[CE-Peru] Las Falacias en torno los Problemas Sociales

 
 Las Falacias  en torno  los Problemas Sociales
 
 Julio E. Díaz Palacios
Red Perú de Iniciativas de Concertación
 
 
Bernardo Kliksberg,   consultor internacional y hoy asesor del  segundo Gobierno Nacional  del Dr. Alan García Pérez, hace seis años escribió un  famoso artículo evidenciando las  falacias sistemáticas que existían  en América Latina en torno a los problemas sociales[1]. Falacias según  la Real Academia Española significa: mentiras que se  dicen para falsear la realidad o dañar a alguien.  En  el fondo   estas falacias   difundidas intensamente por sectores empresariales  beneficiarios del neoliberalismo,  sus ideólogos  ortodoxos y sus  voceros en diversos campos,   siguen  vigentes aun en muchos sectores políticos y sociales de la región y de nuestro país,  motivo por el que vale la pena recordarlos en una breve síntesis.
 
1. Las   diez falacias según Kliksberg
 
Primera: La negación o minimización de la pobreza.  A  pesar de la evidente magnitud y crecimiento de la pobreza  las dos últimas décadas en América Latina, los beneficiarios del modelo neoliberal  trataban  de quitarle la importancia que tiene por su gravedad. Para eso utilizaban dos canales. Uno,  la relativización de la situación: ?pobres hay en todo ladosí afirmaban; otros utilizaban  el camino negador:  ?pobres hubo siempre?. Las consecuencias  prácticas de ambas  en  las políticas públicas  eran claras: Si hay pobres en todos lados y si  siempre ha habido pobres  no se justifica priorizar el problema, par qué  tanto reclamo.  Estos errores además de conducir a la ineficiencia  entrañaban   y siguen entrañando un serio problema ético.
 
Segunda: La paciencia. Otros planteaban que ante la pobreza era necesario tener una  cierta ?paciencia histórica?, pues luego de los ?ajustes de cinturonesí (las reformas estructurales), vendrá una etapa de reactivación  económica que luego ?derramará? sus beneficios a los desfavorecidos y los sacará  de la pobreza.  Por lo tanto, se decía, lo social debe esperar,  pues se necesita entender el proceso, hay que guardar paciencia mientras se suceden las etapas. El mensaje era claro: ?La pobreza puede esperar?.  De esta manera,  se ocultaba el hecho que el daño que puede provocar esa espera es simplemente irreversible y que no tendrán  arreglos posibles, por ejemplo  los impactos por  la desnutrición crónica en los niños  o en los excluidos de los servicios básicos de agua potable y alcantarillado. Lo correcto era, incluso desde el sentido común,  que frente a la pobreza debía  aplicarse más bien  una ?ética de la urgencia?, pero de ninguna manera  señalar  ?no se desesperen,  tengamos paciencia?, pues  esta significa  decenas de miles de vidas que se pierden definitivamente.
 
Tercera: Con el crecimiento económico basta. Se proponía que todos los esfuerzos deberían orientarse al crecimiento, a aumentar el producto bruto, a priorizar siempre las  exigencias de los inversionistas, que esto era lo verdaderamente importante, que lo demás era secundario. Si se crece sostenidamente, la pobreza comenzará a resolverse, pues  comenzará a fluir hacia abajo, se indicaba.  Se confundía  así el crecimiento que es un medio  con  el  fin mismo. El crecimiento era y es necesario, pero el no puede resolver todos los problemas del desarrollo como está demostrado. No basta para el desarrollo humano.   Se requiere ?no solo más sino un mejor crecimiento, es decir cuales son sus vías, sus prioridades, quienes se benefician, que políticas se aplican con relación a la  educación, salud, agua potable?.  Es cada vez más evidente que crecimiento sin redistribución  no es sinónimo de desarrollo.
 
Cuarta: La desigualdad es un hecho de la naturaleza y no obstaculiza el desarrollo. El pensamiento económico convencional ha tendido a evadir una discusión frontal sobre la desigualdad y sus efectos sobre la economía. Recordemos que América Latina   es considerada la región más desigual del planeta y esta desigualdad  tiende a acentuarse.  Se ha argumentado que la desigualdad es simplemente  una etapa inevitable de la marcha hacia el desarrollo, es decir, algo natural. Incluso, algunos extremistas señalaban que Éla acumulación de recursos en pocas manos favorecerá el desarrollo al crear mayores capacidades de inversión?.  La evidencia indica que la desigualdad es un obstáculo para el desarrollo, pues no solo excluye del mercado a millones de ciudadanos, sino sobre todo genera escenarios de conflictos que rápidamente pueden evolucionar a situaciones de ingobernabilidad.  La desigualdad no se modera o limita sola. La desigualdad tampoco es un hecho natural. La desigualdad debe ser enfrentada directamente.
 
