Simplifiquemos nuestra vida

 

«…despojémonos de todo peso…» ( Hebreos 12:1b)

 

En un aeropuerto, cierto viajero estresado estaba preocupado por si perdía su vuelo, así que le preguntó a un señor: «Disculpe, ¿qué hora esí». El hombre dejó en el suelo sus dos grandes y pesadas maletas, miró a su reloj y dijo: «Son exactamente las 5:09, la temperatura es de 30º grados, y lloverá más tarde. En Londres el cielo está despejado y la temperatura es de 28º grados. Y, veamos, en Singapur luce el sol. Y… ah, esto es interesante: esta noche habrá luna llena en Los Ángeles». «¿Le dice todas esas cosas su reloj?», preguntó el viajero. «Claro que sí, y muchas más. Ve, yo he inventado este reloj y le aseguro que no hay otro como éste en todo el mundo». El viajero indicó: «Necesito tener un reloj como éste; le doy diez mil dólares por él». «Está bien», dijo el inventor, «trato hecho», y aceptó el dinero. El viajero tomó el reloj y se lo puso en la muñeca, sonriendo de alegría. Pero antes de irse, el inventor le detuvo. «¡Un momento!», le dijo, mientras se agachaba a levantar las dos pesadas maletas, y añadió: «¡No se olvide de cambiar las pilas!».  

Esperamos que los últimos inventos tecnológicos nos faciliten las cosas pero al final nos limitan y aumentan nuestra dependencia de algo que finalmente se romperá o pasará de moda con la próxima maravilla de la ciencia moderna. Es hora de que calculemos el coste oculto antes de invertir más tiempo, dinero y confianza en el próximo «reloj» multiusos. Las «pilas» se hacen muy «pesadas» una vez que haya pasado la novedad. ¿Cuál es la moraleja? «…despojémonos de todo peso…» (Hebreos 12:1b), simplifiquemos nuestra vida, volvamos a nuestro rumbo, concentrémonos – y ¡corramos!

 

 

 
Por Bob y Debbie Gass, con la colaboración de Ruth Gass Halliday
 

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