2 Samuel 24:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 2 Samuel 24:10 | Comentario Bíblico Online

I. Reflexión sabia de David, su arrepentimiento y la confesión de su pecado en haber censado al pueblo. Cuando le fue comunicado el resultado, quizás aquella misma noche, se despertó su conciencia. 1. Quedó convicto de pecado en su corazón (v. 2Sa 24:10) «Le pesó en su corazón» antes de que viniera a él el profeta Gad. 2. Confesó a Dios su pecado y pidió sinceramente perdón por él. Reconoció que había obrado muy neciamente, pues es cosa sumamente necia obrar contra la voluntad de Dios.

II. La justa y necesaria corrección que sufrió por su pecado. Quizá durmió mal, acosado por su conciencia, y se levantó muy de mañana con el propósito de hablar con su confidente el profeta Gad acerca de ello. Pero fue Gad el que, instruido por Dios, fue a ver a David (vv. 2Sa 24:11.) para decirle que el castigo era inevitable, aunque todavía sin definir la naturaleza del mismo.

1. Tres cosas se suponen ciertas: (A) Que David debe ser castigado por su pecado. De las siete cosas que más aborrece Dios, la primera es la altivez (Pro 6:17) o soberbia. (B) El castigo debe ser conforme a la culpa. (C) Debe ser un castigo compartido por todo el pueblo, a causa de la condición corporativa, solidaria del pueblo de Israel. Por eso, leemos (v. 2Sa 24:1) que se enojó Jehová contra Israel como en el caso de Acán, etc. David abrió las compuertas del pecado, y todo el pueblo sufrió la inundación.

2. En cuanto a la clase de castigo que va a ser enviado:

(A) Se le dice a David que escoja con qué vara quiere ser azotado (vv. 2Sa 24:12, 2Sa 24:13). Su Padre de los cielos se ve obligado a imponerle un correctivo, pero para mostrar que no lo hace de buen gusto, le da a David la opción de escoger entre guerra, hambre o peste, a fin de que pueda soportar con mayor paciencia el azote, al ser uno que él mismo ha escogido. El profeta le aconseja que piense bien, para que pueda él dar respuesta al que le ha enviado.

(B) David ruega que se descarte el castigo de la guerra; en cuanto a los otros dos, deja la elección en manos de Dios, aunque es probable que insinuara (vv. 2Sa 24:14, 2Sa 24:15) su preferencia por la peste. (a) Pide no caer en manos de hombres (v. 2Sa 24:14). (b) Se pone en manos de Dios: «Caiga ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas». David deja en manos de Dios escoger entre hambre y peste, y Dios escoge lo más breve, para poder mostrar más prontamente su voluntad de reconciliación. Pero otros opinan que, con sus palabras, dio David a entender que prefería la peste. Esta clase de castigo era, por otra parte, más general, pues a él estaba expuesto David, y también su familia, lo mismo que el más humilde y pobre de sus súbditos, mientras que él y su familia podían librarse mejor del hambre y de la espada; por lo que, consciente de su culpa, David escoge la peste. No obstante, como hombre sinceramente arrepentido David se pone en manos de Dios porque sabe que sus misericordias son grandes (v. 2Sa 24:14); «son nuevas cada mañana» (Lam 3:23). Los verdaderos creyentes, aunque se hallen bajo el enojo de Dios, no tienen sino buenos pensamientos acerca de Él: «Aunque Él me mate, en él esperaré» (Job 13:15).

(C) Dios envía, pues, la peste (v. 2Sa 24:15), que duró desde la mañana hasta el tiempo señalado; es decir, según la opinión más probable, desde la mañana de aquel día hasta la tarde del tercer día; Dios acortó el plazo por la oración de David (v. 2Sa 24:17).

III. Dios acorta benignamente el tiempo del castigo, cuando ya se iba a extender la plaga en la capital (v. 2Sa 24:16): «El ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla». Quizás había allí mayor maldad y, especialmente, mayor orgullo (que era el pecado castigado en esta ocasión) que en cualquier otro lugar del país y por eso estaba extendida sobre la gran ciudad la mano del ángel exterminador; pero entonces «Jehová se arrepintió del estrago» y dijo al ángel: «Basta ya, detén tu mano». Es de notar que el ángel estaba junto a la era de Arauna jebuseo, esto es, en el monte Moria. Observa el Dr. Lightfoot que en el preciso lugar en que una contraorden del Cielo previno a Abraham de matar a su hijo, este otro ángel, por una especie de contraorden, fue prevenido de destruir Jerusalén.

IV. David confiesa de nuevo su pecado en esta ocasión (v. 2Sa 24:17). Una vez que Dios le abrió los ojos, vio al ángel con la mano extendida para destruir, le vio después envainar la espada por la orden recibida de detener su mano y dijo a Jehová: «Yo pequé, yo fui quien cometió el pecado … Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre». Como si dijese: «Mío es el crimen, mía debe ser la cruz». De este modo intercede por su pueblo, ya que siente en su corazón las amargas lamentaciones de los israelitas: «Pero estas ovejas, ¿qué culpa tienen de ello?» Que esto nos traiga a la memoria la gracia del Señor Jesús, quien se entregó a Sí mismo por nuestros pecados, dispuesto a que la mano de Dios pesara sobre Él, a fin de que nosotros escapásemos del castigo. Fue herido el pastor para que las ovejas hallasen la salud (Isa 53:5, Isa 53:6).

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