[PalabrasDeFe] La falta de no escuchar a Dios


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La falta de no escuchar a Dios
Por: Charles Stanley
El capítulo 3 de Hebreos tenemos dice: «Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto» (vv. 7, 8). En este pasaje, el autor está narrando la conducta de los israelitas cuando llegaron a Refidim y no encontraron agua allí. Hay varias razones por las que a veces endurecemos nuestros corazones cuando Dios habla, pero este relato revela uno que a menudo pasamos por alto. Tiene que ver con el momento oportuno.
La palabra «hoy» indica una ventana abierta establecida por imposición del tiempo. Cuando Dios habla, la carne quiere tomar tiempo para pensarlo otra vez. Nos gusta decirnos a nosotros mismos que estamos probando los espíritus para ver si son de Dios. Esto a veces es necesario, pero puede convertirse fácilmente en una salida para justificar nuestra desobediencia. Decimos a menudo que estamos «luchando» con una cuestión, cuando en realidad queremos decir que estamos aplazando la obediencia.
Es peligroso demorarse cuando Dios habla. El aplazamiento es un terreno fértil para la duda y la confusión. Es por eso que se nos urge: «Exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado» (He. 3:13). El apóstol Pablo nos alerta: «He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación» (2 Co. 6:2). Actúe ya, para tener un corazón blando.
Miremos nuevamente el pasaje de Jeremías 6:16.
En su segunda carta a Timoteo, Pablo le encarga la responsabilidad de predicar la Palabra, y de redargüir y reprender con toda paciencia (2 Ti. 4:2). Difícilmente un pastor podría tener un encargo más delicado que éste, porque son pocas las personas que reaccionan bien cuando son amonestadas. Su reacción a la reprensión indica su calidad de cristianismo. La Biblia nos dice que el que rechaza la amonestación se menosprecia a sí mismo, pero el que la ama adquirirá sabiduría y habitará entre los sabios (Pr. 15:31, 32).
Cada vez que somos reprendidos, estamos ante una encrucijada de posibilidades para el bien o para el mal. Podemos aceptar la corrección y crecer, o podemos rechazarla y comenzar la resbalosa pendiente descrita en 2 Timoteo 4. Aquí Pablo explica la conducta de quienes se sienten molestos por la reprensión. Dice que se apartarán de la sana doctrina y se unirán a los que «halaguen» sus oídos. Buscarán con afán una iglesia o unos maestros religiosos incapaces de ajustarse a todo el consejo de Dios. Entonces «apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas» (v. 4). Los creyentes que han cambiado la verdad por las fábulas posiblemente no recuerdan el momento en que lo hicieron, pero pudo haber comenzado cuando rechazaron alguna enseñanza de la Biblia.
No podemos permitirnos «apartar el oído», aunque nuestros críticos sean inmaduros, ignorantes o malos. Dios puede hablar por medio de cualquiera. No olvidemos el asna de Balaam (Nm. 22).

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