El Anhelo por la casa de Dios

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El Deseo, el ansia y el fervor por la casa de Dios

El Deseo, el ansia y el fervor por la casa de Dios

¡Cuán hermoso es tu santuario, Señor todopoderoso! ¡Con qué ansia y fervor deseo estar en los atrios de tu templo! ¡Con todo el corazón canto alegre al Dios de la vida! (Salmo 84:1-2).
 
En su plegaria (1 Reyes 8,22-30) reconoce Salomón que la presencia del Señor en el templo construido por él es una nueva muestra de su fidelidad. Esto le da confianza para pedir que el Señor continúe fiel a sus promesas.

Por más increíble que parezca la presencia de Dios en un lugar de la tierra, ahora de alguna manera es ya un hecho gracias a la bondad con que Dios condesciende a los deseos de sus amigos.

Salomón es consciente de que el pueblo de Dios, pobre en la presencia del Señor, acudirá a orarle en ese lugar en toda clase de necesidades, penas o peligros.

Quisiera que el templo fuese un enlace entre el cielo y la tierra como si Dios, poniendo oído y abriendo los ojos sobre ese lugar, acortase la distancia que separa al hombre que suplica del trono de Dios, inasequible arriba en el cielo.

Bien sabe que esta distancia nada tiene que ver con lugar alguno: es sólo que el templo se ha convertido en un signo sagrado de la alianza que acerca a Dios a su pueblo.
 
Aun el gorrión y la golondrina hallan lugar en tus altares donde hacerles nido a sus polluelos, oh Señor todopoderoso, Rey mío y Dios mío. Felices los que viven en tu templo y te alaban sin cesar. Felices los que en ti encuentran ayuda, los que desean peregrinar hasta tu monte(Salmo 84:3-5).
 
Si la alianza es la que corta la distancia que nos separa de Dios, ni que decir tiene que a medida que los lazos de la alianza se estrechan en el curso de la historia, Dios se acercará más a nosotros para escuchar nuestras oraciones.

El deseo de Salomón se cumple más plenamente desde el día en que Jesucristo, Sumo Sacerdote y Templo de la Nueva Alianza, penetró en el cielo.

Jesús no nos decía que orásemos en el templo para ser más prontamente escuchados, sino que orásemos en su nombre, pues así será plena nuestra alegría de obtener lo que pedimos (Juan 16:23-24).

El Padre concederá todo lo que dos o tres están de acuerdo en pedirle, ya que nada nos acerca más al Padre que la unión de los hermanos en el nombre de Jesús (Mateo 18:18-20).
 
Cuando pasen por el valle de las Lágrimas lo convertirán en manantial, y aun la lluvia lo llenará de bendiciones; irán sus fuerzas en aumento, y en Sión verán al Dios supremo. Señor, Dios todopoderoso, Dios de Jacob, escucha mi oración (Salmo 84:6-8).
 
Igualmente Jesús nos afirma la moral del corazón, no sólo la de las acciones; rechaza la distinción judía entre lo puro y lo impuro, entre una esfera religiosa, separada, en la que Dios está presente, y otra esfera ordinaria, cotidiana, en la que Dios está ausente.

No nos purificamos de la vida de cada día para encontrar a Dios fuera de ella, tenemos que purificarnos del pecado que llevamos dentro de nosotros (Marcos 7:20-23). Según los fariseos, ir al mercado lleva consigo el peligro de caer en la impureza por el probable contacto con pecadores y paganos.

La afirmación de Jesús a propósito de este caso adquiere una significación ulterior: se trata no sólo de abolir la distinción entre sagrado y profano, sino incluso de superar toda división entre los hombres, entre los puros e impuros.
 
Mira oh Dios, con buenos ojos a aquel que es nuestro escudo, a quien tú has escogido como rey. ¡Más vale estar un día en tus atrios, que mil fuera de ellos! Prefiero ser portero del templo de mi Dios, que vivir en lugares de maldad (Salmo 84:9-10).
 
Es el hombre el que debe estar en forma; sólo de un hombre debidamente ordenado es de donde pueden proceder acciones morales.

Es una llamada a la rectitud de intención. El corazón puede estar en desorden y entonces es ciega la conducta. Se necesita entonces un esfuerzo continuo de purificación.

El primer deber de conciencia para Jesús es tener limpia la conciencia, incluso antes de seguirla. Por tanto no se trata sólo de hacer las cosas de corazón (en contra del formulismo) sino de hacer cosas que procedan del corazón recto.

Para Jesús el corazón tiene que estar limpio, porque tiene que estar en disposición de captar la voluntad de Dios, una voluntad que no es simplemente letra escrita, que no es repetitiva.

No basta con superar la hipocresía y el formalismo; la interiorización pide algo más que sentimiento de sinceridad. El Evangelio asume una doble tarea: poner en evidencia cuál es el centro de la ley (la caridad) y considerar la obediencia del hombre a la ley como respuesta al gesto salvífico y gratuito de Dios.
 
Porque Dios el Señor nos alumbra y nos protege; el Señor ama y honra a los que viven sin tacha, y nada bueno les niega. Señor todopoderoso, felices los que en ti confían (Salmo 84:11-12).
 
Detrás de todo esto hay una advertencia fundamental: todas estas formas de legalismo son siempre una forma de rechazar a Dios. El legalismo farisaico nace de una incomprensión de Dios y ofrece una razón para rechazarlo; de hecho fue un motivo para rechazar a Jesús.

Vemos con frecuencia entre cristianos la sombra de la ignorancia, malentendidos o incredulidad total. Siempre está el peligro de apelar al Evangelio sin realmente reconocer su grandeza ni su naturaleza universal.

Muchos cristianos no viven de acuerdo a la fe que profesamos, reduciendo el Evangelio a su propia medida y haciendo para sí mismos un cómodo Jesús, sin tener en cuenta el sacrificio de la cruz que impregna toda su vida y su doctrina.
 
¡Espíritu Santo, te ruego me enseñes a reconocer las actitudes y razonamientos que me impiden conocer al verdadero Jesús, el Santo de Dios, y ayúdame a vivir de un modo que sea coherente con la profesión de mi fe!     

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú – Suramérica

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