Se?ales de la proximidad del Reino.

  Vi que venía entre las nubes alguien parecido a un hijo de hombre, el cual fue a donde estaba el Anciano; y le hicieron acercarse a él. Y le fue dado el poder, la gloria y el reino, y gente de todas las naciones y lenguas le servían. Su poder será siempre el mismo, y su reino jamás será destruido (Daniel 7,13 - 14).
  
  Jesús, delante del tribunal del Sumo sacerdote Caifás, quien conocía también esa profecía, aplicó este texto a Sí mismo reivindicando así la igualdad con Dios, tomando el título de Hijo del hombre y anunciando su venida sobre las nubes del cielo (Mateo 26,64); esto le valdrá su condenación a muerte por blasfemo. La parábola de la higuera al final del discurso de Jesús sobre las señales del fin universal (Lucas 21,29 - 31) hace aproximadamente dos mil años no puede ser más actual. No hace falta detenerse demasiado en dicho discurso para encontrar rápidamente el paralelismo entre lo que Cristo nos describe y lo que nosotros vivimos en la actualidad. Ante tanta adversidad el mensaje de Cristo es, como siempre, esperanzador: el Reino de Dios está cerca. Somos pues, hijos todos de la misma generación, descendientes de Adán y Eva, los expulsados del paraíso. Pero hijos principalmente de Dios, que nos dignifica a través de su Hijo Jesucristo y que nos muestra ya la higuera que retoña, es
decir, el Reino naciente en cada corazón que le ama.

El tiempo ha demostrado la autenticidad de las palabras de Nuestro Señor: El cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán (Lucas 21,33). Esta sorprendente expresión de Jesús está cargada de un profundo significado, nada perdura en el tiempo, sólo Él es eterno, sólo Él puede decir siempre. Por eso nos equivocamos si centramos nuestra vida en lo estrictamente pasajero, material y efímero. Debemos anclarnos en Cristo, con Él no damos pasos en falso; nuestra responsabilidad es no perder más el tiempo, el tiempo es un regalo de Dios de valor incalculable. Utilizarlo de cara a Él, obedeciendo su santa voluntad. He ahí la tarea del cristiano y lo único que puede darnos la felicidad.

En Cristo y por la fe en Él podemos acercarnos con confianza y gran esperanza al trono de Dios (Efesios 3,12); la senda es estrecha y espinada, y cuesta transitarla, pero vamos acompañados y guiados por el Maestro. Este pasaje nos llama a volver a la frescura del Evangelio, a buscar la autenticidad del mensaje cristiano, seguros de que no pasa, jamás se desfasa, ni es atemporal. Dios nos ama infinitamente y por ello nos da a Jesús como Hijo del hombre, que permanece ante su trono para que tengamos acceso a su presencia, guiados y bendecidos por su Hijo Jesús. Es nuestra gran esperanza en este mundo plagado de egoísmos, conflictos, odios, codicias, soberbia, lujuria. 
  
  ¡¡¡Padre Dios, tú que te has revelado por medio de tu Hijo Jesús, ayúdanos a confiar y acercarnos más a ti. Muéstranos tu amor y tu dominio sobre cada situación de nuestra vida!!!

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