Mujer Cristiana – AUN NO HEMOS LLEGADO A CASA

MUJERES CRISTIANAS – AUN NO LLEGAMOS A CASA

En comparación con otros siglos, nunca ha sido tan fácil vivir como se vive hoy en el mundo occidental. Actualmente somos bombardeados con toda clase de entretenimiento, diversiones y la complacencia de todos nuestros gustos personales. Hoy en día con todos los fascinantes entretenimientos de los que estamos rodeados, lo cautivador de los medios informativos y todas las cosas nuevas que existen para explorar nuevas experiencias, es fácil olvidar que la vida no consiste en la búsqueda de la felicidad. Sólo cuando recordamos que la vida es una prueba, un fideicomiso y una asignación temporal, es que el enamoramiento con estas cosas pierde el dominio sobre nuestras vidas. Nos estamos preparando para algo mejor. «Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno» 2 Corintios 4:18.

El hecho de que la tierra no sea nuestra última morada explica por qué nosotros, como seguidores de Jesús, pasamos dificultad, sufrimiento y rechazo en este mundo. También se explica por qué algunas de las promesas de Dios parecieran inconclusas, algunas oraciones sin respuesta y algunos sucesos aparentan ser injustos.
Aquí no se acaba la historia.

Para evitar que nos aferremos demasiado a esta tierra, Dios permite que experimentemos algún grado de incomodidad y tristeza en nuestras vidas, o sea, anhelos que nunca serán satisfechos de este lado de la eternidad. ¡No somos completamente felices aquí, porque no se supone que lo seamos! La tierra no es nuestro hogar final; hemos sido crecados para algo mucho mejor.

Un pez nunca podría sentirse bien viviendo en la tierra, porque fue creado para el agua. Un águila no se sentiría realizada si no se le permitiera volar. Nunca te sentirás completamente satisfecho en la tierra porque fuiste creado para algo más. Tendrás momentos felices aquí, pero nada comparado con lo que Dios tiene planeado para ti.

Darte cuenta de que la vida en la tierra es tan sólo una misión temporal, debiera cambiar radicalmente tus valores.
Los valores eternos, no los temporales, deben ser los factores determinantes que influyan en tus decisiones. Así es como lo observó C.S.
Lewis: «Todo lo que no sea eterno es eternamente inútil».

Es un error trágico dar por sentado que el objetivo de Dios para tu vida es la prosperidad material o el éxito popular como el mundo lo define. La vida abundante nada tiene que ver con la abundancia material, y la fidelidad a Dios no garantiza el éxito en una carrera ni en el ministerio. Nunca te concentres en coronas temporales.

Pablo fue fiel, y sin embargo, terminó en la cárcel.
Juan el Bautista fue fiel y lo decapitaron. Millones de fieles han sido martirizados, lo han perdido todo o han llegado al ocaso de sus días sin nada material. ¡Pero el fin de la vida no es el final!

A los ojos de Dios, los grandes héroes de la fe no son los que han logrado prosperidad, éxito y poder en esta vida, sino aquellos que la ven como una asignación temporal y sirven fielmente, esperando su recompensa en la eternidad. La Biblia dice lo siguiente del Salón de la Fama de Dios: «Todas esas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos, y las saludaron reconociéndose a sí mismos como extranjeros de paso por este mundo… Pero ellos deseaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les tiene preparada una ciudad» Hebreos 11:13, 16. Tu vida en la tierra no es toda la historia de tu existencia. Debes esperar llegar al cielo para el resto de los capítulos. Se requiere fe para vivir en la tierra como un extranjero.

Un antiguo relato cuenta de un misionero que al jubilarse volvía a su casa en los Estados Unidos en el mismo barco en que viajaba el presidente de esa nación. La algarabía de la muchedumbre, una banda militar, una alfombra roja, pancartas y los medios de comunicación, le dieron la bienvenida al presidente, mientras que el misionero desembarcaba sin notoriedad alguna. Sintiendo lástima de sí mismo, y con resentimiento, comenzó a quejarse con Dios.
Entonces el Señor le dijo con ternura: «Pero hijo mío, tú aún no has llegado a casa».

No llegarás a casa, hasta dos segundos antes que solloces: «¿Por qué le di tanta importancia a las cosas que eran temporalesí ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué perdí tanto tiempo, esfuerzo e interés en algo que no iba a durar?».

Cuando la vida se pone difícil, cuando te embarga la duda o cuando te cuestionas si vale la pena sacrificarse viviendo para Cristo, recuerda que aún no has llegado a casa. En la muerte no dejarás tu hogar, más bien irás a casa.

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