La Resignación No Es Fe, Eso Enseña La Biblia

LA RESIGNACIÓN NO ES FE. ¿QUE DICE LA BIBLIA?

«En efecto, la mujer quedó embarazada.  Y al año siguiente, por esa misma fecha, dio a luz un hijo, tal como Eliseo se lo había dicho»  II Reyes 4:17

La ciudad de Sunen era reconocida como la ciudad de las reinas de belleza, no había mujer sunamita deslucida, y además de agraciadas eran también conocidas por su prudencia y buen juicio.

El propio rey David fue cuidado por una joven sunamita cuando fue muy anciano, Abisag la nativa de Sunen era realmente hermosa y el trabajo que se le asignó era realmente un honor, atender y cobijar al rey en sus últimos años de vida.

Cierto día Eliseo el profeta pasó por Sunen, seguramente se encontró con algunas paisanas de Sunen en el camino, cerca de los pozos o recogiendo atados de trigo.  Entre tantas mujeres hubo una de ellas que llamó poderosamente su atención, Dios tenía un plan especial para ella y lo usaría a él para bendecirla.

El no había  entrado aún a la ciudad y ella apareció, vino directamente hacia él, como si supiera que aquel profeta cambiaría su vida, lo había visto pasar muchas veces, pero nunca entraba, ella le invitaría, este sería su honor:

-Mi Señor, profeta Santo de Dios, he notado que siempre pasas por mi pueblo pero pasas de largo sin darnos el honor de quedarte a reposar aquí, así que he conversado con mi esposo y queremos brindarte nuestra casa para que descanses, no es necesario que tengas que marcharte tan pronto de Sunen, puedes tomarte un respiro y recuperar fuerzas»-

«Hombre santo de Dios» nunca antes se había llamado así a un profeta, esta digna dama también había notado algo que otros no vieron.

Eliseo miró más allá de la perfección exterior de esa mujer, los ojos tenían algo especial, quizás revelaban una tristeza interior.
Los meses transcurrieron, Eliseo y Guiezi  ya no tenían que pasar rápido por Sunen, el descanso en este pueblo era reconstituyente.  Para ella era una alegría servir al siervo de Dios, pero su hospitalidad podía mejorar, la sunamita tuvo otra idea mejor:

-«Amado esposo, es un honor tener como convidado al profeta, pero qué te parece si le construimos un cuarto especial para él, tengo unos muebles nuevecitos que no uso con ellos podemos preparar un aposento completo, de ese modo cuando el santo hombre nos visite, estará más satisfecho»-

Su corazón era espléndido, pero además estaba más conciente que otros de la importancia de la misión de aquel hombre, su pequeña colaboración contribuía a la proclamación de la Palabra de Dios.

Dios bendiga a estos hombres y mujeres que no buscando el protagonismo o si quiera liderazgo reconocido son capaces de proteger a siervos de Dios, sus oraciones, ofrendas y amistad han sido el sostén de grandes evangelistas y maestros, sus nombres no han sido exhibidos en la historia humana, pero si en el libro de los cielos.

Eliseo y su siervo ya no solo eran huéspedes bien atendidos, ahora tenían una casa en Sunen, la sunamita seguía sirviendo con devoción a esos siervos, no sabía que su honra la honraría a ella, su dulce servicio serían su motivo de gozo y alabanza.

En cierta ocasión Eliseo pasó otra vez por Sunen, que bueno era contar con un lugar donde reponer las fuerzas, su cuarto siempre estaba limpio como esperándolo, y ella, siempre tan atenta, una cosa seguía llamando su atención, esos ojos que revelaban desolación.

-«Es una buena mujer, ¿Qué le podría dar de obsequio? Tiene muchas cosas materiales, un esposo que la quiere, se le ve feliz cuando nos atiende, pero algo me dice su mirada, será que en verdad algo le falta, sus ojos parecen secos, como solitariosí»-

-¡Guiezi llama a la señora!-

Eliseo dejó de pensar, en un segundo entendió lo que ocurría, llamó a Guiezi y le pidió que trajese a la sunamita, ella subió de inmediato, ¿qué se le ofrecerá al santo de Diosí  Siempre pensando en los demás, sin ver lo que estaba por recibir.

