[Devocional_Diario] Fiel viñador

Devocional Cristiano – Fiel viñador

«Cantaré en nombre de mi amigo querido una canción dedicada a su viña. Mi amigo querido tenía una viña en una ladera fértil, la cavó, la limpió de piedras y la plantó con las mejores cepas. El esperaba que diera buenas uvas, pero acabó dando uvas agrias» Isaías 5:1-7

El profeta escribió esta hermosa canción acerca de su querido amigo y su viña. El fiel viñador encontró esta vid casi a punto de morir cuando la recogió, sus hojas estaban amarillentas por el fuerte sol, las largas ramas secas y puntiagudas como si fueran escudos en vez de flor, y ni rastro de fruto ni belleza. La sacó de aquel jardín siniestro y la trasplanto en una tierra nueva, la cavó, limpió de piedras y plantó con los mejores árboles de raza, ahora no quedaba más que esperar que ella diera buen fruto. Esta canción es parecida a la parábola que Jesús contó a sus discípulos acerca del dueño de un viñedo que tenía una higuera plantada en su campo, llegó el día que él vino a buscar si la higuera había dado fruto, pero no encontró nada.

Así que le dijo al viñador: -Mira, ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar terreno?- Pero el viñador parecía encariñado con aquella higuera, había dado trabajo plantarla, casi estuvo seca y marchita cuando la trajeron, le había dado lo mejor de su tiempo, alimento y agua, ¿Cortarla? ¿Sacarla de la viña? ¿Dejar que así de simple ella fuese quemada? Entonces el fiel viñador rebatió: «Señor, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en delante de fruto, si no, córtela».

En el cántico de Isaías el viñador era Dios, que tomando el trabajo de un fiel obrero protegió a Israel, la sacó del campo enemigo, la alimentó y en todo momento le regaló su misericordia, lo único que el podía esperar era que ella fuese agradecida. Pero no lo fue. En la parábola de Jesús el dueño de la viña es nuestro Padre y el obrero viñador es su Hijo, ambos le dieron oportunidad otra vez a Israel para que enmendara su camino, pero en vez de uvas dulces dio fruto amargo. El fiel Viñador entonces, le pide a su Padre, dame tiempo Padre mío, a esos tres años, súmale uno más, seguiré abonándola y quizá ahora si de fruto.

He aprendido dos lecciones valiosas para mi vida, en el servicio a Dios, nuestro trabajo es tan sacrificado como el de viñadores y obreros listos a cuidar a cada una de nuestras plantitas, velar por ellas no es sólo predicarles una vez por semana, ellas necesitan más que eso, las otras malas hierbas quieren ahogarla así que nuestra tarea es sacar esas espinas, cortar las ramas que sobran, sacar las piedras que dificultan su madurez, abonar con Palabra fresca cada día, regar sus hojas, alimentar sus raíces y esperar el momento grande cuando dan sus primeros frutos.

¿Has tenido higueras a tu cuidado? ¿Le has dado los mejores años de tu vida? Esto no es un trabajo de asalariados, es un privilegio de siervos fieles. La segunda lección útil a mi vida y espero que a la tuya es que no todas las higueras dan fruto inmediato, no todas son semejantes, aunque se parecen son desiguales, no por ello te debes frustrar, por eso Jesús me da el ejemplo eterno de misericordia al pedir más plazo por la que se enterca en no reproducir fruto maduro y eficaz. Claro que a veces dan ganas de tirar el arado, destruir la lampa, quemar la higuera estéril, botar de la parcela ideal a la que sólo se cree adorno de un edén. Aprendamos de el buen viñador que estuvo dispuesto a dar no sólo más tiempo sino más sacrificio, entrega y trabajo, con tal que su preciosa higuera no sea separada de su huerto. Le doy gracias a mi Padre bueno por haberme dado el privilegio inmerecido de cuidar de muchas higueras, algunas son productivas al cien por ciento, otras son el ideal del mejor viñador, hermosas y fructíferas, pero también las hay sencillas y débiles, delicadas y dormilonas, tercas y engreídas, olvidadizas e ingratas, ¿Qué haré? Con el amor que el Padre me tiene, con la paciencia y el esfuerzo renovado le prometo otra vez al dueño de mi viña, «No la saques Señor, dame un año más, sacaré las piedras, cavaré alrededor, la abonaré con cuidado, no le faltará agua y mi responsabilidad será cuidar de ella con solicitud, verás que te dará fruto y estarás feliz cuando regreses y compruebes que valió la pena dar tu vida por cada una de ellas».

«Dame un año más Señor».

Siempre oro por cada uno de ustedes. Martha V. de Bardales

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