[GRUPOMINISTERIOMUJER] El quijote y la Biblia *

EL QUIJOTE Y LA BIBLIA
Pr. Joaquín Yebra.
   
En este año 2005 se cumple el cuarto centenario de la aparición de la primera edición del libro titulado ?Las Aventuras del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha?, la obra más representativa de la lengua castellana. Tratándose de una obra en dos partes, la primera de ellas apareció en Madrid, en el mes de Enero del año 1605, y la segunda lo haría también en la Villa y Corte, en el mes de Octubre del 1615.
¿Qué sabemos de su autor?
De Miguel de Cervantes Saavedra, sabemos que nació en Alcalá de Henares, en el año 1547. Participó en la batalla de Lepanto, donde fue herido y hecho cautivo en Argel durante cinco años. De regreso a España, en 1580, sufrió también prisión por acusaciones nunca comprobadas. Cervantes dio a conocer casi la totalidad de su obra literaria en los últimos años de su vida. Murió en 1616, el mismo año en que fallecía también William Shakespeare.
Sorprende la profusión de textos y referencias a la Biblia en ?El Quijote?. De ahí que mucho se haya discutido acerca de la religiosidad de Miguel de Cervantes. Son muy numerosos y dispares los criterios al respecto. Ortega y Gasset, y después Américo Castro, afirmaron que Cervantes fue realmente hipócrita en materia religiosa, nadando siempre a dos aguas, sin una clara definición sobre la misma. Según Astrana Marín, otro renombrado cervantista, esta acusación carece de sentido, mientras que Leandro Rodríguez está convencido de que Miguel de Cervantes era en realidad un judío converso e hijo de conversos, lo que explicaría su buen conocimiento de las Sagradas Escrituras.
Uno se pregunta cómo puede haber tanta discrepancia y ambigüedad sobre la persona de Cervantes en cuanto a la cuestión religiosa. Quizá la respuesta se halle en un hecho que no conviene olvidar respecto a aquellos días, y es que el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición funcionaba a pleno ritmo, y las hogueras inquisitoriales seguían ardiendo. En nuestros días podemos hablar abiertamente, gracias a Dios, pero en el momento histórico que nos ocupa, unos cuatrocientos años atrás, las cosas eran muy diferentes. No obstante, podemos hallar algún pasaje en ?El Quijote? donde Cervantes, sutil y veladamente, ridiculiza al Tribunal del Santo Oficio, como, por ejemplo, en el capítulo 69 de la segunda parte:
?Salió, en esto, de través, un ministro, y llegándose a Sancho, le echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio, y díjole al oído que no descosiese los labios, porque le echarían una mordaza o le quitarían la vida. Mirábase Sancho de arriba abajo; veíase ardiendo en llamas; pero como no le quemaban, no las estimaba en dos ardites. Quitose la coroza; viola pintada de diablos; volviósela a poner, diciendo entre sí: ?Aun bien que ni ellas me abrasan ni ellos me llevan.?
Cervantes, con profunda ironía, se burla del Santo Oficio de la Inquisición en las palabras que pone en la boca de Sancho, que son como decir: ?Ni las llamas de la Inquisición me pueden quemar, ni los miembros de su Inquisición me pueden llevar.?
Es evidente que Cervantes no adopta una postura abiertamente contraria a la Religión Católica Romana. Es lógico pensar que nuestro hombre ?nadara y guardara la ropa?, por cuanto en aquellos días la lucha contra la Reforma de la Iglesia era muy enconada, y las hogueras inquisitoriales funcionaban a pleno rendimiento. No obstante, Cervantes se atreve a criticar igualmente a los poderosos jesuitas, aunque, naturalmente, lo hace sin nombrarles abiertamente. Encontramos un pasaje bastante interesante al respecto en el capítulo 31 de la segunda parte del libro:
?La Duquesa y el Duque salieron a la puerta de la sala a recibirle, y con ellos un grave eclesiástico destos que gobiernan las casas de los príncipes; destos que no nacen príncipes, no aciertan a enseñar cómo lo han de ser los que lo son; destos que quieren que la grandeza de los grandes se mida con la estrechez de sus ánimos; destos que, queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser miserables; destos tales digo que debía ser el grave religioso que con los Duques salió a recibir a don Quijote.?
¿Por qué pensamos que Cervantes se refiere a un jesuita y no a un religioso de cualquier otra orden? Dos razones. La primera, porque se refiere a él denominándole ?religioso? y no ?fraile?, que sería más natural en la época que nos ocupa. Recordemos que los jesuitas nunca aceptaron de buen grado ser llamados ?frailesí, sino ?religiososí. La segunda razón es que Cervantes le describe como perteneciente a aquellos que ?gobiernan las casas de los príncipesí. De todos es sabido que la ?Compañía de Jesúsí siempre ha procurado estar presente en las grandes casas y en los palacios, en calidad de tutores y directores espirituales.
