Cuando un árbol ha producido aunque sea una sola manzana, por cierto se sabe que es un manzano. Para decir que es un manzano no es necesario que produzca más de una manzana. Esto es verdadero para cualquier individuo: no es necesario haber cometido muchos pecados para que Dios nos declare pecadores. ¡Uno solo basta! En la Biblia Dios constata lo siguiente: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:22-23).
En el mundo generalmente se honra a las personas de quienes la sociedad es deudora, porque han hecho descubrimientos, hazañas o progresos sociales. Por eso muchos se imaginan que Dios razona de la misma manera, reservando sus bendiciones para los «mejores» hombres. Pero esto no es cierto.
La Escritura declara que Dios ofrece su gracia a todos, sin distinción, porque todos la necesitan. Él desea justificar o hacer justa a toda persona que se arrepiente y acepta su gracia (Romanos 3:24). ¿Por qué Dios puede perdonar gratuitamente, si dijo que todo pecado recibirá su castigo?
Porque alguien vino del cielo para recibir el juicio de Dios en nuestro lugar. Es su Hijo, Jesucristo. Enviado por Dios mismo, vino a la tierra; en él no había ningún pecado. Pero en la cruz donde se dejó clavar soportó en nuestro lugar el castigo que merecíamos.“Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
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