras de gracia que Dios lleva a cabo exigen que observemos los medios que Él ha instituido, aun cuando su eficacia no se deba a nuestra obra. (B) Eliseo echó la sal en los manantiales de las aguas (v. 2Re 2:21), con lo que fueron saneadas en su propio origen. Así, también, el método para reformar la vida es la regeneración del corazón, pues éste es la fuente de la vida. Al purificar el corazón se limpian las manos. (C) No pretendió hacerlo por su propio poder, sino en nombre de Dios: Así ha dicho Jehová: Yo saneo estas aguas. Con esta invocación las aguas habían de obedecer con mayor presteza a la voz de su Creador. (D) El saneamiento fue duradero, no momentáneo: Y fueron sanas las aguas hasta hoy (v. 2Re 2:22).

II. Viene ahora una maldición sobre los jovenzuelos de Betel. En Betel había otra escuela de profetas. Allí se dirigió a continuación Eliseo. Los escolares lo recibieron con el mayor respeto posible, pero las gentes de la ciudad le fueron hostiles. Quedan pocas dudas de que los jovenzuelos (no chiquillos) que se burlaron de Eliseo respiraban el mal espíritu de la ciudad. En Betel estaba uno de los becerros de oro que Jeroboam mandó fabricar; estaban orgullosos de ello y odiaban a quienquiera se lo reprochase. Podemos suponer que era práctica habitual en ellos insultar a los profetas cuando los veían pasar por las calles y hacer cuanto estuviese en su mano para echarlos de la ciudad. Si el insulto contra Eliseo hubiese sido el primero de esta índole, es probable que no hubiesen sido castigados de una forma tan severa. Pero el hacer escarnio de los mensajeros de Dios y burlarse de sus profetas era uno de los pecados de Israel que clamaban al cielo, como vemos en 2Cr 36:16.

1. Un ejemplo de dicho pecado. Los jovenzuelos de Betel, que estaban divirtiéndose por las calles, salieron al encuentro de Eliseo y se reunieron en torno suyo para burlarse de él. En realidad, desafiaban a Eliseo a que demostrase su misión profética: «¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!» (v. 2Re 2:23). Como si dijesen: «Sube tú también al cielo, como aseguras que lo hizo Elías». No es probable que Eliseo fuese entonces calvo, pues era aún muy joven, pero el vocablo era un epíteto no sólo de burla, sino también de maldición, como se ve al compararlo con Isa 2:17, Isa 2:22. El honor que Dios le había conferido debería haber bastado para tenerlo a cubierto de estos insultos, pero estos jóvenes habían aprendido de sus mayores el mal lenguaje contra los buenos, especialmente contra los profetas de Dios.

2. Un anticipo de la ruina que le sobrevino por fin a Israel por tratar de mala manera a los profetas de Dios. El presente castigo tenía por objeto darles una seria advertencia. Eliseo aguantó por algún tiempo estos insultos, pero, al perder justamente la paciencia, se volvió a mirarlos, por ver si una mirada seria era bastante para hacerles que se comportaran como era debido, pero ellos no se avergonzaron por eso; así que los maldijo en nombre de Jehová, para castigar el deshonor hecho a Dios mismo. Su maldición obtuvo rápida respuesta: Inmediatamente salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos (v. 2Re 2:24). El profeta tenía que quedar justificado, pues los había maldecido por impulso divino, para castigar en ellos a una ciudad perversa. Nada bueno se puede esperar de una juventud que no ha sido educada en temor de Dios, y a nadie, sino a sí mismos, han de echar los padres la culpa de los infortunios que acaezcan a sus hijos a causa de una falta de educación. Lo triste es que, cuando ocurre una desgracia de esta clase, los padres no quieren reconocer su culpabilidad en ella.

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