Muy sutilmente, Cervantes se burla también del papado, como se desprende de la ridiculización de las cabezas coronadas, que hallamos en el capítulo doce de la segunda parte. Don Quijote le pregunta a Sancho si ha visto alguna pieza teatral en la que los cetros y las coronas de los actores fueran de oro, sino de oropel o de hoja de lata. Y le dice el Señor al escudero:
?¿No has visto tú representar alguna comedia adonde se introducen reyes, emperadores y pontífices, caballeros, damas y otros diversos personajesí Uno hace el rufián, otro el embustero, éste el mercader, aquél el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple; y acabada la comedia y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales… Sí, lo he visto – respondió Sancho. ? Pues lo mesmo ? dijo don Quijote ? acontece en la comedia y trato de este mundo, donde unos hacen de emperadores, otros de pontífices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.?
¿Conocía Cervantes La Biblia?
Es un hecho probado que Miguel de Cervantes conocía las Sagradas Escrituras. Y no sólo las conocía, sino que las amaba y tenía en alta estima. Por ejemplo, en el prólogo de la primera parte de ?El Quijote?, Cervantes se refiere a la Biblia llamándola ?Divina Escritura?. No puede ser más evidente la prueba que encontramos en un poema que aparece en sus ?Comediasí, concretamente en la titulada ?El Rufián Dichoso?, en el cual exalta el Salterio davídico:
?Salmos de David benditos,
cuyos misterios son tantos
que sobreceden a cuantos
renglones tenéis escritos;
vuestros conceptos me animen
que he advertido veces tantas,
a que yo ponga mis plantas
donde el alma no lastimen;
no en los montes salteando
con mal cristiano decoro,
sino en los claustros y el coro
desnudas, y yo rezando.?
Las citas bíblicas con que nos topamos en las páginas de ?El Quijote? son numerosísimas. Rodríguez Marín, entre muchos otros insignes cervantistas, destaca el hecho de la gran abundancia de citas escriturales y alusiones más o menos directas a la Biblia, tanto en ?El Quijote? como en las demás obras de Cervantes. Por ejemplo, en ¿s Trabajos de Persiles y Segismunda?, nuestro autor alude a uno de los libros de las Sagradas Escrituras menos conocidos entre los cristianos de aquella España, e incluso de la nuestra: El Levítico. Mauricio responde a Constanza, y le dice así:
¿En verdad, señora, que si yo no estuviera enseñado en la verdad católica, y me acordara de lo que Dios dice en el Levítico, no seáis agoreros ni deis crédito a los sueños, porque no a todos les es dado el entenderlos.?
Sin embargo, no hay duda de que es en ?El Quijote? donde podemos hallar más citas y alusiones escriturales., a lo que contribuye, naturalmente, tanto la propia naturaleza de la obra como su extensión. Y lo más sorprendente del caso es que Cervantes no escribe su novela con un ejemplar abierto de la Santa Biblia al lado, del cual puede copiar citas textuales, literalmente, sino que es evidente que nuestro autor cita los textos y pasajes de la Biblia de memoria, entremezclándolos con su propio discurso, lo que prueba que la conocía y la leía asiduamente.
Juan Antonio Monroy, en su delicioso libro ?La Biblia en El Quijote?, afirma que después de realizar tres lecturas minuciosas de la obra de Cervantes, ha encontrado nada menos que trescientas referencias a las Sagradas Escrituras. Monroy manifiesta que no cree se trate de un hallazgo exclusivo, sino que en ulteriores exploraciones del texto cervantino podrán seguramente descubrirse más citas y alusiones bíblicas.
Veamos algunos ejemplos: Cervantes cita a la Reina de Sabá y Salomón, en el capítulo 21 de la primera parte. A David y Betsabé, en el capítulo 27 de la primera parte. En el capítulo 13 de la primera parte hallamos un claro paralelismo con el capítulo 10 del Evangelio según Juan. En el capítulo 22 de la segunda parte, Cervantes mezcla textos de los libros de Job, Salmos, Eclesiastés e Isaías. Más de trescientos personajes bíblicos son citados por Cervantes en ?El Quijote?, y todos ellos, sin excepción, son tratados por nuestro autor con sumo respeto.
¿Qué Biblia sería la que Miguel de Cervantes tendría en su biblioteca?
