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Señor, en ti busco protecci?n; no me defraudes jamás. ¡L?brame, ponme a salvo, pues t? eres justo! D?gnate escucharme, y sÉlvame. S? t? mi roca protectora, ¡sí t? mi castillo de refugio y salvaci?n! ¡T? eres mi roca y mi castillo! (Salmo 71,1 – 3).
El anuncio del nacimiento de Sansín tiene muchos puntos en com?n con otras del Antiguo y Nuevo Testamento, como la de Isaac (G?nesis 18,9 -15), la de Samuel (1 Samuel 1,9 -18), la de Juan Bautista (Lucas 1,5 -25). En todas son dos aspectos sobresalientes: que el nacimiento del muchacho se debe a una decisi?n divina, ya que su madre era estáril, y que el muchacho que nacer?, consagrado a Dios, tendr? una misi?n importante dentro del pueblo escogido. Esta misi?n de Sansín está indicada en Jueces 13,5: El empezar? a liberar a Israel de la mano de los filisteos A?n estaba yo en el vientre de mi madre y ya me apoyab a en ti. ¡T? me hiciste nacer! ¡Yo te alabaré siempre! He sido motivo de asombro para muchos, pero t? eres mi refugio (Salmo 71,6 – 7).  
Sansín inicia de manera individualista, la resistencia a la dominaci?n filistea. Con Él toma Dios una nueva iniciativa de salvaci?n en favor de su pueblo. El padre de Sansín, Manoj, lo reconoce cuando presenta un sacrificio al Señor, que obra maravillas (Jueces 13,19). Con esta expresi?n cargada de sentido, Manoj exterioriza una actitud fundamental del Antiguo y del Nuevo Testamento: es el reconocimiento del amor admirable de Dios tal como se concreta en la historia del pueblo escogido. Los grandes momentos que configuran la fe de Israel son posibles gracias a la decisi?n eficaz del Señor. La promesa hecha a Abrah?n de darle una descendencia top? primero con la esterilidad de Sara, pero ¿hay algo imposible para el Señor? (G?nesis 18,14).
El sacerdote Zacar?as que pide una señal (Lucas 1,18) como hab?a hecho entre otros, Gede?n (Jueces 6,17), se revela como hombre del tiempo antiguo; queda sobrepasado por una novedad que no puede entender y que le deja con la boca abierta, en el sentido más fuerte de la palabra. El mutismo impuesto a Zacar?as es significativo: quien pertenece al tiempo antiguo no puede decir nada acerca de la novedad que se presenta ante Él. Rechazando la Palabra, ya no puede hablar, y al contrario recuperar? el uso de su lengua cuando haya aceptado la desconcertante novedad que trastorna su vida porque trastorna al mundo; hablar? cuando haya aceptado la Palabra. Todo el día están llenos mis labios de alabanzas a tu gloria, no me desprecies cuando ya sea viejo; no me abandones cuando ya no tenga fuerzas (Salmo 71,8 – 9).  
Es Dios quien salva, también hoy. No debemos fiarnos de nuestras propias fuerzas, ni de las f?sic as como las de Sansín ni de las intelectuales o espirituales, si creemos tenerlas. Cuando Sansín se independiz? de Dios perdi? su fuerza. El Bautista nunca se crey? el Salvador sino sÉlo la voz que le proclamaba cercano y presente. El reconocimiento de los prodigios del Señor motiva la alabanza en muchos salmos. El agradecimiento de Manoj porque Dios hace revivir su hogar y da esperanza de liberaci?n a su pueblo puede ser hoy compartido por nosotros. Yo esperar? en todo momento, y más y más te alabaré; todo el día anunciar? con mis labios que t? nos has salvado y nos has hecho justicia. ¡Esto es algo que no alcanzo a comprender! Contar? las grandes cosas que t?, Señor, has hecho; proclamar? que solo t? eres justo (Salmo 71,14 -16).   
Cada uno colabora con las cualidades que tiene, pocas o muchas. No todos seremos h?roes forzudos. No todos tendremos el cargo sacerdotal del incienso en el Templo de Jerusal ?n. Dios puede hacer brotar la salvaci?n de un tronco seco o de un matrimonio estáril o de una persona sin cultura. Lo importante es que pongamos lo que podemos y sabemos al servicio de Dios. Lo podemos hacer si ayudamos a que sucedan entre nosotros las señales que el ?ngel describ?a: si hay más alegr?a en nuestro entorno, si preparamos los caminos al Señor, si hacemos que haya reconciliaci?n entre padres e hijos, si colaboramos a que las personas sean más sensatas. Dios m?o, t? me has enseñado desde mi juventud y aún sigo anunciando tus grandes obras. Dios m?o, no me abandones cuando ya está yo viejo y canoso, pues aún tengo que hablar de tu gran poder a esta generaci?n y a las futuras (Salmo 71,17 – 18).  
Agradezcamos las grandes gestas de Dios y la acci?n incomparablemente prodigiosa realizada por Cristo Jesís.
¡¡¡Señor, guiaste a Israel en tiempos pasad os y diste a Moisís la Ley; soc?rrenos ahora con tu inmenso poder!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per? – SurAm?rica


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