Quinta: La desvalorización de la política social. Frente  a la necesidad de  priorizar las políticas sociales para enfrentar la pobreza,  los  voceros del modelo económico señalaban que Éla única política social es la política económica?. Por eso la preeminencia de los ministros o asesores económicos.  En consecuencia, se ha tendido a  dar a las políticas sociales una importancia menor que otras políticas como las de privatización, crecimiento económico,  equilibrios  monetarios, desarrollo productivo. Las políticas sociales han sido siempre relegadas a un segundo plano. Para estos ortodoxos la política social  es ?una concesión política orientada a calmar los ánimos de los pobresí. Es decir, la vieja practica de ?dar algo, para que no cambie nada?.  La política social, a diferencia de los neoliberales, es sumamente importante.    No debe  centrarse en cuestiones marginales, sino debe ser considerada como la llave para la acción contra la desigualdad de carácter estructural y para enfrentar de verdad la pobreza y las inmensas privaciones que significa.
 
Sexta: La maniqueización del Estado.  Los convencionales  han  hecho un gran esfuerzo para  desprestigiar y deslegitimar  la acción del Estado. Hay que reconocerles que han sido   exitosos en  aplicar el maniqueísmo o ?tendencia a interpretar la realidad en base  a una valoración  interesadamente equivocada?.  En todo caso, el único Estado bueno para ellos es aquel  que sirve a  los intereses del crecimiento económico, que bien sabemos que en realidades nuestras  beneficia a  pocos y no a la gran mayoría.   Frente  a la idea errónea  de un Estado omnipresente e ineficiente,  se postuló un Estado mínimo. Se ha asociado la idea de Estado con corrupción, con ineficiencia, con grandes burocracias que no aportan nada, con despilfarro de recursos.  Evidentemente se aprovecharon de los defectos existentes en el funcionamiento de las entidades públicas. Pero se llegó al extremo de   afirmar y promover ?que toda acción llevada en el terreno  público sería negativa para la sociedad, mientras que  el mercado nos llevaría al reino de la eficiencia y a la solución de los principales problemas económico-socialesí. Además  difundieron  la concepción de  que existe una oposición  de fondo, frontal,  entre Estado y sociedad civil. La maniqueización del Estado  tiene una consecuencia concreta, al deslegitimarla deja abierto el camino  para su debilitamiento y la desaparición paulatina de las políticas públicas en campos cruciales  como los sociales.
 
Séptima: La incredulidad y desconfianza  sobre el aporte de la sociedad civil. Estos ortodoxos  sembraron también dudas sobre las posibilidades de aporte de la sociedad civil en los procesos de desarrollo y en la solución especifica de los problemas sociales.  Priorizan el mercado, la fuerza de los incentivos económicos, la gerencia de negocios, la maximización de las utilidades como motor del desarrollo,  saludan las señales que pueden ser buenas para el mercado. Los aportes de la sociedad civil son considerados como  secundarios, casi marginales. Este enfoque es el que condiciona que el apoyo a las organizaciones de la sociedad civil sea  casi simbólico, muy pobre; y, de otro lado,   se acentúa también la desconfianza en sus capacidades de acción. Desconocen deliberadamente  la fuerte participación de las OSC en el desarrollo social en el mundo  actual, por ejemplo, produciendo capital social.
 
Octava: La participación; si, pero no.  La participación cada vez más activa en la gestión de los asuntos públicos  surge como una exigencia concreta de  las mayorías. Los avances de la democratización  crean condiciones de libre organización  y expresión  y de involucramiento  en  procesos democráticos, lejos del verticalismo y autoritarismo, altamente ineficientes. Un campo donde se da esto  es el de los programas sociales, particularmente en la lucha contra la pobreza. No obstante los aportes de la participación ciudadana, se levantan los perjuicios y las resistencias profundas  a que las comunidades participen. Por supuesto a la hora del discurso político, se reconoce  lo valioso de la participación, pero en el momento  de las decisiones, se crean obstáculos o se ubica la participación en aspectos marginales, no decisorios. Una vez más está presente el clásico ?divorcio entre el discurso y la realidad?, pero  la participación viene consagrándose definitivamente como un componente imprescindible en la gestión pública moderna.
 
