Jesús ha resucitado: FELIZ PASCUA

Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno [Salmo 118,1].

En verdad ha resucitado el Señor, aleluya. A Él la gloria y el poder por toda la eternidad. Dios ha cumplido su Palabra; Jesús de Nazareth ha cumplido su misión. Murió el hombre viejo y ha resucitado el hombre nuevo. El corazón de piedra ha sido removido y se ha dado paso a la vida nueva con un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Aquel que ha sido renovado en Cristo debe hacer patente ante los demás esa vida nueva que ha recibido.

Yo canto al Señor, que me da fuerzas: ¡Él es mi Salvador! En las casas de los hombres fieles hay alegres cantos victoriosos: ¡El poder del Señor alcanzó la victoria! [Salmo 118,14 – 15.

Cristo ha resucitado. Este es el grito fundamental de la fe cristiana. No sólo lo proclamamos con las palabras cargadas de aleluyas y de agradecimientos. Es nuestra vida la que se convierte en el signo de Cristo resucitado.

Son nuestras obras las que hacen patente ante los demás la Vida y el Espíritu de los cuales hemos sido hechos partícipes [Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20 y 21; 1 Corintios 15,5 – 7; Apocalipsis 1,5 – 6].

La Pascua de Resurrección de Cristo En La Biblia

La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice Pablo toda predicación sería inútil y nuestra fe vacía de contenido [1 Corintios 15, 14-17].

En la Resurrección de Cristo se apoya nuestra propia resurrección. La Pascua es la fiesta de nuestra redención y por tanto fiesta de acción de gracias y de alegría.

Los Apóstoles son ante todo testigos de la Resurrección de Jesús [Hechos 1,22; 2,32; 3,15; 10,38 – 42]. Anuncian que Cristo vive y éste es el núcleo de toda su predicación.

Esto es lo que después de veinte siglos nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! Y esto nos colma de alegría el corazón. La Resurrección es el argumento supremo de la divinidad de Nuestro Señor.

Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia; en Él lo encontramos todo, fuera de Él nuestra vida queda vacía.

¡El poder del Señor es extraordinario! ¡El poder del Señor alcanzó la victoria! ¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho! [Salmo 118,16 – 17].

El mundo había quedado a oscuras. La Resurrección es la gran luz para todo el mundo [Juan 8, 12], luz para el mundo, para cada época de la historia, para cada sociedad, para cada hombre y mujer.

La oferta de salvación que Dios hace al pueblo es en primer lugar para los judíos, y en seguida para todos los pueblos. Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad [Colosenses 3,1 – 4]

¡Abran las puertas del templo, que quiero entrar a dar gracias al Señor! Esta es la puerta del Señor y por ella entrarán los que le son fieles [Salmo 118,19 – 20].

La fe en Cristo sólo podrá afianzarse cuando el anuncio del Señor se haga llegar a quienes creerán en su Nombre y sepan el compromiso que adquieren. Es la luz que la Iglesia derrama sobre toda la tierra sumida en tinieblas.

La Resurrección de Cristo es una fuerte llamada al apostolado: ser luz y llevar luz a otros. Para eso debemos estar unidos a Cristo como nos dice Pablo[Efesios 1, 10; Colosenses 1,15 – 20]; informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas, esta es nuestra misión de cristianos, proclamar la Realeza de Cristo en todas las encrucijadas de la tierra.

La Iglesia es la Comunidad del resucitado; a pesar de las persecuciones y de que incluso por creer en Cristo y dar un testimonio comprometido de Él seamos condenados a muerte, hemos de vivir la alegría de la Pascua, pues el amor del Señor ha llegado a nosotros, que nos hemos dejado amar por Él y conducir por su Espíritu.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? ¿La espada, el hambre, la desnudez, la persecución, la muerte? De todo esto salimos más que victoriosos gracias a Aquel que por nosotros murió y resucitó.

Al citar Jesús a sus discípulos en Galilea, al bendecirlos y enviarlos a proclamar el Evangelio [Mateo 28,16 – 20] nos está indicando que ahora a nosotros corresponde hacer ese mismo camino de Galilea hacia nuestra propia Jerusalén, y de Jerusalén hacia la Gloria del Padre, no en la soledad de una fe personalista sino en la comunión de la fe y del amor fraterno vivido en su Iglesia.

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente

Juan Alberto Llaguno Betancourt

Lima – Perú – SurAmérica

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