La albanza que Dios anhela

LA ALABANZA QUE DIOS ANHELA (parte I)

EL PRINCIPIO DEL SACERDOCIO

A) EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Bajo el Antiguo Testamento. Dios ordenó un sacerdocio que sirviera para representar a Su pueblo delante de El. Su ministerio envolvía un complicado sistema de ritos y ceremonias. Estas simbolizaban realidades espirituales venideras. Eran sombras de aquellas cosas, pero no constituían su sustancia.

El ministerio sacerdotal de Cristo cumplió cada tipo implícito en el sacerdocio del Antiguo Testamento. El no abrogó la ley y los profetas, sino lo cumplió. El sacerdocio levítico y arónico fue reemplazado por un sacerdocio nuevo. Bajo los términos del Nuevo Pacto, todo creyente es un sacerdote de Dios en este orden. En éste no ofrecemos animales en sacrificio por el pecado como hacían los sacerdotes del Antiguo Pacto. Estamos llamados a ser un «…real sacerdocio», para ofrecer sacrificios espirituales y aceptables a Dios por Jesucristo (1 P2:5).

La palabra griega para «ofrecer» es «anafero», que significa llevar, adjudicar, conceder.

La palabra «sacerdote» significa «acercarse». En términos de la Ley, se utiliza con referencia a aquél que puede acercarse a la Presencia Divina (Ex. 19:22; 30:20). Se aplica usualmente a los hijos de Aarón, pero tenía una aplicación más amplia. Se aplica también a Melquisedec (Gn. 14:18), a Jetro (Ex. 3:1) y a los sacerdotes mencionados en Exodo 19:22, quienes ejercieron ministerios sacerdotales antes de la institución del sacerdocio arónico.

En Número 16:5 vemos tres cosas que se relacionan con el sacerdocio del Antiguo Testamento: «Mañana mostrará Jehová quién, es suyo, y quien es santo, y hará que se acerque a él; al que el escogiere…».

Apartad para el Señor- «…quién es suyo»

Santo- «… y quién es santo…»

Ordenados para acercarse a Dios- «…hará que se acerque a él».

La primera describe la posición del sacerdote. Ha sido santificado y apartado del mundo para el servicio de Dios.

La segunda describe su condición: es santo, consagrado al Señor. Todo vaso ofrecido a Dios era santificado para Su uso (Lv 27:28).

La tercera describe su ministerio y función – acercar a la gente a Dios.

Esto se refiere a todas las actividades que realizaba el sacerdote.

Puesto que el sacerdocio representaba al pueblo, su función también representa los elementos esenciales sobre los que se basaba toda la comunidad del pacto. Estos venían a ser:

      -Una compañía llamada y separada

      -Una nación santa, un pueblo peculiar

      -Un reino de sacerdotes para dios. Exodo 19: 4-6.

B) EN EL NUEVO TESTAMENTO

Somos la Iglesia. La compañía de los llamados. Llamados del Egipto pagano y del reino de Satanás a fin de vivir en santidad de vida para el Reino de Dios y de Su amado Hijo (Col. 1:13).

Tenemos que ser un pueblo santo. La santidad es esencial para el compañerismo y la comunión con Dios. «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (He. 12:14).

Debemos allegarnos a Dios. Para ofrecerle sacrificios espirituales que le agraden. «…sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (1P 2:5). «…ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios…» (He 13:15).

C) REQUISITOS DEL SACERDOCIO

Filiación. Dios eligió a los hijos de Aarón como sacerdotes (Ex.6:18-20; 28:1) Aarón fue el primer sumo sacerdote. Nosotros somos HIJOS de Dios y descendientes de nuestro Sumo Sacerdote – Jesucristo.

Ordenación. Los hijos de Aarón fueron ordenados para el sacerdocio por Moisés. Nosotros también somos ordenados para ser reyes y sacerdotes para Dios a través de Jesucristo (Ap. 5:10). El «sacrificio de alabanza» muestra que no siempre es fácil hacer esto. Tenemos que alabar al Señor en todo tiempo, y no sólo cuando es fácil hacerlo. Nuestro sacrificio de alabanza es el «fruto de nuestros labios» pronunciada audiblemente.

Rectitud. Levítico 21:17-21 nos dice en este respecto lo que sigue: «Ninguno…que tenga algún defecto, se acercará para ofrecer…las ofrendas encendidas para Jehová».

Limpieza. Se exigía que los sacerdotes se lavarán las manos y los pies antes de entrar en el tabernáculo (Ex 30:17-21; 40:30-32).

Vestiduras. Aún cuando no estuvieran sirviendo en el tabernáculo, los sacerdotes deberían usar una vestidura distintiva. De esa manera siempre se les podía reconocer como sacerdotes del Señor. Sin embargo, cuando servían en el santuario, se les requería que usaran su ropa oficial, la cual consistía de cuatro prendas. (Cuatro es el número del Reino de Dios. Así se les veía como siervos del Reino).

