El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡bendito sea el nombre del Señor!

El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡bendito sea el nombre del Señor! [Job 1,21 ].

Hay momentos a los que nunca quisiéramos llegar, pero se dan. Días de dolor, de sufrimiento, de angustia, de enfermedad, de desgracia. Entonces quisiera uno refugiarse en el seno materno y volver a la tierra de la que fuimos formados. Pero aún en los momentos más arduos de nuestra vida, no podemos claudicar cobardemente; debemos continuar trabajando arduamente por un nuevo orden de cosas y por una humanidad que se revista de Cristo. Aún en medio de nuestras fragilidades y de las diversas tentaciones a que continuamente somos sometidos, debemos pedir al Señor que nos dé la firmeza necesaria para que nada ni nadie pueda arrancarnos de la mano de su Hijo, de modo de aprovechar este tiempo de gracia que Él nos concede en este mundo.

En la historia de la humanidad, la persona que más razón tuvo para quejarse ciertamente fue Job, que vivía una vida recta y sin tacha, y que era un fiel servidor de Dios, cuidadoso de no hacer mal a nadie [ Job 1,1 ]. Sin embargo las increíbles pruebas que le tocó sufrir, primero la pérdida de todos sus hijos y sus posesiones y más tarde, de su propia salud, lo hundieron en el pesar, llegando a decir: ¿Por qué no habré muerto en el vientre de mi madre o en el momento mismo de nacer? [ Job 3,11 ]. Job invocó al Todopoderoso con todo su corazón y le expresó sinceramente lo que sentía. No es que Job haya adoptado una falsa piedad sólo para salir bien parado de una situación extrema, sino que no entendía lo que le sucedía y no temió preguntarle al Señor con toda sinceridad.

El sufrimiento es quizá la prueba más grande para nuestra fe, pero el libro de Job nos enseña que todos los que desean caminar con Dios y obedecer su voluntad [aunque esto conlleve sufrimiento] pueden perseverar en la fe [Job 1,21 ]. Job nos da una maravillosa oportunidad de saber cómo actúa Dios, vemos su majestad sobre todas las cosas, la forma en que nos cuida, incluso permitiendo que seamos probados, y otorgándonos al mismo tiempo libertad absoluta para amarlo durante todo este proceso, o bien alejarnos de su lado. Vemos también que nos conoce perfectamente y que premia con generosidad a los que lo aman y aceptan fielmente su obra, incluso en medio de los sufrimientos, los fracasos y las dudas.

El sufrimiento no viene sólo como consecuencia del pecado. Dios permite el dolor para darnos oportunidades maravillosas de crecer en la vida espiritual. Cuando Jesús iba a sanar a un ciego dijo: Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer [Juan 9,3 ]. Dios utiliza el sufrimiento para hablarnos en medio de las aflicciones y darnos a conocer su misericordia divina y su tierna protección, con palabras de incomparable consuelo, esperanza y sanación.

En los Salmos se menciona numerosos casos de personas que clamaron a Dios para que los salvara de sus enemigos. Los salmistas también sabían como Job que podían presentarse con confianza delante del Señor, sobre todo en sus angustias y necesidades, y que el Él no los rechazaría. Asimismo el autor del libro de Los Hebreos alienta a sus lectores a acercarse al trono de nuestro Dios amoroso para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad [Hebreos 4,16 ]. Jesús nos invita igualmente a pedirle ayuda cuando nos sintamos cansados y atribulados para que Él nos dé descanso [Mateo 11,28 ].

Dios no espera que seamos perfectos ni que tengamos grandes revelaciones antes de escuchar nuestras oraciones, sino que nos invita a hablarle francamente y decirle lo que nos acongoja el corazón: heridas, inquietudes, temores. Quizá no recibamos una respuesta inmediata pero podemos tener, como Job, la certeza de que Dios es un Padre fiel, que siempre escucha con agrado a sus hijos, que le hablan con un corazón humilde y sincero.

¡¡¡Padre Santo, pongo en tus manos las preocupaciones e inquietudes, los temores y las dudas que llevo en lo profundo del corazón. Lo pongo todo a tus pies, confiando en tu infinita bondad!!!

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [ Génesis 2,15]

Juan Alberto Llaguno Betancourt

Lima – Perú – SurAmérica

Enlaces de Devocionales Grupos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí