Ministerio Mujer Capitulo 10: Pacto en Cristo Jesús

CAPITULO 10: PACTO EN CRISTO JESÚS

Cristo entró en aquel aposento alto para participar, junto a sus discípulos, de la cena  pascual y participó y estableció lo que hoy conocemos como:

El Nuevo Pacto y lo recordamos como la «Santa Cena o Mesa del Señor»

Por: Jorge Soria

Dios, un solvente y seguro mediador: Pacto de Sangre

Veamos ahora el cumplimiento del Nuevo Pacto en Cristo Jesús. Jesús y sus discípulos están reunidos esa noche previa a su crucifixión

Ya transcurría la cena pascual, en el evangelio de Mateo narra las siguientes palabras «tan importantes y claves» pronunciadas por Cristo casi al cierre de su ministerio terrenal:

«Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que va a ser derramada por muchos, para remisión de los pecados» (Mateo 26:27-28).

De manera paralela, en el evangelio de Marcos nos narra ese mismo memento clave del ministerio de Cristo así:

«Luego tomó una copa,  dio gracias, y les dio: y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del pacto, que es derramada a favor de muchos» (Marcos 14:23-24).

El evangelio de Lucas,  escribiendo su primera carta al excelentísimo Teófilo y así a la iglesia en general – para instruirle sobre la vida de Cristo,  dijo lo siguiente tocante a este momento tan significativo en esas horas finales de la obra terrenal de Cristo justo antes de su muerte:

«De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama»  (Lucas 22:20).

Estas palabras la encontramos en tres  de los Evangelios, y narra de manera descriptiva lo que aconteció aquella noche cuando, apenas horas antes de su crucifixión, Cristo entró en aquel aposento alto para participar, junto a sus discípulos, de la cena pascual y participó y estableció lo que hoy conocemos como:

El Nuevo Pacto y lo recordamos como la «Santa Cena o Mesa del Señor». Fue ése el lugar y el momento histórico en que lo prediseñado desde antes de la fundación del mundo (la cena pascual y los sacrificios de animales) se dio este tan esperado: el sacerdocio final y perfecto del unigénito Hijo de Dios, siendo él tanto Sumo sacerdote como el Cordero verdadero.

Como el Cordero de Dios habría de morir en la cruz al siguiente día sufriendo el castigo que la ley de Dios impuso sobre la humanidad. Él sería el sustituto y su sangre derramada sería presentada y recibida como ofrenda y sacrificio suficiente, perfecto y completo, sangre del nuevo pacto prometido por Dios

Esa noche la cena pascual, ceremonia anual que apuntaba al Cordero eterno, se convirtió en una nueva cena recordatoria: la cena del Señor. En esa ocasión Cristo identificó la copa como símbolo de su propia sangre, fundamento del nuevo pacto prometido.

La cena se celebró según lo tradicional de la ceremonia pascual. Luego, Cristo presentó al pan y el vino como símbolo de su cuerpo y de su sangre que poco tiempo después ofrecería en la cruz.

Al morir en la cruz, Cristo sufrió el castigo que en el Antiguo Pacto demandaba y a la vez derramó su sangre como fundamento del Nuevo Pacto.

En ese momento se tendió un puente entre lo antiguo y lo nuevo, lo que estaba por terminar y lo que estaba a punto de nacer. Lo antiguo dio lugar a lo nuevo. El pan y el vino vinieron a ser el simbolismo de su cuerpo molido y su sangre derramada del nuevo pacto.

Así, en su muerte de cruz, sufrió el castigo de la ley, cumpliendo y satisfaciéndola a la vez que daba su sangre para establecer un nuevo pacto. No ocurrieron dos eventos separados entre si; ambos ocurrieron en la misma cruz, a la misma vez, en el mismo Salvador.

La muerte de Cristo fue necesaria dentro del plan eterno de Dios no solamente para que su Hijo derramara su sangre redentora en una cruz sino que derramase la única sangre adecuada para el establecimiento de un Nuevo Pacto. Cristo no sólo les dijo a sus discípulos:

«…ésta es mi sangre que daré por muchos…» Tampoco sólo dijo: «…esta es mi sangre… para la remisión de pecados.» Cristo también identificó su sangre como «sangre de un pacto», en dos de ellas señalando con gran especificidad el término «nuevo», a saber: «…mi sangre del nuevo pacto» o «…el nuevo pacto en mi sangre».

Las palabras «nuevo pacto» son términos que identifican específicamente la naturaleza de la función de esa sangre y su identificación con el establecimiento de un pacto que Dios llama nuevo, y en Hebreos 8:6, mejor.

«…es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.» Hebreos 8:6

En primer lugar, Cristo especificó aquella noche que su sangre, simbolizada por el vino en la copa, era la sangre no meramente de «un» nuevo pacto sino la sangre  «del» Nuevo Pacto.

Cuando se identifica un pacto como nuevo implica la existencia de un pacto previo, antiguo, viejo. En Hebreos 8:6-13 dice:

«…es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas (6). Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo

(7)… vienen días en que concertaré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto…

(8). Al decir: Nuevo pacto, ha dado por anticuado al primero; y lo que se da por anticuado y se envejece, está próximo a desaparecer (13).

…nuevo pacto ha dado por anticuado al primero… Hebreos 8:13 

En el versículo 6 se identifica a Cristo como el Mediador de un «mejor» pacto, lo que necesariamente establece un contraste con un pacto de calidad menor (menor no en su contenido, ya que fue dado por Dios, sino en su función limitada e incapacidad de producir vida espiritual por causa del pecado del hombre), el versículo 13 identifica el nuevo pacto y lo contrasta con un primer, anticuado y viejo pacto, que está por desvanecerse.

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