-«Te has tomado muchas molestias por nosotros» ¿Qué puedo hacer yo por ti? ¿Quieres que hable al rey o al jefe del ejército de ti? ¿Necesitas que ellos te hagan algún favor?-

Parada en la puerta del dormitorio del profeta sin entender nada respondió:

-«Yo vivo segura aquí en Sunen, no necesito nada mi Señor»-

No le había servido escondiendo un proyecto egoísta, la motivación de su corazón había sido impulsada por el celo al Dios Verdadero.

No, jamás se le hubiera ocurrido hacer todo lo que hizo por un deseo disimulado e íntimo.

De pronto Guiezi se adelantó al profeta, era tan diferente a él, todavía le faltaba madurar a este discípulo joven:

-¡Señor ella no tiene hijos! ¡Y su esposo ya esta viejo!-

Ella no alcanzó a oír la exclamación de Guiezi, había sido contundente con su respuesta, no ella no le pediría nada al profeta, su intención era muy noble, -«mañana le prepararé su comida preferida»- pensaba mientras salía del recinto santo, Guiezi estaba gritando algo, -¿qué dijo?  No lo escuché-

Eliseo no le había quitado los ojos de encima, los ojos del profeta tenían una contemplación relumbrante.

-«Se habrá ofendido el profeta porque no le pedí nada, no escuché que grito su siervo»-
Eliseo miró los ojos tristes de ella y proclamó:

-«El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo»-

Esta frase si llegó a sus oídos, la voz potente que hizo esta promesa ya no parecía la voz de su huésped, Dios había conocido en el pasado su anhelo, ella le había rogado tanto por ese hijo que nunca llegó, ya se había olvidado de su ilusión, ya había comprendido que no era su voluntad, ya le había dado gracias a Dios y la resignación la había apaciguado, quizá no fue la voz de Dios, quizá Eliseo en su buen deseo se equivocó:

-¡No mi Señor, no hombre de Dios!  Usted no sabe lo que está diciendo, su buena intención lo ha cegado, por favor no me hable  del hijo que nunca tuve, por favor no juegue con mi corazón, no engañe a su sierva se lo ruego»-

Que dolor tan intenso, que esperanza tan fallida, ya casi no lo pensaba, incluso sus amigas habían olvidado su vergüenza, ¿por qué traerle otra vez esto a la memoria? Los ojos tristes de esta mujer eran un río que desbordaban aguas amargas. «Yo solo quise servirte, por qué me pagas con esta mentira, no me engañes por favor»-

¡Claro que soñó con un hijo, claro que lo vio abrazando su pecho, que jugó con él en sus sueños, pero fue hace mucho tiempo, ahora ya era tarde.  Ahora ya no soñaba, ya no esperaba nada más, sólo ser útil y demostrar que no estaba resentida con Dios.

La resignación no es un acto de fe, rendirse ante Dios con conformismo provoca a la larga ingratitud, la resignación no es lo mismo que consolación.

El sosiego divino anima redime y transforma el lamento en verdadera paz.

«Pero yo siempre tenderé esperanza, y más y más te alabaré.  Me has hecho pasar por muchos infortunios, pero volverás  a darme vida, volverás a levantarme.  Acrecentarás mi honor y volverás a consolarme» Salmo 71.

Solo Dios conocía los sueños de aquella mujer, él tuvo un plan trazado de antemano y ni el tiempo ni su resignación le quitarían la voluntad de darle más de lo que ella soñó.

La bella sunamita ya no tiene los ojos tristes, Dios ha transformado su mirada, él le concedió su deseo mas profundo, el hijo prometido llegó a sus brazos.

Cuando él redime, quita el oprobio, cuando él concede ¡algo milagroso ocurre!
¿Estas resignada? ¿Te has rendido? ¿te cansaste de pedir? ¿Crees que esto es igual a conformarse a su voluntad?

La resignación no es un acto de fe.  Cree y verás su redención.

Ten paz, él obrará no es hombre para que mienta.

Martha V. De Bardales.

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