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“Aquella misma noche se le fue el sueño al rey” (Ester 6:1). ¿Cuál era la causa de su insomnio? Todo parecía normal en el reino persa. Para distraerse, Asuero ordenó que se le trajera el libro de las memorias y crónicas y que se las leyeran. Ignoraba el infame complot que Amán había urdido contra Mardoqueo, pero Dios vela por los suyos. En el libro se descubrió que Mardoqueo el judío había salvado la vida del rey y que nunca había sido recompensado. Entonces el rey ordenó que se honrara a ese hombre. Luego, al enterarse de las malas intenciones de Amán, lo hizo colgar en la horca que éste había preparado para Mardoqueo.
Otro episodio. El rey Darío estaba intranquilo: Daniel, el alto funcionario a quien quería establecer sobre todo su reino, acababa de ser echado en el foso de los leones. Volvió triste a su palacio “y se le fue el sueño” (Daniel 6:18). Dios quería hablarle y él escuchó.
Si no podemos dormir en la noche, escuchemos bien, quizá percibamos la voz de Dios. Cuando tiene algo que decirnos, a menudo aprovecha la inactividad y el silencio. Primero se dirige a nuestra conciencia, diciendo: ¡Arrepiéntete; confiesa tus pecados! Después de que hayamos obedecido en esto se dirige a nuestro corazón por medio de su Palabra para guiarnos en nuestra vida cristiana. “Sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pedro 4:7).
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