Nuestro Andar Diario 29 de agosto de 2005

Nuestro Andar Diario

29 de agosto de 2005

Apocalipsis 21:1-3
1 Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. 2 Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusal?n, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. 3 Entonces o? una gran voz que dec?a desde el trono: He aquí, el tabern?culo de Dios está entre los hombres, y Él habitar? entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estar? entre ellos.

Mi verdadero hogar
Debo confesar que el cielo no me emociona tanto. Veo las interpretaciones de los artistas y escucho las descripciones b?blicas. Por alguna raz?n, simplemente no provoca reacci?n alguna en m?. ?Qu? es lo que me pasa?

Leo las eternas esperanzas de Pablo y no puedo negar cómo esta mirada fija en el cielo alimentaba su pasi?n por la vida. La historia de la Iglesia narra las historias de antiguos m?rtires que murieron con el gozo del cielo en sus labios. Mi propio abuelo dedic? sus Éltimos días a esperar con a?oranza su morada final. Pero yo no. Con toda honestidad, admito que el cielo parece un poquito aburrido, incluso a veces un poquito espeluznante.

En el libro de Apocalipsis, el cual contiene las descripciones más meticulosas que tenemos del cielo, se nos confronta con una realidad perturbadora. No pensamos lo suficiente en el cielo porque no pensamos lo suficiente en Dios.

Mís allí de las descripciones metaf?ricas del mar de cristal y de las calles de oro, el relato de Juan acerca de la fuerte voz que escuch? proveniente del trono celestial es el que nos da la mejor sinopsis del cielo. Esta voz anuncia a los nuevos cielos simplemente como el lugar adonde Dios está y vive con las personas.

El cielo es bueno. Es un lugar de placer, de adoración y de fant?stica comida en un gran banquete. Lo sí, pero todav?a no resuena. He pasado por alto porqué el cielo es bueno.

El cielo es la culminaci?n de mis deseos más profundos. El cielo es mi verdadero hogar. Estas son realidades debido al axioma fundamental de que el cielo es todo lo que es Dios.

La lucha por reconocer al cielo como placer es la luchar por ver a Dios como placer. Cuando no puedo ver el encanto del cielo, es porque mi apetito de Dios de alguna manera se ha debilitado.

La respuesta a mi dilema no es embarcarme en algún curso fren?tico e intensivo para incrementar mi apetito de Dios. El deseo del cielo –el deseo de Dios– ya ha sido implantado en los corazones del pueblo de Dios. 

La salida es comenzar a permitirme a m? mismo sentir el peso de este mundo. Al hacerme más plenamente consciente de todo lo que nunca se quiso que experiment?ramos, comenzar? a anhelar el hogar celestial.  –WC

destino
?Que significar? vivir en la morada de Diosí ¿De qué manera está este mundo marcado con cicatricesí ?Qu? aspecto del dolor de este mundo me hace anhelar mi verdadero hogar?

en resumidas cuentas: el cielo es el hogar con Jesís.

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