[CE-Peru] Generosidad.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros antepasados, digno de honor y de toda alabanza por siempre. Bendito tu nombre santo y glorioso. Bendito eres en tu santo y glorioso templo. Bendito eres tú que te sientas en trono de rey. Bendito eres tú que con tu mirada penetras los abismos. Bendito eres en la bóveda del cielo, digno de alabanza y de gloria por siempre.
 
¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada en cada uno de nuestros actos! Tenía aún bastantes cosas que decirnos antes de que le entregaran a los romanos para ser crucificado. Muchos discípulos le acompañaban en el Templo, esperando ver grandes signos. Pero Él se fija en una pobre viuda, que entrega a Dios todo lo que tiene: dos pequeñas monedas. Se conmueve al ver la generosidad de ese corazón sencillo, que gana en valor a la de todos los ricos allí presentes, porque el amor no se mide por unidades sino en tantos por ciento: no importa la cantidad, sino la totalidad de la entrega de lo que uno tiene para dar. A Cristo no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.

Hay en la escena (Lucas 21,1 – 4) algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de ser una condena a los ricos, pues seguramente se sintió a gusto al ver cómo ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia los que cuentan con los medios necesarios. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que Dios no mira las apariencias como los hombres. Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios. Darlo todo. El dar solo lo que sobra, es una verdadera muestra de no-amor hacia cualquiera. La persona que ama no solo da de lo que tiene sino que busca que eso que dará sea lo mejor, pues quien lo recibirá será la persona amada.

 
Hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI, y quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros; todas las cosas por pequeñas que sean deben ser realizadas con mucha atención y con el máximo esmero y diligencia, porque hacerlas con ligereza y precipitación es señal de presunción; el verdadero humilde está siempre en guardia para no fallar aun en las cosas más insignificantes; así como el orgulloso quiere singularizarse siempre, el humilde se complace en las cosas corrientes y ordinarias.
 
Les aseguro que cualquiera que por causa del Reino de Dios haya dejado casa, esposa, hermanos, padres o hijos recibirá mucho más en la vida presente, y en la vida venidera recibirá la vida eterna (Lucas, 18,29 – 30) nos dice el Señor; Él nos quiere felices también en esta vida, pues quienes le siguen con generosidad obtienen ya aquí en la tierra, un gozo y una paz que superan con mucho las alegrías y consuelos humanos. Esta alegría es un anticipo del Reino del Cielo. El tenerle cerca es ya la mejor retribución.
 
Jesús, mirando mi vida, ¿puedes también decir: éste ha dado todo lo que tenía para vivir; o más bien: ha entregado como ofrenda parte de lo que le sobra? No cuentan los títulos, ni los honores, ni la espectacularidad de los éxitos humanos. Tú miras el corazón y esperas de cada uno esas dos monedas diarias: el servicio a Dios y el servicio a los demás. La santidad está al alcance de la mano, porque cuando tratamos de hacerlo todo por Él no hay cosas pequeñas: todo es grande. Por eso es importante que cada mañana ofrezcamos todo lo que vayamos a hacer ese día: pensamientos, palabras y obras, y la vida entera con amor.
 
¡¡¡Oh Señor, quiero sentirme muy reanimado al leer tu santa palabra en la Escritura y poder así resistir mejor los apremios de tus enemigos y permanecer fiel a tu verdad. Espíritu Santo, concédeme la gracia y sabiduría necesarias para resistir las diarias presiones que me instan a abandonar el recto camino!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz. 
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú – SurAmérica
                               
 
 
 
 


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