2 Samuel 3:22 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Asesinato de Abner a manos de Joab y la gran pesadumbre de David por ello.

I. Con la mayor insolencia, Joab reprochó a David el haber hecho trato con Abner. Se informó de que Abner acababa de marcharse (vv. 2Sa 3:22, 2Sa 3:23) después de haber tenido con David una amistosa conversación y una pacífica despedida, y reprochó a David por ello en su cara (vv. 2Sa 3:24, 2Sa 3:25): «¿Qué has hecho?» Como si David tuviese que darle cuentas por eso. «¿Por qué, pues, le dejaste que se fuese?» como si diese a entender que debía haberlo hecho prisionero. «Ha venido sólo a espiar viene a decirle (v. 2Sa 3:25), y acabará haciéndote traición.» El texto no nos dice que David le diera respuesta alguna, no por miedo, como Is-bóset con Abner (v. 2Sa 3:11), sino por desprecio.

II. Traicioneramente, Joab hizo volver a Abner y, bajo pretexto de tener con él una conversación en privado, le asesinó bárbaramente con su propia mano. Por la frase sin que David lo supiera (v. 2Sa 3:26), podemos inferir que Joab llamó a Abner con la pretensión de darle ulteriores instrucciones de parte de David. Con toda inocencia Abner regresó a Hebrón y, halló a Joab que le esperaba en medio de la puerta, se retiró con él aparte y, sin mediar palabra, le asestó Joab una puñalada en el costado, causándole la muerte instantánea (v. 2Sa 3:27). Del v. 2Sa 3:30 se desprende que Abisay no sólo conocía el propósito de su hermano Joab, sino que de alguna manera le ayudó a cometer el homicidio.

III. Abner había obrado malvadamente al oponerse anteriormente a David, contra los dictados de su conciencia. Después había abandonado y traicionado vilmente a Is-bóset bajo pretexto de consideración hacia Dios y hacia Israel, pero, en realidad, por motivos de orgullo, de revancha y de impaciencia. Mas es igualmente cierto que Joab era un inicuo y, en este caso, obró perversamente. Es verdad que Abner había matado a Asael, por lo que Joab y Abisay querían ahora ser los vengadores de la sangre de su hermano (vv. 2Sa 3:27, 2Sa 3:30); pero Abner lo había hecho en guerra abierta, en propia defensa y no sin previo aviso; en cambio, Joab ahora había derramado en tiempo de paz la sangre de guerra (1Re 2:5).

IV. Lo que había en el fondo de esta enemistad de Joab contra Abner agravaba el crimen del primero. Joab era ahora el general de las fuerzas de David; pero si Abner se ponía al servicio de David, es posible que fuese promovido al supremo mando del ejército al ser un oficial más antiguo y más experto en las artes militares. Otra agravante fue el que lo matara a traición y bajo pretexto de hablarle amistosamente (Deu 27:24). Si le hubiese retado abiertamente, se habría portado como un soldado, pero al asesinarlo a traición, se portó como un villano y un cobarde. Abner estaba ahora a las órdenes de David; de modo que, a través de su costado, Joab fue a herir al propio David. Finalmente, otra agravante fue el hacerlo en la puerta de la ciudad, abiertamente y sin avergonzarse de derramar la sangre en público.

V. David llevó muy a mal el crimen y expresó de muchas maneras su detestación de tan execrable villanía.

1. Se confesó públicamente inocente de tal derramamiento de sangre (v. 2Sa 3:28): «Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová, para siempre, de la sangre de Abner, hijo de Ner».

2. Pronunció maldición sobre Joab y sobre su familia (v. 2Sa 3:29): «Caiga sobre la cabeza de Joab, etc.». Con todo, mejor que su apasionada imprecación a Dios contra la posteridad de Joab, hubiese sido el castigo inmediato del propio asesino.

3. Ordenó a todos los que se hallaban con él, incluido a Joab, que hiciesen duelo por Abner (v. 2Sa 3:31). No alabó al difunto por ser un santo, ni siquiera un hombre honrado, pero dijo de él lo que era verdad (v. 2Sa 3:38): «un príncipe y un hombre grande». (A) Que todos hagan por él lamentación. Una pérdida pública debe causar pesadumbre a toda la comunidad puesto que cada individuo de la comunidad la comparte. Así procuró David que se hiciese honor a la memoria de un hombre de mérito, a fin de animar a otros. (B) Que lo lamente especialmente Joab, quien tiene menos corazón, pero más razón, que los demás.

4. El propio David marchó detrás del féretro como jefe del duelo y pronunció la oración fúnebre junto al sepulcro: «Y alzando el rey su voz, lloró junto al sepulcro de Abner» (vv. 2Sa 3:31, 2Sa 3:32). Puesto que Abner había sido un bravo guerrero en el campo de batalla y podía haber prestado grandes servicios al pueblo en esta crítica coyuntura, David olvida todas las anteriores desavenencias y se duele sinceramente de su pérdida. Las palabras que pronunció junto al sepulcro arrancaron lágrimas de los ojos de todos los presentes (v. 2Sa 3:33): «¿Había de morir Abner como muere un villano?»

(A) Habla como quien está apenado de que Abner haya muerto de forma tan insensata, asesinado de improviso, bajo pretexto de amistad. Los hombres más sabios y valientes no disponen de defensa contra la traición. Ver a Abner, quien se tenía por el quicio en torno al que giraban todos los asuntos importantes de Israel, caer insensatamente a manos de un vil rival, como presa de la ambición y de los celos de Joab, basta para desdorar el orgullo de toda gloria humana y debería poner a cualquiera al abrigo de los caprichos de las grandezas mundanas.

(B) Por otra parte, habla como quien se jacta de que Abner no murió como un insensato, pues el texto hebreo dice literalmente: «¿Había de morir Abner como un insensato (¡hebreo, nabal!)?» ¡No! Abner no murió como un criminal, traidor o felón. Los LXX traducen: «¿Es que había de morir Abner conforme a la muerte de Nabal?» Nabal murió como cumplía a su nombre, como un insensato pero la muerte de Abner fue como la que podría acontecer al hombre más sabio y más honesto de este mundo.

5. David ayunó todo aquel día y nadie pudo persuadirle a que comiese cosa alguna hasta después de la puesta del sol (v. 2Sa 3:34).

6. Deploraba el que no podía ejecutar a los asesinos (v. 2Sa 3:30) sin perjuicio del interés público. David estaba ahora en posición débil y su reino era todavía como una tierna planta; una pequeña sacudida habría bastado para derribarlo. La familia de Joab era muy allegada a la causa de David, como parientes próximos que eran del rey; eran valientes y osados, y enemistarse con ellos en esta coyuntura podía acarrearle fatales consecuencias. David, pues, se contenta, como persona privada, con dejarles en manos de la justicia divina (v. 2Sa 3:39): «Jehová de el pago al que mal hace, conforme a su maldad». Pero esto va en descrédito: (A) De la grandeza de David. (B) Y de la bondad de David. Él tenía que haber cumplido con su obligación, y haber confiado en Dios en cuanto a las consecuencias. Como dice el proverbio latino: Fiat justitia ruat coelum = «Hágase la justicia aunque se hunda el firmamento». Si la ley se hubiese cumplido sobre la cabeza de Joab, quizá se habría impedido el asesinato de Is-bóset, el de Amnón y de otros. Perdonar la vida a Joab fue una política carnal y una compasión cruel.

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