«SE REPITE LA HISTORIA DE DAVID Y BETSABÉ»

Un Mensaje a la Conciencia

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29 mayo 06

«SE REPITE LA HISTORIA DE DAVID Y BETSABÉ»
por el Hermano Pablo

Era la «Guerra del Golfo», la llamada «tormenta en el desierto». Aviones supertécnicos bombardearon Bagdad. Tanques superpoderosos barrieron las arenas con ráfagas de ametralladora.

El mayor «S», sólo así fue identificado, preparó un ataque contra un puesto de explosivos de Irak. El mayor «S» era israelí, y puso al frente de la operación, sumamente peligrosa, casi mortal, a un poco conocido sargento del ejército.

Pero los jueces militares israelíes acusaron al mayor «S» de «alistamiento fraudulento». La intención del mayor, según los jueces, era hacer que el sargento muriera en la operación para quedarse él con la esposa de la víctima. «Se repite —informaron los diarios de Tel Aviv— la historia de David y Betsabé.»

Esa historia se relata en las páginas de la Biblia. David era rey, y Betsabé una mujer muy hermosa pero casada. David se enamoró de ella y la pretendió. Urías, el esposo de Betsabé, era el obstáculo. David, entonces, mandó a Urías a pelear en lo más peligroso de la batalla, y ordenó que lo abandonaran y dejaran solo en lo peor del combate. Urías murió, y David se quedó con su esposa.

Esa es la historia que tres mil años después repitió el mayor «S». El corazón humano es siempre el mismo. Pueden cambiar las épocas, pueden cambiar las costumbres, pero el mal que domina al hombre no cambia. El hombre hace las mismas cosas en el siglo veintiuno después de Cristo como en el siglo diez antes de Cristo.

La historia de David, sin embargo, tiene dos desenlaces felices. Uno es el arrepentimiento profundo de David, cuando el profeta Natán le encara su pecado. El otro es el gran Salmo 51 que David escribió, porque el alma poética de David se conmovió después de todo ese desgraciado suceso, y compuso uno de los salmos más bellos de la Biblia. El salmo comienza con las siguientes palabras: «Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones.»

Los hombres pueden ser tentados. Pueden pecar y cometer terribles daños porque es débil la naturaleza humana. Pero cuando hay una sincera confesión del mal, y cuando hay un arrepentimiento puro y clamor por misericordia, Dios, en su amor, concede el perdón. Hubo perdón para David, y hay perdón para toda persona que se arrepienta y humildemente clame a Dios pidiendo perdón.

Ese perdón es nuestro si tan sólo lo pedimos. Dios espera nuestro clamor.

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