[devocional-lunes] 18 de Septiembre de 2006 – La comuni?n de Cristo con su Dios.

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A Dios he puesto siempre delante de mí;
porque está a mi diestra,
no seré conmovido.
Se alegró por tanto mi corazón,
y se gozó mi alma;
mi carne también reposará confiadamente.
Salmo 16:8-9.

La comunión de Cristo con su Dios

El Salmo 16 habla proféticamente de la vida de nuestro Salvador y Señor en esta tierra. Sólo de él se pudo decir lo que David expresa en el versículo 10: ?No dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción?. Como hombre, Cristo murió, pero resucitó al tercer día. Después de que su cuerpo fue bajado de la cruz, José de Arimatea y Nicodemo lo colocaron en un sepulcro nuevo donde nadie había sido puesto, de modo que no tuvo contacto exterior con la corrupción.

Durante toda su vida sólo tuvo una meta: hacer la voluntad de Dios. En esos años él, como nadie, gozó la proximidad de Dios su Padre. Nunca hubo algo que turbara esa comunión íntima (Salmo 25:14). Por eso nuestro Señor no dio ningún paso inseguro en su vida.

Esa inalterable comunión del hombre Cristo Jesús con su Dios era el resultado de un gozo íntimo. Como hombre experimentó muchas cosas, en su mayoría difíciles. ¡Cuánta miseria encontró! ¡Por cuántas situaciones penosas tuvo que pasar! Sin embargo, el gozo de la comunión con su Padre, del que su corazón y su alma estaban llenos, no podía ser alterado. Consciente de la obra que debía cumplir, caminó seguro hasta la cruz. Allí fue desamparado por Dios durante tres horas. ¿Por qué? Porque estaba cargando con nuestros pecados. ¡Cuánto agradecimiento le debemos!

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