[devocional-miercoles] 25 de enero de 2006 – El trono de la gracia.

EL TRONO DE LA GRACIA

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.  Hebreos 4:16.

Cuando habla del trono de la gracia piensa en el objeto más importante del culto del Antiguo Testamento: el arca y su cubierta de oro (el propiciatorio) con dos querubines labrados en oro (Éxodo 25:10-20). Ella se encontraba en el Lugar Santísimo del tabernáculo y testificaba la presencia de Dios en medio de su pueblo terrenal. Sobre los dos querubines se hallaba el simbólico trono de la santidad, de la justicia y del juicio divino (Salmo 89:14; 99:1). Una vez al año el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo y rociaba la cubierta del arca con la sangre de la víctima de un sacrificio. Esto era una figura de la muerte del Señor Jesús derramada en la cruz. Ahora ella habla ante Dios a favor de los que creen en el Salvador; el simbólico trono de Dios ha pasado a ser el trono de la gracia. Los destinatarios de la epístola a los Hebreos eran de origen judío y se habían convertido a Cristo. Por eso el autor de la carta emplea muchas imágenes del Antiguo Testamento.

En la antigüedad, sólo el sumo sacerdote podía entrar una vez al año en el Lugar Santísimo. Pero cuando el Señor Jesús cumplió su obra de expiación en la cruz, Dios rasgó el velo del templo que impedía entrar en el Lugar Santísimo, y con esto proclamó que el acceso al cielo estaba abierto para el que cree en la obra redentora de Cristo. Desde entonces cada creyente nacido de nuevo, tiene libre entrada a la presencia de Dios y sabe que puede pedir todo lo que necesita, acercándose al trono de la gracia.

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