2 Timoteo 2:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, el apóstol declara cómo debe ser el siervo del Señor, y empieza por decir cómo no debe ser. Dicen así en la NVI: «Y el servidor (gr. doúlon, esclavo) del Señor no debe altercar, sino, más bien, ser amable con todos, apto para enseñar (comp. con 1Ti 3:2; Tit 1:9) y sin propensión al resentimiento. A quienes le contradigan, debe instruirles con dulzura, a la espera de que Dios les conceda un cambio de mentalidad que les conduzca al reconocimiento de la verdad, y a que vuelvan sobre sí mismos y escapen de los lazos del diablo, que los ha tenido cautivos y sometidos a su voluntad».

1. Al conectar con el final del versículo anterior, donde ha mencionado «las discusiones necias e insensatas … que engendran altercados», el apóstol dice ahora que … un siervo de(l) Señor no debe altercar» (lit.). J. Collantes ve aquí una alusión a Isa 42:1-3; Isa 53:7, donde se pone de relieve la mansedumbre del Siervo de Jehová. Por esta razón, y habida cuenta de que «Señor» no lleva artículo (exactamente como el hebreo ébed Yahweh), me inclino a pensar que Pablo se refiere a Dios Padre, más bien que a Cristo. Está igualmente la proximidad de «Señor» en el versículo 2Ti 2:22. Contrasta además con la explicitación de «Cristo Jesús» en el versículo 2Ti 2:3. Hendriksen opina que se refiere a Jesucristo, y cita a su favor Rom 1:1; Flp 1:1 y Stg 1:1. ¡Pero precisamente en todos esos lugares, Pablo y Santiago nombran expresamente a Jesucristo! En todo caso, lo que Pablo exhorta a Timoteo es, primeramente, a no altercar. Debe seguir el ejemplo del Maestro, según los lugares citados de Isa 42:1-25 y Isa 53:1-12.

2. En lugar de ser altercador, es decir, pendenciero (como traduce la RV 1977), un siervo de Dios debe ser (v. 2Ti 2:24):

(A) Amable (gr. épion, suave, cortés, fino; lo contrario de áspero, grosero, sin educación) para con todos. Dice Collantes: «En oposición a los hombres quisquillosos y discutidores, guarda una actitud apaciguadora, una dulzura que los desarma a todos». Es el único modo de que un ministro de Dios sea, no sólo accesible, sino también «capacitado para impartir consejo e instrucción» (Hendriksen).

(B) Apto para enseñar es una cualidad que hemos visto y estudiado en el comentario a 1Ti 3:2.

(C) Sin propensión al resentimiento es la traducción que la NVI hace del griego anexíkakon, única vez que tal vocablo aparece en todo el Nuevo Testamento. La mayoría de las versiones, incluida nuestra RV, lo traducen por sufrido, en el sentido de aguantar con paciencia las contrariedades y las injurias (comp. con 1Pe 2:21-24).

(D) A quienes (v. 2Ti 2:25) le contradigan, debe instruirles con dulzura (lit. mansedumbre). Ésta es la actitud recomendada en lugares como 1Co 4:21; 2Co 10:1; Gál 5:23; Gál 6:1; Efe 4:2; Col 3:12Col 3:12; Tit 3:2; Stg 1:21; Stg 3:13; 1Pe 3:15. Esta actitud de suavidad, paciencia y mansedumbre no está en contradicción con la energía que el ministro de Dios ha de desplegar en sus exhortaciones, amonestaciones y aun reproches merecidos. Collantes aduce a este respecto un pasaje, muy iluminador, del Crisóstomo, quien dice lo siguiente: «¿Cómo se compagina esto con lo que ha escrito en otro lugar: Corrige con imperio (Tit 2:15) y nadie tenga en menos tu juventud (1Ti 4:12), y corrígeles duramente (Tit 1:13)? Esto se compagina también con la mansedumbre. Una inpugnación enérgica, cuando va unida a la mansedumbre, puede hacer más impresión. Conviene, pues, corregir con mansedumbre, más bien que rebatir con ferocidad».

3. El apóstol tiene, en todo esto, la mirada puesta, como buen pastor de almas, en el provecho de los que hayan de ser corregidos por el siervo de Dios: el arrepentimiento para volver al buen sentido (vv. 2Ti 2:25, 2Ti 2:26) y escapar así del cautiverio del diablo (v. 2Ti 2:26).

(A) El objetivo de la corrección es el arrepentimiento: «Por si quizá les conceda Dios arrepentimiento (gr. metánoian, cambio de mentalidad) en orden al reconocimiento de la verdad» (v. 2Ti 2:25, lit.). Dice Hendriksen: «Esta esperanza ha sido expresada posiblemente de una forma tan vacilante (quizá … conceda) por cuanto el contradecir de los falsarios se había convertido en hábito. Se les había vuelto trabajoso incluso el prestar oídos a la verdad. Si había de producirse algún cambio, nadie sino Dios había de hacerlo surgir. El deseo ardiente de Pablo era que esta gran transformación pudiese todavía efectuarse».

(B) De esta manera, y sólo así, espera el apóstol que recobren la cordura (gr. ananépsosin). Es como si el diablo que los cautivó con sus lazos, les hubiese sorbido el seso, «y quedado entumecida la conciencia, confusos los sentidos y paralizada la voluntad» (Horton). Si se arrepintieran, volverían en sí (Luc 15:17) y se darían cuenta de lo engañados que los tenía el diablo.

(C) Para que se vea mejor el proceso de esta posible (y deseada por el apóstol) recuperación, conviene traducir al pie de la letra todo el versículo 2Ti 2:26, antes de entrar en la discusión del problema que presentan los dos pronombres de la frase final: «y recobren la cordura (o el sentido) de entre el lazo del diablo, capturados vivos por él, en orden a (hacer) la voluntad de aquél». Veamos algunos detalles importantes, y hasta controvertidos:

(a) Como puede verse en la traducción literal, el verbo escapando que aparece en las versiones no aparece en el original; se suple únicamente para que no resulte forzada la construcción gramatical castellana. Ahora bien, la preposición griega ek indica de suyo una salida de en medio de algo. Ésta es la razón por la que, en el versículo 2Ti 2:8, como en otros lugares, la expresión ek nekrón se traduce apropiadamente por de entre los muertos. Al suprimir el verbo que se añade para aclarar el texto, tenemos que ni el recobrar el sentido precede al escapar del lazo del diablo, ni el escapar del lazo precede al recobrar del sentido, sino que en el mismo momento en que sucede lo uno, sucede también lo otro. Sólo hay una prioridad lógica: al recobrar el sentido se sale del lazo del diablo (un caso similar al de 1Ts 1:9: «os convertisteis a gr. pros Dios desde gr. apó los ídolos»).

(b) El verbo ezogreménoi, cazados vivos, está en participio de pretérito perfecto, lo cual indica, no sólo que hubo un momento en el pasado de estos falsarios en que el diablo se apoderó de ellos, sino que continúa teniéndolos sujetos y bien sujetos.

(c) La última frase ha provocado una gran variedad de interpretaciones; la discusión se centra en los dos pronombres: él y aquél, según aparecen en la traducción literal que hemos presentado.

Primera opinión: El pronombre personal él se refiere al siervo del Señor (v. 2Ti 2:24), mientras que el demostrativo aquél se refiere al Señor, esto es, a Dios. Apoyan su opinión en el supuesto de que el demonio no captura vivos, sino espiritualmente muertos. Este supuesto es falso, pues el diablo captura también vivos. Por otra parle, el pronombre aquél se refiere siempre al más lejano de dos sujetos, y aquí es precisamente el siervo el más lejano. En realidad, ambos se hallan demasiado alejados en la construcción gramatical, mientras que el único sujeto que se halla lo bastante cercano para aplicarle el pronombre personal él es el diablo.

Segunda opinión: En efecto, el pronombre personal él solamente puede referirse al diablo, pero el pronombre aquél se refiere a Dios, pues, haga lo que haga, el diablo no tiene más remedio que servir a los designios de Dios. Esta opinión tiene alguna probabilidad, pero hay dos puntos que quedan muy oscuros si se la acepta: 1) La referencia de aquél a Dios queda muy incierta, ya que el sujeto de la oración en la frase aludida del versículo 2Ti 2:24 no es el Señor, sino el siervo, con lo que la referencia a Dios violaría las leyes de la gramática; 2) la preposición eis es una preposición de dirección y, por tanto, de intención. Ahora bien, no hay cosa que esté más lejos de la intención del diablo que hacer lo que Dios quiere.

Tercera opinión: Tanto el pronombre personal él como el pronombre demostrativo aquél se refieren al diablo. Dice Hendriksen: «El antecedente de autoú (él) es naturalmente el nombre más próximo (el diablo); y el antecedente de ekeínou (aquél) es el pronombre más próximo (él, esto es, el diablo). Esto hace un sentido excelente». No puede negarse que es una construcción algún tanto rara, pero es correcta, ya que el apóstol suponía que la cosa estaba suficientemente clara y, por la razón que fuese, no pensó que fuese necesario nombrar de nuevo el diablo, ni repetir el pronombre personal griego autoú (él).

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