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¿Tú Estás Preparado Para Morir?

¿Quien Está Preparado Para Morir? ¿Debo Estarlo?

Se despertó con el mismo ánimo de quien anhela disfrutar las oportunidades del nuevo día. Todo marchaba bien alrededor. Su familia y el trabajo iban mejor que nunca. «Este día voy a disfrutarlo al máximo», pensó. El pequeño pueblo de Juan Mina, en la costa norte de Colombia, parecía compartir su alegría y optimismo. A sus casi sesenta años, lo que más deseaba Julio Esteban Marenco, era vivir.

Sin embargo las circunstancias le jugaron una mala pasada. Justo cuando transitaba una callecita sobre cuyas márgenes se levantaban casas de madera y ladrillo de vivos colores y fachadas adornadas con toda suerte de plantas y flores, comenzó un fuerte ventarrón. Siguió sin prestar atención al hecho. A las dos de la tarde era improbable que algo malo ocurriera, y ¡menos ese día!.

Iba tan ensimismado en sus pensamientos que no se percató del momento fatal en que un pilote de energía se desprendió de la base y se precipitó sobre su cuerpo. El crujido de la madera al fracturarse estuvo acompañado de una explosión. El encordado colapsó e hizo corto circuito. Los médicos no pudieron hacer nada para salvarle la vida, que se le fue tan rápido como el instante fugaz de alegría de quien está acostumbrado a sufrir y no concibe que algo bueno pueda ocurrirle.

El curso de nuestra existencia puede cambiar en cuestión de segundos. En un abrir y cerrar de ojos podemos partir a la eternidad. Nunca sabemos en qué momento ni bajo qué condiciones emprenderemos el viaje sin regreso. Por esa razón debemos estar preparados en todo momento.

¿De qué manera? Teniendo una buena relación con Dios y dando lo mejor de nosotros a quienes nos rodean. No sabemos cuándo dejaremos de tenerles con nosotros.

Hay un antiguo escrito sobre el que debemos reflexionar con frecuencia. Está en el libro de los salmos y dice: «Pues verá que aun los sabios mueren; que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, y dejan a otros sus riquezas. Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus habitaciones para generación y generación; Dan sus nombres a sus tierras.(Salmo 49:10,11).

¿Qué aprendemos?

Primero, que la muerte es un destino para todos: buenos y malos, ricos y pobres, altos y bajos; segundo, que todo aquello material que poseemos es transitorio y no debe constituir nuestra esperanza, sino Dios, y tercero, que debemos prepararnos para la partida a la eternidad.

Un paso ineludible es aceptar a Jesús como Señor y Salvador. El segundo, pedirle que obre transformación en nuestras vidas hacia el ser que Él desea que seamos.

Escrito por: Fernando Alexis Jiménez

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