Título: El Beso Traicionero de Judas
«No me afrentó un enemigo, ni se alzó contra mí el que me aborrecía, sino tú, hombre, al parecer íntimo mío.» Salmo 55:12-13
El beso de Judas
La historia de Judas se acelera en sus etapas finales. El evangelio de Juan muestra que después de ser señalado por Jesús durante la cena de la Pascua, Judas salió inmediatamente (13:30). El profeta había predicho: «Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente» (Isaías 59:7).
El traidor llegó a Getsemaní acompañado por una multitud armada con espadas y palos, quienes pusieron sus manos sobre su Creador, el Mesías rechazado. Verdaderamente, era la hora del hombre y el poder de las tinieblas (Lucas 22:53).
¿Qué decir del signo dado por Judas y de sus palabras: «Maestro, Maestro»? Ese corazón poseído por el diablo no vaciló en ninguna falsedad o vileza. Es una imagen siniestra de lo que el hombre es capaz de hacer impulsado por Satanás, incluso después de haber pasado tres años en compañía de Jesús. El Salmo 55 anuncia la traición de Judas (v. 12-15). Su beso, que se ha convertido en un proverbio popular, fue la cúspide de la iniquidad.
Así se cumplió la profecía de Isaías: «Como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca» (Isaías 53:7). Cuando el Señor habló, solo lo hizo para resaltar el cumplimiento de las Escrituras y decirle a la turba amenazante que sus armas no eran necesarias (Marcos 14:48-49).
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