Esta es una pregunta que siguen haciéndose muchos cervantistas hasta el día de hoy. Nosotros no sabemos si nuestro autor conocía suficientemente bien la lengua latina como para leer la ?Vulgata?, traducida de los idiomas originales al latín por Jerónimo. Pudiera ser que Cervantes tuviera acceso a algunas de las versiones francesas, alemanas o inglesas que ya circulaban en aquellos días. Sin embargo, cualesquiera que fuese la versión bíblica a la que Cervantes pudiera acceder, lo ciertísimo es que el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición había prohibido terminantemente la lectura de la Biblia en lengua romance a los laicos.
La primera versión al castellano de que tenemos noticia es el ?Antiguo Testamento?, del Rabino David Quimhí, manuscrito del año 1230. Quizá llegara un ejemplar o algún fragmento a manos de Cervantes, aunque no parece muy probable. De hecho, no nos ha llegado ningún ejemplar de esta obra hasta nuestros días. Sólo conocemos su existencia por los documentos inquisitoriales en los que se prohibía al pueblo la lectura de las Sagradas Escrituras en lengua vernácula. También pudo haber tenido acceso a la denominada ?Biblia Alfonsina?, por haber sido el rey Alfonso X el Sabio quien encargara la traducción de las Sagradas Escrituras a la lengua de Castilla. De esa versión sí nos han llegado algunos ejemplares manuscritos que se conservan en la magna biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Entre las versiones impresas, tenemos la llamada ?Biblia de Ferrara?, de 1553. Se trata de la primera Biblia castellana impresa. Toma su denominación de la ciudad de Ferrara, en Italia, lugar que hacía ya tiempo se había convertido en un importante centro de emigración judía. La colonia hebrea era ya notable cuando llegaron los judíos expulsados por los Reyes Católicos en 1492. Allí vería la luz esta hermosísima traducción a la lengua que los hijos de Abraham se llevaron consigo de España. Así reza su título: ?Biblia en lengua española traducida palabra por palabra de la verdad hebrayca por muy escelentes letrados, vista y examinada por el Officio de la Inquisición.?
Juan de Valdés tradujo el Nuevo Testamento y los Salmos hacia el año 1557.
Marcelino Menéndez y Pelayo, en sus ?Estudios y Discursos de Crítica Histórica y Literaria?, encomia a este reformista español, diciendo que ?fue uno de los espíritus más finos y delicados, y uno de los más admirables prosistas de la literatura española.?
Quizá Cervantes accedió al Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas, nacido en Burgos en el año 1520. Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, y dedicó muchos años de su vida a la traducción del Nuevo Testamento al castellano. Tras muchas vicisitudes, logró hacerlo imprimir en la ciudad Amberes, muy poco tiempo antes del nacimiento de Miguel de Cervantes.
En esos días nos encontramos también con Casiodoro de Reina, quien nace en Montemolín, en el sur de Badajoz, en el año 1520, y fallece el 15 de Marzo de 1594 en Frankfurt. Empleó 12 años de su vida en verter las Sagradas Escrituras al castellano. Su traducción fue la primera completa y directa de las lenguas originales ?hebreo, arameo y griego- a la lengua de Castilla. Todas las versiones anteriores a la suya, si fueron directas no fueron completas, y si completas no fueron directas. La primera edición vio la luz el día 15 de Agosto del año 1569, en la ciudad de Basilea, Suiza. Sufragaron los gastos de aquella impresión amigos de España, la venta de las joyas de su esposa, Ana de León, y la liquidación de algunos bienes del propio Casiodoro. Aún así, sólo lograron costear la impresión de dos mil seiscientos ejemplares. Manuel Pérez del Busto (1906-1977) le dedica un breve pero hermoso poema:
?Oh, singular Casiodoro
que, de un modo inteligente,
nos has llevado a la fuente
que mana palabra de oro.
Todo su inmenso tesoro,
Tan divino y tan humano,
recogió tu noble mano
con tan singular intento,
que lograste un monumento
con la Biblia en castellano.?
Esta versión de Casiodoro de Reina fue revisada por Cipriano de Valera, quien empleó 20 años en su trabajo. El Nuevo Testamento revisado por Cipriano vio la luz en Londres, en el año 1596, y la Biblia completa fue publicada en Amsterdam, en 1602, tres años antes de la aparición de la primera parte de ?El Quijote? en Madrid.
¿Cómo pudo Miguel de Cervantes acceder a alguna de estas versiones de la Biblia?
