Pero la ciencia tiene sus limitaciones, y cuánto más el científico. Cada científico tiene su pequeño mundito de conocimientos. Quizás el conoce la verdad de ciertas cosas, pero no conoce toda la verdad de muchas cosas, y eso es lo que debemos recordar. Lamentablemente hay muchos que en el nombre de la ciencia han inventado una nueva religión; el cientismo, de repente se creen sacerdotes de la ciencia, sacerdotes de toda rama del conocimiento.
Porque un individuo haya descubierto la bomba atómica, no quiere decir que sepa lo que es tener un hogar feliz, ni cómo solucionar el problema de las relaciones premaritales, ni como aconsejar a una criatura que sufre. El científico no es teólogo, ni el filósofo poeta, ni el poeta consejero de problemas matrimoniales. Cuando el ser humano se arroga a sí mismo derechos que no tiene ni que jamás puede demostrar, allí entonces aparecen las aparentes contradicciones entre la ciencia y la Biblia.
Dijo Leopoldo Marechal: «La verdad es que ningún descubrimiento de la ciencia ha contradicho ninguna verdad revelada». Tremenda afirmación y pura verdad. Por el contrario, como dijo el salmista David en el Salmo 19:1 en la Biblia: «Los cielos proclaman la gloria de Dios, pues son una admirable exhibición de sus obras». Para el cristiano, la creación, terreno en el cual trabaja la ciencia, simplemente revela la de Dios y la obra de sus manos. Tenga confianza, la ciencia siempre justifica lo que la Biblia enseña, y todo lo que la Biblia enseña está en concordia con la verdadera ciencia.
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