MI RELACIÓN CON DIOS (Estudio Bíblico)

ESTUDIO BÍBLICO MI RELACIÓN CON DIOS

CONFLICTOS JUVENILES

Querido joven, nuevamente tomamos un tiempo para conversar algo sobre tus dudas y problemas, sobre los conflictos que te quitan el sueño y encontrar en la Biblia el consejo práctico para cada situación en la que te encuentras.

Estuvimos viendo juntos desde hace algunos estudios, temas como: mis decisiones, mis elecciones, mis emociones y ahora es el turno de mis «relaciones». Ninguno puede negar que vivimos en un mundo donde constantemente, queramos o no queramos, tenemos que relacionarnos. Vimos en nuestro primer estudio que Dios nos dio el espíritu del hombre para que nos comuniquemos con Él, nos dio el alma para que nos comuniquemos con nosotros mismos y disfrutar de una vida cociente y nos dio el cuerpo para que nos relacionemos con nuestro medio ambiente que nos rodea especialmente con nuestros semejantes.

El hermetismo en el que se sumergen muchos jóvenes hoy en día no es más que un grito de rebeldía hacia su Creador y una actitud masoquista de privarse de unos de los privilegios más lindos que nos depara la vida que es el de relacionarse con los demás. El problema se agrava cuando ese hermetismo traspasa la barrera de lo humano y llega a lo divino impidiendo así la principal comunicación que es la comunicación con el Autor y Dador de la vida, Dios.

Debemos mencionar que esa enemistad o incomunicación, proviene de abajo hacia arriba y no a la inversa. Es el hombre y la mujer que en una actitud deliberada y consiente decide dejar a Dios fuera de su foco de atención e intenta vivir su vida con las mejores intenciones pero sólo, porque es allí cuando la vida del hombre y de la mujer se torna sin sentido y en una búsqueda vana del ideal. Quisiera que veamos  algunos textos donde podrás ver que ha sido El Creador siempre el que ha intentado comunicarse con su criatura, que Él siempre ha tomado la iniciativa en la empresa eterna de la reconciliación.

Dice, por ejemplo, Génesis 3:9 que fue Dios el que llamó al Adán pecador que se escondía de su presencia y le dijo: «¿dónde estás tú?». Fue el mismo Dios que se le apareció a un Abraham angustiado y desesperanzado por una mala decisión después de 13 años de incomunicación en Génesis 17 y le dijo: «no temas, anda delante de mí y sé perfecto», fue también Dios el que envió a su profeta para quebrantar al consumido rey David después de su pecado, o el que derribó de la cabalgadura al asesino Saulo para preguntarle tiernamente: «¿porqué me persiguesí». Y es el mismo Dios que según lo declara 2da de Corintios 5:19 «estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo no tomándoles en cuenta a los hombres su pecado» para ponérselo en la cuenta de Cristo y tratar así a su Hijo en la cruz como al pecado mismo. ¿Te das cuenta?, Dios te ama, y si alguna vez lo sentiste ausente de tu vida cuando más lo necesitabas es porque no te diste cuenta que Él estaba allí más cerca que nunca listo para socorrerte.

Sólo debes clamar y Él te responderá. Dice Jeremías 33:3 «clama a mí y yo te responderé», así que en lugar de rebelarte y levantar tu puño contra el cielo más bien busca en actitud humilde y humillado por tu pecado a Aquel que cargó por ti y por mí nuestros pecados en la cruz y acepta la tierna invitación de tu Creador a reconciliarte. Pero también puedo escuchar la voz de algunos de mi auditorio que ya se han reconciliado con Dios en el pasado pero las urgencias de la vida, las pruebas muchas veces incomprensibles y la pereza han cortado aquella comunicación con Dios que en un tiempo fue fluida y la experiencia cristiana que hoy viven mucho más allá de ser una relación con Dios se ha tornado en una religión hueca y aburrida. Tal vez también estén escuchando los que aún no han perdido las esperanzas de recuperar aquella devoción diaria y se encuentren luchando por lograr una disciplina de comunión en su vida pero sienten que son más las experiencias de fracaso que las de victoria al respecto.

Veamos entonces algunos enemigos de la comunión y cómo derrotarlos para que tu relación con Dios sea otra vez saludable.