Efectivamente, resulta difícil imaginar cómo podría acceder a las Escrituras nuestro autor, cualesquiera que fuese la versión, completa o fragmentada, teniendo en cuenta que la lectura de la Biblia en lengua vernácula estaba terminantemente prohibida por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Además, se habían tomado muy estrictas precauciones para evitar la importación de los libros procedentes de las naciones que habían abrazado a la Reforma, o donde reinaban aires de mayor libertad. Se destinaron funcionarios a las fronteras marítimas y terrestres con el fin de registrar todos las mercancías e investigar a todos cuantos pretendieran introducir libros. Todos los accesos a España quedaron cerrados a cal y canto, bajo un rigurosísimo control que frenaría el progreso de la iluminación del Evangelio.
Aquí entra en escena un curioso personaje llamado Julián Hernández, pero conocido cariñosamente por ?Julianillo?, a causa de su pequeña estatura, causada por su joroba. Lo cita Marcelino Menéndez y Pelayo en su ?Historia de los Heterodoxos Españolesí, donde nos dice que los Nuevos Testamentos transportados por Julianillo fueron distribuidos ampliamente en muchas localidades, especialmente en tierras de Sevilla y Valladolid. Comoquiera que Miguel de Cervantes residiera en ambas urbes, bien pudiera haber accedido a algún ejemplar de dichos Nuevos Testamentos.
Respecto de Julián Hernández sabemos que era natural de Villaverde del Campo, en tierras manchegas. Su aspecto era macilento y deforme. Había recorrido Alemania y los Países Bajos trabajando como cajista de imprenta, lo que le había permitido conocer las obras de los Reformadores. Un día se presentó ante el Dr. Juan Pérez de Pineda para ofrecerse como amanuense y corrector de pruebas. Después, idearía un plan para introducir la Palabra de Dios en España, haciéndose pasar por arriero, y así transportó desde Ginebra, en Suiza, a España, toneles repletos de Nuevos Testamentos, de la traducción realizada por el Dr. Juan Pérez de Pineda, cuya dedicatoria reza así: ?Al Todopoderoso Rey de los cielos y tierra, Jesu-Cristo, verdadero Dios y Hombre, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificiación; glorificado y sentado a la diestra de la Magestad en los cielos; constituido Juez de vivos y muertos; Señor y Hacedor de toda criatura; sea gloria y honra y alabanza en siglos de siglos.? En la biblioteca de la Universidad de Ginebra se halla un ejemplar de la traducción castellana del Nuevo Testamento del Dr. Juan Pérez, fechado en el año 1556. Los eruditos afirman que realmente esta obra no fue, estrictamente hablando, una traducción, sino más bien una revisión de la traducción del Nuevo Testamento que realizara Francisco de Enzinas, y que se imprimiera en Amberes, en el año 1543.
Su labor llegaría a su fin cuando fue denunciado al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Llevado preso a la cárcel inquisitorial de Sevilla, Julianillo no ocultó su empresa de distribución de las Sagradas Escrituras, sino que la confesó valientemente al ser interrogado por el Santo Oficio de aquella entenebrecida España. Después de haberle dislocado muchos de sus huesos en el martirio del potro, fue quemado vivo, junto a catorce personas más, en el auto de fe que tuvo lugar en Sevilla el día 22 de Diciembre del año 1560. Mientras era conducido a la pira, Julianillo entonaba esta coplilla:
?Vencidos van los frailes, vencidos van.
Corridos van los lobos, corridos van.?
Todos los dolores imaginables fueron insuficientes para que Julián Hernández delatara a sus hermanos en la fe. Los tormentos y suplicios más crueles no lograron que este valiente colaborara con la infamia religiosa de aquellos oscuros días, que sin duda pasarían facturas a España de réditos que nos alcanzan, aunque muchos pretendan tapar toda ignominia haciendo ?tabula rasa?.
Lo más hermoso.
De todas las citas y alusiones a las Sagradas Escrituras en ?El Quijote?, creemos que la más hermosa de todas es aquella en la que Miguel de Cervantes confiesa a Jesucristo como ?Dios y hombre verdadero?. Se halla en el capítulo 27 de la segunda parte, y dice así:
?Porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla.?
Deseamos unirnos humildemente, como cristianos evangélicos, en este cuarto centenario, al recuerdo y homenaje a la memoria de Miguel de Cervantes Saavedra y su gran obra ?Las Aventuras del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha?, y hemos querido hacerlo destacando la presencia de las Sagradas Escrituras en esta obra tan emblemática de las letras hispanas, monumento de la literatura castellana y española.
?Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre.? (Isaías 40:8).

 
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 Cuando Dios esta implicado en tus hechos,
tus hechos perduran en el tiempo,
exaltemos a Dios en nuestras vidas,
y  Él hará resplandecer nuestro rostro
y toda obra de nuestras manos.
 
Dios los bendiga abundantemente y siga haciendo
prosperar toda obra de vuestras manos:
 
Norma Solis Zavala
 
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