Los lobos con piel de oveja

el hecho de ir a la iglesia y «decir sentir» al espiritu Santo, no nos hace genuinos, es nuestra vida con la que debemos predicar.   El hombre tiene naturaleza malvada y pecaminosa, pero Jesus con su infinito amor y poder, puede cambiarnos y dirigir nuestras vidas, pero ello no lo logra la religión ni concurrir periodicamente a la iglesia, sino que lo logra el Santo Espiritu de Dios, haciendo de nuestro cuerpo su propia iglesia…
Dios les bendiga.
El pastor que se pasó casi veinte años matando prostitutas
Martes 19 de Julio de 2005
Policial
Estados Unidos


Pudieron probarle 48 crímenes entre 1982 y 2001. Cumple una condena a perpetua.

Seattle, Estados Unidos, (Clarín / NoticiaCristiana.com) A simple vista era un tranquilo pintor de camiones de Seattle. Y para los feligreses de la iglesia pentecostal a la que iba era el hermano Gary: el que lloraba durante los servicios religiosos, y predicaba con la Biblia en la mano.

Pero detrás de esa mirada lúcida y ese semblante frágil se escondía uno de los mayores asesinos en serie en la historia de los Estados Unidos: entre 1982 y 2001 asesinó por lo menos a 48 mujeres, la mayoría prostitutas.

Gary Leon Ridgway (nacido en Utah en 1949) aprendió de su padre el desprecio hacia las prostitutas. Creía que su trabajo era perverso e inmoral, y que eran «agentes» que servían para propagar esa perversión e inmoralidad hacia la gente decente: hacían caer en el pecado a los ciudadanos puros.

Antes de que cumpliera los 30 años se convirtieron en su obsesión y decidió salir directamente a la calle, a darles caza.

Las levantaba en la calle, tenía sexo con ellas y luego las estrangulaba en su casa o en su camión.

Asesinaba en las narices de la Policía, pero recién pudieron atraparlo en 2001, cuando confesó haber matado a tantas mujeres que había perdido la cuenta. Todas eran de la misma zona: Green River, un suburbio al sur de Seattle.

Ridgway se había casado tres veces, y venía de un hogar matriarcal. Su madre era lo más importante para él, y vivió deprimido desde su muerte.

Le gustaban las orgías, el alcohol y, paradójicamente, la lectura de la Biblia. Decía no recordar el rostro de sus víctimas, porque: «No eran nada para mí. Las levantaba, las mataba y me deshacía de ellas».

Los cadáveres los cubría con hojas, basura y desperdicios. Lo que sí recordaba era dónde tiraba los cuerpos, porque a veces volvía para tener relaciones sexuales con los cadáveres.

Lo atraparon en 2001 gracias a estudios de ADN, después de que matara impunemente durante casi dos décadas. Gracias a un acuerdo con la fiscalía, se libró de la pena de muerte. Hoy cumple prisión perpetua en una cárcel de Seattle.

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