2 Samuel 7:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Plena revelación del favor de Dios para con David por medio de un mensaje que le fue enviado mediante el profeta Natán. El propósito de este mensaje era quitarle a David de la cabeza la idea de edificar el templo, y por eso le fue comunicado: 1. Por la misma mano que le había animado a llevar a cabo la idea, no fuese que, si el mensaje le era comunicado por medio de otra persona, Natán quedase menospreciado y David se sintiese perplejo. 2. La comunicación le vino a David aquella misma noche, para que Natán no continuase por más tiempo en su equivocación y para que David no siguiera llenándose la cabeza con ideas que nunca había de llevar a la práctica.

I. El propósito de David de edificar para Dios una casa es dado de lado. Dios tomó buena nota de tal propósito, ya que sabe muy bien lo que hay dentro del hombre, y se agradó en él, como vemos por 1Re 8:18: «Bien has hecho en tener tal deseo»; con todo, no le permitió que lo llevase a la práctica: «¿Tú me has de edificar casa en que yo more? ¡No! Tú no me edificarás casa en que habite (v. el lugar paralelo, 1Cr 17:4); tengo designado para ti otro trabajo, que ha de ser llevado a cabo primero». David es un hombre de guerra y debe continuar con sus conquistas para ensanchar las fronteras de Israel. David es también un buen salmista y tiene que preparar salmos para el uso del templo cuando éste haya sido edificado y fijar los turnos de los levitas. Para la edificación del templo, será más apropiado el talento genial de su hijo (aún por nacer), y él dispondrá de mayor cantidad de dinero para los gastos de la obra; por consiguiente, a Salomón le será reservado llevar a cabo esa obra. Cada uno ha de servir conforme al don que haya recibido (v. Rom 12:3.; 1Co 12:7.). La edificación del templo iba a ser obra de mucho tiempo y necesitaba la adecuada preparación; pero era algo de lo que jamás se había hablado hasta ahora. Dios le dice a David:

1. Que hasta ahora nunca había tenido una casa edificada para Él (v. 2Sa 7:6); un tabernáculo había servido para ello, y podía continuar sirviéndole por algún tiempo más. Dios no tiene en mucho la pompa exterior del culto; la presencia de Jehová era tan segura y eficaz cuando el Arca moraba en una tienda como cuando estuvo en un templo. Cristo, como el Arca, «acampó con nosotros» (Jua 1:14, lit.) cuando estuvo en este mundo, y verdaderamente pasó por el mundo haciendo el bien (Hch., Hch 10:38), pero pasó como peregrino, pues no tuvo morada de su propiedad hasta que subió a los cielos, a las mansiones de arriba en la casa del Padre (Jua 14:2), y allí se sentó a su diestra (Sal 110:1; Heb 1:3; Heb 8:1; Heb 10:12). También la Iglesia, como el Arca y como Cristo, es peregrina en este mundo (v. 1Pe 2:11) y mora en una tienda de campaña, porque su estado presente es pastoril y, al mismo tiempo, militar; su ciudad o residencia fija está por venir (Heb 11:16; Heb 13:14). En sus Salmos, David llama con frecuencia al tabernáculo «templo» (por ej. Sal 5:7; Sal 27:4; Sal 29:9; Sal 65:4; Sal 138:2), porque respondía a los objetivos de un templo, aun cuando estuviese hecho de cortinas.

2. Que nunca había dado órdenes ni instrucciones, ni aun la más leve insinuación, a ninguno de los anteriores jefes de Israel, esto es, a ninguno de los jueces (1Cr 17:6) o cetros (pues así son llamados los gobernantes, como en Eze 19:14, y así es llamado el Supremo Cetro, el del Mesías, en Núm 24:17), en cuanto a la edificación del templo (v. 2Sa 7:7).

II. Dios le trae a la memoria las grandes cosas que ha hecho por David. 1. Le levantó desde una condición baja y modesta (v. 2Sa 7:8): Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas. 2. Le ha dado éxito y victoria sobre sus enemigos (v. 2Sa 7:9): «He estado contigo en todo cuanto has emprendido, para protegerte cuando eras perseguido, y para prosperarte cuando ibas persiguiendo». 3. Le ha coronado, no sólo con poder y dominio sobre Israel, sino también con honor y reputación entre las naciones circunvecinas: Y te he dado un nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra.