Unción. El candidato para el sacerdote era conducido hasta la puerta del Tabernáculo.

Su cuerpo era lavado con agua

Se le vestía con las ropas oficiales

Se le ungía con óleo santo (símbolo del Espíritu Santo Ex. 30:30)
Hijos de Dios. Solamente los Hijos de Dios que han sido verdaderamente regenerados tienen acceso al real sacerdocio. El espiritual. Hasta que esto no tome lugar en nuestras vidas, estaremos totalmente incapacitados para ofrecerle una genunina adoración como la que El requiere de todos los que desean servirle en espíritu y en verdad (Jn 4:24). La adoración espiritual verdadera es el resultado o producto de la presencia del Espíritu de Dios en la vida que le adora a través de un espíritu redimido y renovado.

Sacerdotes para nuestro Dios. Como hijos renacidos de Dios, somos un «…linaje escogido, real sacerdocio, una nación…» (1 P 2:9), Cristo «…nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes…» (Ap 5:10).

Rectos. Las manchas e imperfecciones físicas bosquejaban en Levítico 21:17-21 y aplicables al sacerdocio del Antiguo Testamento son también simbólicas, las cuales se aplican de la misma manera a los adoradores de hoy. No son las imperfecciones físicas las que impiden que asumamos nuestro papel sacerdotal, sino las espirituales, de las que las primeras son un tipo. Dios desea las alabanzas de un pueblo RECTO. Nuestra vida cristiana tiene que ser consistente con lo que profesamos en nuestra adoración a Dios. Una fuente no puede dar agua dulce y amarga al mismo tiempo. Ni una boca puede pronunciar bendición y maldición a la misma vez (Stg 3:9-11). No podemos alabar a Dios y maldecir al hombre con la misma boca. Estas cosas no pueden jamás deberán ocurrir (V. 10).

Limpios.

Jacob ordenó a su familia y a los que le acompañaban lo siguiente: «…Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos» (Gn 35:2). Esto debería hacerlo antes de subir a Bethel para edificar un altar al Señor, y adorar a Aquel quien les había respondido «en el día de su angustia».

    Moisés también insistió en que Israel se santificara y lavara sus vestiduras (Ex 19:10) en preparación para la manifestación del Señor en el tercer día.

    Dios insistió en que los sacerdotes lavaran sus manos y pies en el lavadero antes de entrar a realizar su ministerio en el Tabernáculo (Ex 30:18-21; 40:12-16)

    Nadab y Abihú murieron delante del Señor por no cumplir los requisitos que El había ordenado para los sacerdotes que debían servirle en el ministerio (Lv.20:1-3). Dios había declarado: «Yo seré santificado en los que vengan a mi y seré glorificado delante de todo el pueblo».

    Es vital que aceptemos esta advertencia. Allegarse ante la presencia del Santo de Israel no es algo que debe tomarse livianamente. La ejecución del oficio sacerdotal bajo el Antiguo Pacto era un grave privilegio, al igual que lo es el ministerio cristiano en nuestra época. Los términos de nuestro Pacto son muy superiores a los del Antiguo. Es de suma importancia evitar ser negligentes en nuestra preparación para la adoración de un Dios que se complace en la santidad de vida.

    El ministerio sacerdotal de muchas congregaciones se ha interrumpido porque,como Nadab y Abihú, no tuvieron cuidado a la hora de cumplir los requisitos que Dios tiene para los adoradores.

    b) Consideremos los cinco resultados recibidos cuando somos limpiados por la Sangre, la Palabra y el Espíritu.

Una conciencia pura. (He 10:22) Nuestra cercanía a Dios ya no está vinculada al rito de los sacrificios de los animales y del derramamiento de su sangre. El sacrificio de Cristo ha cumplido todo lo que estaba tipificado. Ahora somos rociados con la sangre de Cristo. Cuando recibimos Su poder por fe, nuestros corazones son «…purificados de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura» (He 10:22). Esta es la única manera de poder allegarnos a Dios en plena seguridad de fe.
Un corazón unido. Salmo 86:11. «Afirma mi corazón para que tema (reverencie) tu nombre». «Pecadores, limpiad las manos; y vosotros de losdoble ánimo, purificad vuestros corazones… Humillaos delante del Señor, y él os exaltará» (Stg 4:8,10).

      Aquí tenemos el equivalente del Nuevo Pacto cuando lo comparamos con los requisitos del Antiguo, el lavatorio de manos antes de servir al Señor. Tenemos que purificar nuestros corazones de una mente doble. Nunca deberíamos intentar ofrecer nuestra adoración a dios menos que nuestra mente esté totalmente concentrada en El. Ofrecer alabanza mientras nuestros pensamientos están discurriendo sobre otras cosas, es un grace insulto para la Persona y el Carácter de Dios.

