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Martes 20 de Setiembre del 2005
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Lucas 24:50-51
(Jesús) los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
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La bendición del Señor
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En Betania el Señor Jesús fue recibido con aprecio y agradecidas pruebas de amor durante su vida terrenal. Allí vivían sus amigos Marta, María y Lázaro. Por eso Betania –y no Jerusalén– fue el sitio desde donde Jesús volvió al cielo. ¿Cómo dejó a los suyosí ¡Alzó sus manos para bendecirlos! Allí estaban sus discípulos, quienes seis semanas antes lo habían abandonado y habían huido. Uno de ellos hasta le había negado, maldiciendo y jurando. El Señor habría podido decir a todos, como a los dos discípulos en el camino a Emaús: ¡“Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho” (Lucas 24:25)! Sin embargo, él alzó las manos para bendecir a esos discípulos necios, cobardes y débiles en la fe. Y hasta hoy sigue bendiciendo.
El Señor también nos bendice a nosotros, los creyentes, aun cuando nos parezcamos a esos hombres. ¡Cuántas veces lo entristecemos por medio de una reacción carnal y por falta de fe en nuestro andar cotidiano, aunque somos más privilegiados que los discípulos de aquel entonces! Poseemos el Espíritu Santo que mora en nosotros y quiere ser la fuerza diaria de nuestra nueva vida. ¡Qué consuelo saber que el Señor Jesús no deja de bendecirnos a pesar de todo!“Fuisteis llamados para que heredaseis bendición… Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 Pedro 3:9 y 12).
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© Ediciones Bíblicas “La Buena Semilla” 1166 PERROY (Suiza)
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