III. Al Israel de Dios le es prometido que será establecido felizmente (vv. 2Sa 7:10, 2Sa 7:11). Esto viene como en un paréntesis, antes de las promesas hechas a David personalmente, para que entienda que todo lo que Dios ha determinado hacer por él lo ha hecho por amor a Israel, a fin de que el pueblo pueda vivir felizmente bajo la administración y gobierno de David, y para que él tenga la satisfacción de ver en lontananza paz sobre Israel (comp. con Sal 128:6). Dos cosas le son prometidas a Israel: 1. Un lugar tranquilo: Canaán será de ellos, sin que nadie les eche de allí. 2. Un tranquilo disfrute del lugar «… ni los hijos de perversidad (lit.) con lo que alude especialmente a los filisteos, que habían sido una verdadera plaga para ellos le aflijan más, como al principio».

IV. La principal razón por la que Dios niega a David el privilegio de erigirle un templo no se halla aquí, pero se repite varias veces en 1Cr 22:8; 1Cr 28:3: «Porque tú has derramado mucha sangre». Aunque, con toda probabilidad, Dios se refiere aquí a la sangre derramada en defensa de la nación, las manos manchadas de sangre no son las más apropiadas para una función casi sacerdotal de edificar el templo del Dios verdadero. Hay autores que piensan que Dios incluye la muerte de Urías (cap. 2Sa 11:1-27) en lo del «derramar sangre».

V. Vienen a continuación las promesas vinculadas a la familia y a la posteridad de David. Él se había propuesto edificar una casa a Dios; ahora, Dios se propone, y promete, edificar casa a David (v. 2Sa 7:11); es decir, una dinastía sin fin (v. 2Sa 7:16).

1. Algunas de estas promesas se refieren a Salomón, su inmediato sucesor, y al linaje real de Judá. En cuanto a Salomón, vemos: (A) Que Dios le hará heredero del trono de su padre David. (B) Que le afianzará en el trono: «Afirmaré su reino» (v. 2Sa 7:12), «afirmaré para siempre el trono de su reino» (v. 2Sa 7:13). (C) Que le había de usar en la honrosa y excelente obra de edificar el templo, del que David tuvo sólo la satisfacción de intentarlo: «Él edificará casa a mi nombre» (v. 2Sa 7:13). (D) Que entrará con él en un pacto de adopción (vv. 2Sa 7:14, 2Sa 7:15): Yo le seré a él por padre, y él me será a mí por hijo. No hay cosa mejor para la felicidad nuestra y la de los nuestros que tener a Dios por Padre. La promesa tiene que ver, no con una adopción «de gracia» como es la de los creyentes, sino en sentido impropio de adopción, el mismo nombre que se le impuso (hebreo, Yedidiyah) únicamente significa «escogido», no para el Cielo, sino para el trono. En cuanto a dicha adopción como «hijo», vemos: (a) Que Dios, como Padre, le corregirá (v. 2Sa 7:14), pues ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? (Heb 12:7). (b) Con todo no le había de desheredar (v. 2Sa 7:15). La revuelta posterior de las diez tribus y su separación de la casa de David fue, más bien, una corrección y un gran castigo de dichas tribus por su iniquidad, pero la constante adhesión de las dos restantes tribus a la casa de David perpetuó la merced de Dios a su familia la cual, aunque se acortó, no fue cortada del todo, como lo fue la casa de Saúl.

2. Otras promesas se refieren a Cristo, que varias veces es llamado David y, con mayor frecuencia, Hijo de David, a quien apuntaban en último lugar, estas promesas y en quien tuvieron su pleno cumplimiento. Él era de la descendencia de David (Hch 13:23). La promesa: Yo le seré a él por padre, y él me será a mí por hijo, es expresamente aplicada a Cristo en Heb 1:5. Además, el establecimiento de su trono y de su reino para siempre (vv. 2Sa 7:13, 2Sa 7:16) no puede aplicarse a nadie más que a Cristo y a su reino (Luc 1:33). La casa y el reino de David se derrumbaron hace muchísimos siglos; sólo el reino del Mesías es eterno (v. 2Sa 7:16). (A) Natán comunicó fielmente a David este mensaje (v. 2Sa 7:17) y, al prohibirle edificar el templo, tuvo que contradecirse a sí mismo (comp. el v. 2Sa 7:17 con el 2Sa 7:3). (B) Dios cumplió fielmente, a su debido tiempo, estas promesas a favor de David y de su descendencia.

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