2 Reyes 4:18 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 2 Reyes 4:18 | Comentario Bíblico Online

Podemos muy bien suponer que, tras el nacimiento del hijo, Eliseo era doblemente bienvenido en la casa de la buena sunamita. Él se había sentido deudor de ella, pero desde ahora ella se sentirá deudora hacia él de por vida, no pareciéndole nunca bastante cuanto por él haga. Hemos de suponer también que Eliseo le cobró gran afecto al niño, como hijo de su oración así como le tendrían especial afecto sus padres por ser hijo de su ancianidad.

I. Muerte repentina del niño. Hijo de promesa, hijo de oración y amorosamente concebido; con todo, les es arrebatado súbitamente por una insolación. Pero ¡cuán admirablemente guarda sus labios esta prudente y piadosa madre bajo la presente aflicción! Quizás estaría enterada de la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta, y de que el espíritu de Elías se había posado sobre Eliseo; y tal confianza tenía en la bondad de Dios, que estaba presta a creer que quien tan súbitamente le había arrebatado lo que milagrosamente le había concedido, también podía devolverle lo que ahora le había quitado. Con esta fe, y sin decirle nada a su marido, prepara al difunto no para su sepelio, sino para su resurrección, pues lo pone sobre la cama del varón de Dios (v. 2Re 4:21), con la esperanza de que Eliseo seguirá dando muestras de su amistad. ¡Oh mujer, grande es tu fe!

II. La entristecida madre acude al profeta en esta ocasión, pues se daba la favorable coincidencia de que él se hallaba ahora en el colegio de profetas del Carmel, no lejos de allí.

1. Pide primero permiso al marido para ir a ver al varón de Dios, sin decirle el motivo de su viaje, no fuera que él careciese de la fe suficiente para dejarla marchar (v. 2Re 4:22). Véase qué bien se guardaban el mutuo respeto esta mujer y su marido; ella no se marchó sin antes obtener de él el permiso para marchar, y él fue tan benévolo con ella que no se opuso al viaje, aunque a ella no le había parecido conveniente comunicarle el objeto de su viaje.

2. La mujer se dio toda la prisa que pudo por llegar al lugar donde estaba el profeta (v. 2Re 4:24). Viéndola a distancia, envió Eliseo a su criado a preguntar si todo iba bien en su casa (lit. si tenían paz ella, su marido y el niño), a lo que ella contestó lacónicamente: Bien (v. 2Re 4:26 lit. paz ), y pensó explicarle personalmente la situación más adelante, ya que Guejazí no era la persona a quien ella iba a quejarse; por eso le respondió así. Notemos que cuando Dios llame a su presencia a nuestros más próximos familiares, bien nos vendrá decir con resignada esperanza: ¡Está bien! Bien para los que se van, cuando se van al Cielo; y bien para los que quedamos en la tierra, cuando la aflicción nos hace progresar en el camino hacia el Cielo.

3. Cuando llegó adonde estaba el profeta, arguyó humildemente con él acerca de su aflicción. Eliseo esperó a que ella terminara de hablar, pues Dios le había encubierto el motivo de lo sucedido (v. 2Re 4:27). Ella se expresó de forma muy patética, y expresó: (A) Su indiferencia hacia el favor que ahora le había sido arrebatado: «¿Pedí yo hijo a mi señor?» (v. 2Re 4:28). Como si dijese: «Tú sabes que no fui yo quien te pidió que oraras para que yo tuviese un hijo; fuiste tú quien lo propuso, no yo. Ni me puse frenética como Ana, ni a punto de morir como Raquel, por falta de hijos». (B) Su entera dependencia de la palabra del profeta, pidiéndole implícitamente que el niño sea devuelto a la vida: «¿No dije yo que no te burlases de mí? Estoy segura de que no te burlarás».

III. Resurrección del niño. Podemos suponer que la mujer refirió la muerte del niño con más detalles de los que aquí se nos refieren, y que Eliseo le avivaría la esperanza de la resurrección del niño con otras expresiones que aquí se omiten. Brevemente se nos declara:

1. Que Eliseo envió a su criado a toda prisa a la casa del niño, le dio su báculo y le pidió que lo pusiera sobre el rostro del niño (v. 2Re 4:29). El obispo Hall sugiere que el fracaso de tal medida se debió a que fue tomada sin el impulso divino. También es probable que Dios no lo permitiese para evitar que se atribuyese al báculo de Eliseo algún poder mágico.

2. La mujer estaba resuelta a no regresar sin que el profeta fuese personalmente con ella (v. 2Re 4:30): No te dejaré. Parece ser que no esperaba gran cosa del báculo, y quería tener la mano. Y estaba en lo cierto.

3. El profeta, por medio de una oración ferviente e insistente obtuvo de Dios la resurrección del niño. Halló en su propia cama al niño muerto (v. 2Re 4:32) y cerró la puerta tras ambos (v. 2Re 4:33). Veamos:

(A) Cuán intensamente se dedicó el profeta a esta delicada operación, consciente quizá de que había tentado a Dios al esperar demasiado del báculo en manos de Guejazí. (a) Oró a Jehová (v. 2Re 4:33) probablemente como lo había hecho Elías: Te ruego que hagas volver el alma de este niño a él (1Re 17:21). Cristo resucitó a los muertos (la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín y Lázaro) con su mandato, como quien tiene autoridad, pues era el Señor de la vida, pero Elias y Eliseo lo hicieron mediante oración, como siervos de Dios. (b) Se tendió sobre el niño (v. 2Re 4:34), como si quisiera comunicarle algo de su calor vital. Puso su boca sobre la boca de él, como si quisiese infundirle, en nombre de Dios, el aliento de vida (¡no se piense en «respiración artificial»! ¡El niño llevaba muchas horas muerto!); puso sus ojos sobre sus ojos, como para abrirlos a la luz de la vida; sus manos sobre las manos suyas, para poner fuerzas en ellas. Después, se puso a pasear por la habitación, de un lado para otro (v. 2Re 4:35). Si lo hizo por preocupación, como opina el propio M. Henry (nota del traductor), o excitado por el éxito que ya presentía, como opina el Dr. Ryrie, no es fácil de adivinar, aunque la opinión de Ryrie parece estar respaldada por el final del v. 2Re 4:34. Subió de nuevo al aposento y se tendió sobre el niño nuevamente (v. 2Re 4:35).

(B) Cuán gradualmente fue realizada la operación. Al primer intento el cuerpo del niño entró en calor (v. 2Re 4:34), lo que animaría al profeta a continuar orando fervientemente. Después, el niño estornudó siete veces (v. 2Re 4:35), algo que en una persona sana suele ser indicio de resfriado, pero en un muerto era señal de vida, y hasta de vitalidad, conforme al simbolismo del número siete.

(C) Cuán gozosamente fue devuelto a su madre el niño ya vivo (vv. 2Re 4:36, 2Re 4:37), y todas las personas interesadas en la salud del niño quedaron grandemente consoladas (comp. con Hch 20:12).

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