El Siervo del Se?or, luz de las naciones

Óiganme, países del mar, préstenme atención, naciones lejanas: El Señor me llamó desde antes de que yo naciera; pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de mi madre. Convirtió mi lengua en espada afilada, me escondió bajo el amparo de su mano, me convirtió en una flecha aguda y me guardó en su aljaba [Isaías 49,1 - 2].
   
  La vida, la obra, la misión del profeta no viene sino de Dios. El profeta mismo es una obra de Dios.
Israel, el pueblo elegido por Dios, pudo haberse cansado inútilmente buscando poner su seguridad en los ídolos, en los bienes materiales, en los poderosos de este mundo; gastó sus fuerzas inútilmente. A pesar de todo Dios lo sigue amando; sólo espera que su pueblo se arrepienta de su camino equivocado, pues el Señor no sólo lo quiere para restablecer las tribus de Israel, sino para que sea luz de las naciones y por su medio llegue la salvación de Dios hasta el confín de la tierra [Juan 12,46].

  Señor, en ti busco protección; no me defraudes jamás. ¡Líbrame, ponme a salvo, pues tú eres justo! Dígnate escucharme, y sálvame. Sé tú mi roca protectora, sé tú mi castillo de refugio y salvación. ¡Tú eres mi roca y mi castillo! [Salmo 71,1 - 3].
  
  Aquel que pone su esperanza en Cristo recibe de Él la misma vida que Él recibe del Padre; recibe también la fuerza de su Espíritu. Así formamos la Iglesia, o Comunidad de Creyentes en Cristo.
La Iglesia, libre de las esclavitudes a lo pasajero, al llegar hasta los confines de la tierra, está llamada a iluminar a todos con el amor, con el servicio, con la misericordia, con la paz, con la reconciliación. A Jesús le duele la traición de los suyos. Él los llamó para que estuvieran con Él no sólo acompañándolo durante el cumplimiento de su misión aquí en la tierra. Él quiere que estén con Él en la Gloria del Padre. Él había declarado: Padre, yo quiero que donde yo esté estén también mis discípulos, para que contemplen mi gloria, la gloria que me has dado porque me has amado desde antes que el mundo fuera hecho [Juan 17,24].  Ante la tristeza de los discípulos por el anuncio de la muerte que le espera a Jesús, Él les dice que no se entristezca su corazón; si se va es porque va a prepararles un lugar para que donde Él esté, estén también ellos. También Jesús se conmueve, como lo hizo ante la tumba de Lázaro y ante la Ciudad Santa que no quiso convertirse. La tristeza
de Jesús es porque uno de los suyos no sólo se va, sino que prefiriendo intereses oscuros, traiciona a su mismo Maestro, vendiéndolo y entregándolo a la muerte. Tal vez muchos han traicionado el amor, han renegado de su fe, o han tratado de manipular incluso al mismo Dios. Ante estas actitudes la persona puede incluso dañar fuertemente a sus hermanos. Jesús, en su gesto de dar un trozo de pan a Judas le está llamando a la comunión, a no separarse, a no convertirse en un traidor, en un instrumento de Satanás; pero Judas, recibiendo ese gesto de amistad cierra su corazón como roca dura, impenetrable al amor. Sus intereses sólo le abren la puerta al mal y al autor de la maldad, Satanás.

  Jesús había declarado que nadie le quitaba la vida sino que Él la entregaba voluntariamente; Jesús manifiesta esta voluntad no quedando a merced de los pecadores sino aceptando, con amor, las consecuencias de habernos amado hasta el extremo; por eso dice a Judas: Lo que has de hacer, hazlo pronto; es decir la iniciativa en el primer acto de la Pasión vino del mismo Jesús; si Cristo no se hubiera entregado, nadie hubiera entregado a Cristo.
  
  En realidad mi causa está en manos del Señor, mi recompensa está en poder de mi Dios [Isaías 49,4].
  
  A partir de la glorificación de Jesús a la diestra del Padre Dios no se le puede buscar ni ver físicamente. Sólo a través de la fe podemos contemplar a Aquel que hecho uno de nosotros, nos ha amado hasta dar su vida por nosotros. Sin embargo, en este camino de fe podemos vivir emocionados tras sus huellas. No son las emociones las que nos hacen permanecer fieles a Cristo, sino el amor comprometido a pesar de nuestras limitaciones, pues Él todo lo sabe; y bien sabe que lo seguimos amando. No confiemos en nuestras débiles fuerzas para ser fieles a Cristo; es su amor, su vida, su Espíritu en nosotros lo único que puede ayudarnos a no negar, a no traicionar al Amado. Así como el Hijo unigénito, que está en el Seno del Padre, es quien nos ha revelado a Dios con su amor, con su entrega por nosotros, los que como discípulos amados de Jesús estén en su seno, tienen no sólo un honor y un privilegio sino el deber de darlo a conocer a los demás con sus palabras, con sus obras y con
su vida misma
  
  ¡¡¡Jesús, Señor y Salvador, te doy infinitas gracias por haber sufrido en la cruz para que nosotros pudiéramos ser librados de las manos del maligno [Salmo 71,4] y gozar de la vida eterna. Me regocijo por tu gloriosa obra de salvación, gracias a la cual todos los pueblos se han reunido a tu lado!!!
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  Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

 

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