Orgullo y humildad.

Porque el que a sí mismo se engrandece ser? humillado, y el que se humilla ser? engrandecido (Mateo 23,12).

La humildad es una ley del Reino de los Cielos, una virtud que Jesís predica a lo largo de todo el Evangelio. Él nos invita a dejar de pensar en nosotros mismos para poder pensar en los demás. Jesís plante? esta profunda cuesti?n del orgullo frente a la humildad, pues la mayor?a de nosotros puede identificarse con lo que Jesís dec?a de los escribas y fariseos. Es cierto que no llevamos porciones de las Escrituras en la frente o en los brazos, o largas borlas como marcas de orgullo (Mateo 23,5) pero ¿acaso no anhelamos reconocimiento y respeto, aunque no sean honores y títulos ampulososí Señor, no es orgulloso mi corazón, ni son altaneros mis ojos, ni voy tras cosas grandes y extraordinarias que están fuera de mi alcance (Salmo 131,1).

Quiz?s los honores y títulos no tengan nada de malo en sí mismos pero lo condenable es el corazón arrogante que se hincha con la admiraci?n humana más que con el servicio a Dios; es el ego?smo, un fruto de la soberbia. Y un alma soberbia nunca entrar? en el Reino de Dios, porque el soberbio no puede unirse a Dios. Jesís nos advirti? que no deb?amos buscar para nosotros el honor que corresponde a nuestro Padre celestial, haciendo esencial el concepto de referirnos a Dios como Padre, algo que en la antigüedad pocas veces se menciona (Deuteronomio 32,6; Isa?as 63,16 y 64,8; Malaquías 2,10) y nos expresa así la ?ntima relación que significa abb?. En un nivel más profundo Jesís enseñaba que nuestra relación con el Padre Dios es tan especial que debemos guardarnos de que los impulsos del orgullo la pongan en peligro: El más importante en el Reino de los Cielos es el que se humilla y se vuelve como un niño (Mateo 18,4) Estoy callado y tranquilo, como un niño reci?n amamantado que está en brazos de su madre. ¡Soy como un niño reci?n amamantado! (Salmo 131,2).

Los escribas y fariseos eran ejemplos de personas que trataban de ser justos por sus propios medios; estudiaban atentamente la ley buscando todas las posibles variaciones de interpretaci?n, declarando lo que estaba permitido y lo que no, procurando recibir la aprobaci?n y el aplauso de la gente. Como afirmaba Jesís: De veras les digo que ya han recibido toda su recompensa (Mateo 6,2). Él condenaba su hipocresía pero no sus títulos; señal? que ciertos títulos son adecuados, como por ejemplo hermano (Mateo 23,8) y servidor (Mateo 23,11), los cuales indican servicio, humildad e igualdad. Mís adelante Jesís habla de enviar profetas, sabios y maestros (Mateo 23,34), títulos que denotan servicio a Dios y a otras personas. Dios desea que su pueblo sirva humildemente y sin arrogancia, porque estamos llamados a ser como Jesís, a servirnos los unos a los otros, y no a querer dominar a los demás con altaner?a y orgullo.

La primera carta de Pablo a los tesalonicenses nos ayuda a entender las palabras de Jesís: Cuando ustedes escucharon la Palabra de Dios que nosotros les predicamos, lo recibieron como mensaje de Dios y no como mensaje de hombres, y en verdad es la Palabra de Dios que produce sus resultados en ustedes los que creen (1 Tesalonicenses 2,13). Es sÉlo por la obra de Jesís y su Palabra en nosotros que podemos doblegar la vanidad de nuestro corazón y servir a Dios y al prójimo con genuina humildad: Señor, ¿a quién podemos acudir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído y sabemos que T? eres el Santo de Dios, eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente (Juan 6,68 – 69; Mateo 16,16).

¡¡¡Jesís, Señor nuestro, toma el corazón orgulloso que tenemos y c?mbialo por uno que desee servir con humildad!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per?

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