Un corazón puro. Salmo 24:3,4 «¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón. El que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. «Un corazón puro produce motivos correctos. ¿Por qué alabamos a Diosí ¿Son nuestros motivos correctos o secretos y ulterioresí
Un corazón y un espíritu humilde. Salmo 51:17. «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no depreciarás tú, oh Dios». El «espíritu quebrantado» al que se refiere David no es un quebrantamiento de corazón en el sentido de alguien que está triste y deprimido. El espíritu quebrantado se refiere al que ha sido «domado» por la influencia divina, de la misma manera en que un caballo lo es por su dueño. El tal es un espíritu disciplinado y totalmente sumiso al Señorío de Cristo. Un corazón contrito es uno arrepentido y humilde. Esto describe la condición del corazón de David después que pasó por la experiencia de los juicios de Dios cuando cometió el pecado de adulterio con Bersabé.
Reverencia y temor piadoso. Salmo 89:7. «Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él».
11. Vestiduras. En lo que a la vestidura se refiere, no somos requeridos a usar indumentarias especiales como los sacerdotes del Antiguo Pacto; sin embargo, espiritualmente hay un significado muy real en la idea de que debemos estar vestidos de la santidad divina.

Vestidos de salvación. El Salmo 132:16 nos dice como sigue: «… vestiré de salvación a sus sacerdotes…» Las vestiduras de lino que usaban los sacerdotes simbolizaban dos cosas:

      – La ocultación de la carne: «Para que ninguna carne se gloríe en su presencia».

      – Dios estipuló el lino en lugar de la lana, porque éste evita la transpiración, no así la lana – la transpiración es un símbolo de la maldición y del esfuerzo propio (Gn 3.19). También por que el lino puede ser totalmente limpiado, pero no la lana.

      b) Vestidos de humildad. En 1 Pedro 5:5 somos exhortados a «vestirnos de humildad: porque Dios resiste a los soberbios…» El orgullo carnal no tiene lugar en la presencia de Dios.

      c) Vestidos de justicia. «…una gran multitud…que estaban delante del trono y en la presencia de Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en sus manos» (Ap 7:9).

      Se nos dice en Apocalipsis 19:8 que el lino fino (túnicas blancas) son las acciones justas de los santos.

      d) Vestidos de poder. En Lucas 24:49, Jesús ordenó a los discípulos esperar en Jerusalén hasta que fueran dotados (vestidos) de poder desde el alto.

      Al igual que los antiguos sacerdotes eran ungidos con óleo antes de iniciar sus ministerios, también nosotros tenemos que vestirnos con el poder del Espíritu para cumplir correctamente nuestra función como sacerdotes. Jesús mismo no comenzó Su ministerio hasta que fue vestido por el Espíritu en el jordán (Mt 3:16).

12. Ministros para servir como sacerdotes del Nuevo Pacto para Dios:

    a. Nosotros. Ro. 12:1. «… sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional».

    La presentación de todo nuestro ser a Dios para ser plena y eternamente Suyos. Para que podamos glorificarle con todo nuestro ser interior (Sal 103:1). 1 Tesalonicenses 5:23: «…y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.» Somos seres tripartitos: espíritu, alma y cuerpo. David nos instruye como sigue: «Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre» (Sal 103:1).

      – El espíritu. «Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lc 1:47).

      – El alma. «Bendice, alma mía, a Jehová…» (Sal 103:1).

      – El cuerpo. «…todos (toda carne o cuerpos) bendigan su santo nombre…» (Sal 145:21).

    b. El sacrificio de alabanza. Hebreos 13:15,16. El «sacrificio de alabanza» muestra que no siempre es fácil o conveniente hacer esto. Tenemos que alabar al Señor en todo tiempo, y no sólo cuando es fácil hacerlo.

    Nuestro sacrificio de alabanza es el «fruto de nuestros labios» – alabanza que es verbalizada – pronunciada audiblemente.

    c. Demostraciones de la alabanza. «… para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 P 2:9).

    d. Nuestros cánticos de salmos, himnos y canciones espirituales (Ef 5:19; Col 3:16).

    e. Haciendo todas las cosas. para la gloria de Dios (1Co. 10:31).

    f. Nuestros bienes. » Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; Y serán llenos tus graneros con abundancia, Y tus lagares con rebosarán de mosto» (Pr 3:9, 10).

Bajo el Antiguo Pacto, Dios requería que cuando los sacerdotes vinieran delante de El, nunca que acercaran con las manos vacías. Siempre deberían traer una ofrenda (1 Cr 16:29; Ex 23:15; 34:20 ; Dt 16:17).

Nunca debería ir ante El con las manos vacías. Tenemos que allegarnos a Su trono con alabanza, adoración y acción de gracias, expresándole nuestra alabanza con cuanto de regocijo y con nuestra substancia.

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