Primero: la pérdida de deseo. No hay argumento válido ni exhortación efectiva para aquel joven cristiano que ha perdido el deseo por la lectura de la Biblia y la oración. Recuerdo la anécdota de aquella muchacha campesina que fue al pastor con este conflicto de no sentir nada cuando leía su Biblia, nada le quedaba, a lo cual el pastor le respondió: ¿qué tienes en tu mano?. Una canasta sucia, respondió, pues acabo de vender algunas libras de papas, vamos al río le dijo él y fueron.

Una vez allí él le ordenó varias veces que intente recoger agua con su canasta de mimbre, al ver la muchacha que el líquido se escurría vez tras vez se cansó y le dijo: pastor, es inútil, nada queda, a lo que él le respondió. Bien pero mira como quedó la canasta, limpia. Así sucede con tu vida cuando pasa la palabra, te parece que nada queda pero té limpia, aunque no lo sientas té limpia y lo que es más maravilloso después de un tiempo comenzarás a sentir y luego a desear otra vez como antes. El deseo, como el apetito, debe volver a abrirse cuando ha pasado un largo período de raquitismo espiritual y hasta que ese apetito vuelve, hay que pasar un tiempo de fe, leer por fe, orar por fe, aunque te parezca que esa oración no pasa el techo de tu cuarto, Dios te escucha, Dios te habla. No olvides que la fe es el recurso que Dios te ha dado para actuar como Él desea cuando no lo veas ni lo sientas.

El segundo enemigo de la comunión: lo urgente. Así le pasó a Marta de Betania. Leamos Lucas 10:41, «Respondiendo Jesús le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con MUCHAS cosas, y sólo una es la necesaria» la comunión. Tengo subrayada en mi Biblia la palabra: «muchas» porque allí radica el problema en que nos metemos en muchas cosas, trabajo secular, actividades sociales, asuntos de ministerio, etc. Somos presas del activismo y de lo urgente dejando al Señor afuera llamando por un momento de comunión contigo. Dice Apocalipsis 3:20: «He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno (y está hablando a creyentes de Laodicea) abre la puerta, yo entraré a cenar con el». Querido joven, así como dejas de lado todo por más urgente que sea cuando llega el turno de comer porque consideras que eso es una necesidad vital para tu organismo, así debes dejar todo de lado cuando ves que el día se acaba y no comiste tu alimento espiritual. «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti OH Dios el alma mía».(Salmo 42:1), «Desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, (la palabra de Dios) para que por ella crezcáis.» (1ra de Pedro 2:2).

Un tercer obstáculo para la comunión es: pecado sin confesar. Al igual que una línea telefónica dañada, no hay clara conexión con el cielo cuando en tu vida no está activa la confesión y estás acumulando pecado tras pecado sin contárselo a Dios. Tal vez sostengas el tan conocido argumento: ya Dios no me puede perdonar. ¡Cuidado con creer esa vieja mentira de Satanás que ha sepultado las esperanzas de tantos cristianos engañados! No olvides que: Dios no busca siervos que nunca caigan, sino que siempre se levanten. Confiesa tu pecado, basado en la promesa de 1ra de Juan 1:8-9 y levanta otras vez tu comunión haciendo oídos sordos a las falsas acusaciones de Satanás.

Recuerda que de tu relación con Dios dependen todas tus demás relaciones, ya sea con tus padres, con tus autoridades, con tu pareja, con tus hijos, etc. Es imposible la buena relación horizontal si está dañada la vertical. Y recuerda también que Él te desea, sí el Señor desea tenerte un tiempo a solas, lo dejo expresado en la última cena con sus discípulos, ¿lo recuerdasí «Cuánto he deseado comer con vosotros». Cada mañana te espera una cita con Dios y depende de sí tu cumples esa cita o no, el futuro de ese día. ¡Anímate!. Abre las puertas el cielo al comenzar cada día para recibir bendiciones sin número y transforma tu hueca vida de religión en una nutritiva vida de relación con tu creador. ¡Hasta el próximo estudio!

( ESTUDIO REALIZADO POR PABLO MARTINI)

Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir (Ap.1:4ª) Amén.

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