[devocional-sabado] 07 de Octubre de 2006 – El oro.

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Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro:
Mi confianza eres tú?
Esto también sería maldad juzgada;
porque habría negado al Dios soberano. 

Job 31:24 y 28.

El oro

       Durante milenios, esta palabra ha atraído a los hombres y ha hecho latir más fuerte los corazones.

       ¡Oro! Este metal amarillo ejerce una fuerza atractiva sobre la gente, ¡aunque no es en absoluto magnético! Esto se debe a que actúa sobre el corazón, y por lo tanto, puede agitar reciamente los ánimos según aumente o baje su valor. Conforme a la situación del libre mercado, el precio del oro cae o sube por las nubes. Cambia cada día del año. La oferta y la demanda determinan su precio.

       Completamente distinta es la salvación; la Escritura dice que ella no se basa en valores perecederos como plata y oro, sino en ?la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación? (1 Pedro 1:19). Esta salvación hecha por Jesucristo tiene el más alto y constante valor ante los ojos de Dios, el único que sabe apreciarla debidamente. No puede ser comparada con ningún otro bien, tampoco con todo el oro de este mundo.

       Por eso, cada lector debe preguntarse: ¿He recibido esta salvación? ¿Mis pecados han sido lavados por la sangre de Jesucristo? Si he creído en él, Dios me atribuye el alto y maravilloso valor de la persona de Jesús y de su obra en la cruz.

poème:
Es la sangre tan preciosa
del Dios Salvador,
la que quita los pecados
y el temor.
 

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