Confianza del siervo del Señor en medio del sufrimiento

Confianza del siervo del Señor en medio del sufrimiento

El Señor me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento. Todas las mañanas me hace estar atento para que escuche dócilmente. El Señor me ha dado entendimiento, y yo no me he resistido ni le he vuelto las espaldas [Isaías 50,4 – 5].

Cada uno tiene su propia vocación, y por tanto Dios tiene una razón por la cual nos llamó a la vida en una época y lugar determinados. Jesús es muy consciente de esto cuando nos dice: Para esto he venido yo al mundo, para que el mundo tenga vida y la tenga en abundancia.

Aquel que quiera cumplir con su propia misión debe vivir en una continua relación personal con Dios, para que nos muestre sus caminos y haga rectos nuestros senderos. Es cierto que la fidelidad a nuestra vocación no nos lleva a seguir un camino sencillo. Se necesita no sólo tener los oídos abiertos a Dios, sino contar la fuerza venida de lo alto para vencer nuestras flojeras, nuestros desánimos, y no dejarnos dominar por el pánico cuando alguien nos persiga o nos maldiga. En medio de todo hemos de saber que el Señor, que nos llamó a la vida y nos envió a trabajar por su Reino, estará con nosotros y nunca abandonará la obra de sus manos. Por eso sabemos que no quedaremos avergonzados pues no trabajamos para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Nuestra suerte, nuestra vida, nuestra recompensa la tiene nuestro Dios. El Señor había declarado que es muy difícil que un rico se salve. Seguir a Cristo conlleva la renuncia a todo, optar por la
pobreza, vivir sin esclavitudes al dinero y a lo pasajero: Ve, vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres; después, ven y sígueme.

El Señor es quien me ayuda: por eso no me hieren los insultos; por eso me mantengo firme como una roca, pues sé que no quedaré en ridículo [Isaías 50,7].

Aquel que ha entregado su corazón al dinero es capaz de vender hasta a su misma madre, a su esposa y a sus hijos; el Evangelio nos habla de Jesús vendido por Judas [Mateo 26,14 – 16]. Los príncipes de los sacerdotes valoran a Jesús al precio de un esclavo inutilizado conforme lo tasado en Éxodo 21, 32. Jesús dice: Hasta mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que compartía mi pan, me traiciona [Salmo 41,9; Mateo 26,23].

El Señor nos sienta a su mesa a pesar de nuestras pequeñas o grandes traiciones. No podemos llegar con el traje sucio y raído del pecado; tal vez por fuera vamos elegantemente vestidos, o por lo menos de un modo decoroso. No podemos ilusionarnos vanamente pensado que por nuestro atractivo externo seremos gratos al Señor. Cristo quiere que tengamos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Cuando Judas sale de haber estado sentado en la mesa de Cristo, lo hace con el diablo en su corazón a vender a Cristo. De nada le aprovechó haberlo escuchado, haber participado de su pan. Esto es para nosotros una fuerte llamada de atención para no ir al templo por inercia, sino porque queremos renovar nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza, e iniciar un compromiso de fidelidad a Dios y de fidelidad a nuestro prójimo. Quien ha entregado su vida al lucro, al dinero, está a un paso de oprimir, despreciar y perseguir a su prójimo. Un corazón metalizado no es capaz de amar, se hace frío, calculador; su seguridad está sólo en lo que posee, el dinero, que ha convertido en su propio becerro de oro ante el que se postra y por quien se desvela.

Sálvame, Dios mío, porque estoy a punto de ahogarme; me estoy hundiendo en un pantano profundo y no tengo dónde apoyar los pies. He llegado a lo más hondo del agua y me arrastra la corriente [Salmo 69,1 – 2].

Los que no sólo nos llamamos sino somos verdaderos discípulos de Jesús, debemos dejarnos instruir por Él para que en lugar de ser motivo de sufrimiento seamos la palabra que en nuestros días Dios pronuncia para confortar al abatido, no sólo con nuestros labios, sino con nuestras obras, nuestras actitudes y toda nuestra vida. Que los humildes, los pobres, sepan que Dios no los ha abandonado, pues se acerca a ellos para fortalecerlos por medio nuestro, convertidos en un signo del amor de Dios para todos.

Al ver esto, se alegrarán los afligidos y se animará el corazón de los que buscan a Dios; pues el Señor escucha a los pobres y no desprecia a los suyos que están presos [Salmo 69,32 – 33].

No pretendamos tener a Dios por Padre mientras miremos con signos de dinero a nuestro prójimo. El sistema económico que valora a las personas de acuerdo a la capacidad que puedan tener para incrementar la economía de un país, y que ve como una carga a los malformados, a los lisiados, a los incultos, a los ancianos, está haciendo de las personas engranajes o desechos de la maquinaria productiva. Cristo nos ha valorado y nos ha amado hasta dar su vida por todos nosotros, aun cuando seamos pecadores, enfermos, viejos o inútiles. Por eso vive glorificado a la diestra de su Padre Dios. En cambio a quienes sólo les interesa el dinero como a Judas, y lo consiguen incluso vendiendo a su prójimo como si fuera un esclavo, más le valdría no haber nacido [Mateo 26,24].

¡¡¡Señor, Dios mío, abre mis oídos para escucharte cuando hablas por medio de tu Hijo Jesucristo. Ayúdame a poner atención en todo lo que Él enseña. Haz que pueda unirme a Él y ser portador de consuelo para tu pueblo. En Ti pongo toda mi confianza!!!
—————————————————————————————-
Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí