[CE-Peru] Sigamos a Cristo cargando nuestra cruz.

Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? [Mateo 16,24 – 26].
 
En el siglo VIII a.C., Asiria comenzó a conquistar nuevos territorios en diversas guerras, llegando a establecer un imperio que comprendió las regiones conquistadas de Babilonia, Siria, el norte de Israel, el Líbano y la tierra de los filisteos. El brutal poderío de Asiria inspiraba un pánico tan grande que los reyes hebreos no dudaban en procurar la paz y la seguridad a costa de su fidelidad al Señor; hacían concesiones políticas y religiosas a Asiria, concesiones que inevitablemente terminaban por llevarlos, no a la paz, sino a la destrucción. Los reyes de Judá intentaron hacer tratados con el reino pagano de Egipto [Isaías 31,1] a fin de conseguir ayuda para defenderse de Asiria. Acaz, rey de Judá, pagaba impuestos a Asiria para que ésta le ayudara en sus luchas contra Israel [el reino del norte]; pero Judá se vio obligada a continuar pagando esos impuestos y reconocer a los dioses falsos de Asiria [2 Reyes 16]. En estas circunstancias el Señor pronunció el juicio, por medio del profeta Nahúm, no sólo contra Nínive, la ciudad capital, sino contra todo el imperio asirio [Nahúm 3,1 – 6].
 
Porque el Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a lo que haya hecho. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán hasta que vean al Hijo del hombre venir a reinar [Mateo 16, 27 – 28].
 
Durante el curso de su historia, el pueblo de Dios fue bendecido con la generosa providencia de Dios. Pero ellos no confiaban en el amor del Señor, no porque no hubieran conocido jamás su tierno cuidado, sino porque eran tercos e incrédulos. De un modo parecido Dios desea que nosotros confiemos en el hecho de tener un Padre tan amoroso que tiene un plan perfecto para nuestra vida. Pero si nos olvidamos del Señor y confiamos en nuestros propios recursos, creyéndonos autosuficientes, también nos asaltarán el miedo y la confusión en momentos de dificultad. En cambio, si reconocemos que dependemos totalmente de Dios y creemos en su plan eterno más que en las imperfectas soluciones humanas, conoceremos la bendición de la paz verdadera; el mismo Dios, en Cristo Jesús, ha salido a nuestro encuentro para acabar con nuestros enemigos, para ofrecernos la oportunidad de convertirnos a Él, de pedirle perdón y de recibir su Vida y su Espíritu, para que en adelante ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.
 
Esta fe en los designios del amor de Dios y la obediencia a su voluntad se fortalecerán en nosotros, si cada día nos presentamos ante su presencia para orar, leer su Palabra en la Escritura y pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe a aplicarla personalmente. Es posible que las pruebas que se nos presenten nos hagan dudar, pero si aprendemos a confiar en el Señor y a refugiarnos en Él, llegaremos a conocer su consuelo y recibiremos su sabiduría; a nosotros corresponde en adelante caminar en la presencia del Señor con un corazón íntegro, con la mirada puesta en Jesús y con la mente y el corazón abiertos a su Palabra para escucharla, meditarla, hacerla nuestra dejándola tomar carne en nosotros, y dar testimonio de la misma con nuestras obras. Dejémonos liberar por el Señor; dejemos que su Vida y su Espíritu habiten en nosotros, y procuremos manifestar con nuestro comportamiento que no hemos creído en vano, sino que la salvación de Dios realmente ha sido eficaz en nosotros. Vivamos en comunidad, en comunión con los hermanos, no sólo alabando al Señor sino amándonos unos a otros como el Señor nos ha amado; y trabajando en Iglesia para que el Evangelio de salvación llegue hasta el último rincón de la tierra.

Seamos conscientes de que como Iglesia tenemos el compromiso de prolongar a través de la historia el amor y la salvación que se nos ha dado en Cristo, y que por medio nuestro debe por voluntad del mismo Señor, ser eficaz en el mundo que peregrina hacia la Casa del Padre.
 
¡¡¡Señor, concédenos fuerzas para despojarnos de la apatía y los prejuicios, para que así podamos participar con toda nuestra fe en la vida de la Iglesia y experimentar la unidad del pueblo de Dios. Así, por la fe y la comunión fraterna, podremos recibir la abundancia de tu bendición y tu amor!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [Génesis 2,15]
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú – SurAmérica


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