Novena: La elusión ética.- Los ortodoxos y el grueso de empresarios  escabullen normalmente la discusión sobre las implicancias éticas de los diferentes cursos de acción posibles.  Lo que se privilegia siempre es el costo / beneficio económico, se desprecia  prácticamente la situación de la vida de la gente.  Se prioriza la discusión sobre los medios y no los fines,  se opta por el ?camino del pragmatismo?, para evitarse problemas con los grupos de poder. Por ejemplo, ¿quién gana y quien pierde con  la falta de voluntad para  hacer la reformas fiscalesí. La respuesta es  obvia.  Hay resistencia a identificar las consecuencias de las políticas, sean estas económicas, sociales, ambientales, económicas. Es indispensable  reestructurar el sistema de valores en que la civilización descansa. Sin embargo los ricos y sus voceros   se niegan a  reflexionar en torno al criterio y exigencia  formulado por muchos autores  en el sentido de ?que no es posible que los estratos prósperos de las sociedades ricas se libren de la carga de conciencia que significa la convivencia con realidades masivas de  abyecta pobreza y sufrimiento en el mundo, y que deben encarar de frente su situación moral?.
 
Décima:  No hay otra alternativa.- Pero los ortodoxos no queden en lo ya señalado. Alegan también que  las medidas económicas que ellos proponen  son las únicas posibles y que no existen otras alternativas. Por tanto,  los graves problemas sociales que crean son inevitables, no hay nada que hacer. Esta es una expresión de fundamentalismo.   No  reconocen  la larga experiencia  del siglo XX,  plena en fracasos históricos de modelos de pensamiento que se auto representaban como  el ?pensamiento único?. El desarrollo es  tan heterogéneo y demasiado complejo como para aceptar que solo puede existir una sola vía. El clamor por cambios en las regiones que están pagando las consecuencias del modelo único   empobrecedor y excluyente es grande, pero se insiste: No hay otras alternativas. Se prefiere no prestar oídos a cosas muy delicadas.
 
Kliksberg culminaba su artículo  señalando  que las sociedades latinoamericanas  no pueden ser indiferentes frente a los infinitos dramas que  surgen de la problemática social de la región y que deben ser  muy autocríticas  con la racionalización de la situación los autoengaños tranquilizadores. Y nos recordaba también   la voz del gran escritor Carlos Fuentes quien en 1995 afirmó categóricamente: ?Algo se ha agotado en América Latina, los pretextos para justificar la pobreza?.
 
2. ¿Siguen  vigentes estas falaciasí
 
Las falacias señaladas de extensa circulación  hace  más de una década siguen  vigentes en el pensamiento y prácticas de no pocos  personajes y organizaciones de nuestra región.  Ellas, sin duda,  constituyen una visión distorsionada de los problemas sociales de la región y de sus causas, y lleva a  graves errores en las políticas públicas. No ayudan a superar la pobreza ni la desigualdad, más bien las refuerzan estructuralmente.
 
¿Estas  falacias tienen alguna presencia e impacto en el Perú de hoy, años 2006?. Lamentablemente sí y en muchos aspectos. Por ejemplo, la falta de propuestas claras que ataquen  las causas de fondo de la pobreza  y exclusión en el país y  la ausencia de una verdadera reforma de las políticas sociales para superar su fragmentación, su ineficiencia, la subcobertura, el asistencialísmo;   el cuestionamiento de las OSC particularmente las ONGS que  trabajan temas relacionados con la protección de los derechos humanos y la transparencia en la administración de justicia por altos voceros del gobierno. Al respecto resulta muy claro lo que  el mismo autor nos dice:
 
?El Perú tiene el 48%  de la población total y el 66%  de la población indígena, por debajo de la línea de pobreza. Esto significa que uno de cada dos peruanos tiene dificultades para sobrevivir Y aquí como en toda América Latina la pobreza mata. La tasa de mortalidad materna del Perú es el doble que la del promedio de la región, que  a su vez es ocho veces  la tasa de mortalidad materna de Canadá.  La pobreza tiene rostro de mujer, de niño, de indígena.  Yo no conozco ninguna prioridad más grande que combatir la pobreza. La reforma  fiscal es  fundamental, pues  a veces se exige que los pobres paguen igual que los no pobres. Si se  busca una economía con rostro humano es necesario una reforma fiscal, no hacerla  o evitarla es antiético?[2].
 
 
Lima, 9 de octubre del 2006


[1] Bernardo Kliksberg. ? Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina?. Washington, 2000.
[2]  Bernardo Kliksberg. ?No es ético evitar reforma fiscal?. Entrevista. La República.  Página 8, Política, Domingo 1/10/2006


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