Jehova Nissi – Historia: 171: El viejo árbol

El viejo árbol 

 

Al fondo del patio de la casa de Rafael, había un viejo árbol.  Él deseaba ardientemente ver lo que había dentro del hueco de ese árbol.

Un día, su primo Arturo le fue a visitar.  «¡Ven, Arturo!» dijo Rafael, «quiero mostrarte una cosa curiosa que está en ese árbol atrás.»

Los dos se pararon frente al árbol, mirando sus ramas; algunas estaban muertas, otras quebradas.  La punta del árbol ya no estaba, puesto que en una tormenta se había cortado.  Rafael había crecido mucho desde el año pasado, y por eso se sentía más capaz de encaramarse a ese viejo árbol.

«Ves este hueco allá arriba, chita, pero tengo ganas de asomarme por él, a ver lo que está dentro.»

Comenzó a subir.  Lentamente, agarrando las ramas mochas, y sosteniéndose en ellas, Rafael iba acercándose al hueco.  Arturo, parado abajo, le gritó, «Cuidado, te vas a caer.»

Por fin, el chico alcanzó su meta.  Miró adentro, y todo parecía oscuro y vacío.  Rafael inclinado hacia la abertura del tronco extendió su mano para ver si podía palpar alguna cosa.

¡Crash!  Una parte del viejo árbol se quebró, y Arturo vio las pequeñas piernas de Rafael desaparecer dentro del tronco vacío del árbol.  Arturo corrió a llamar al papá de Rafael para que viniera a sacarlo.  Lo encontró en la galería sentado leyendo el diario.  Respondió a los gritos de Arturo y al saber lo ocurrido buscó el hacha y salió apresuradamente.

Al ver donde estaba Rafael, optó por abrir un hoyo al pie del tronco.  Pensaba mientras lo hacía, «¿Cómo estará?  …  ¿Estará muerto?  …  ¿Cómo pudo caer desde tan alto y aun estar vivo?»

El papá trabajaba afanosamente e iba agrandando el hoyo.  Muchas plumas comenzaron a salir volando de dentro del tronco.  De repente apareció una mano de Rafael, luego la cabeza, los hombros, y así pudieron arrastrarlo fuera del árbol.

Más y más plumas salían.  Rafael había caído en un verdadero colchón de plumas, pues el tronco estaba lleno de ellas.  Era sorprendente que no se hubiera asfixiado, pero las plumas en vez de ahogarle, le sirvieron de suave cama.

El papá de Rafael descubrió que por muchos años el viejo árbol había sido el nido de una bandada de palomas salvajes.  Eran las suaves plumas de las aves que habían salvado la vida de Rafael, porque cayó en ellas en vez del duro fondo del árbol hueco.

Después en casa, Rafael echaba toda la culpa a su curiosidad, la cual le llevó a meterse en una situación que bien pudiese haberle costado la vida.  «Menos mal que había plumas allá abajo y Arturo estaba cerca para llamar a mi papá.»

«Sí» dijo el papá, «hay otros muchachos como tú que quieren probar lo desconocido y por eso después se ven atrapados sin poder salir.»

«¿Cómo, tío?» preguntó Arturo.  «¿otros han caído dentro del árbol también?»

«No, no.  Lo que quiero decir es que algunos niños desean probar ciertas cosas en la vida, pensando que sacarán alguna satisfacción especial.»

«Ah ya, ahora comprendo,» dijo Rafael, «es como cuando un muchacho piensa que fumar le dará una satisfacción agradable.  Cuando se da cuenta que no es así, está atrapado en el hábito y no encuentra como salir.»

«Exacto, » agregó el papá, «y no solo el fumar, sino hay muchas otras tentaciones mas que atrapan a los niños.  No obstante, hay uno que es poderoso para librarlos.  Jesucristo puede «salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dio si,» Hebreos 7:25.  La salvación en Jesús es una salvación completa.  No sólo salva del castigo por el pecado, sino también libra del poder del pecado, como dice la Biblia: «Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos,» 2 Pedro 2:9 «Bien, muchachos,» dijo, «a jugar, ¡y cuidado con este viejo árbol!»

 

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