Paciencia.

en tu nombre, 
por cuanto tú, oh Señor,
no desamparaste a los que te buscaron…
No se olvidó del clamor de los afligidos.

Salmo 9:10, 12.

No temas; cree solamente.
Lucas 8:50.

Paciencia

Cuando se llama al médico a la cabecera de un enfermo, uno quisiera que acudiera en seguida. El evangelio de Lucas (8:40-56) nos relata la historia de Jairo, un principal de la sinagoga que vino a Jesús y le rogó que fuese a su casa porque su única hija de doce años se estaba muriendo. En el camino el Señor se atrasó a causa de una mujer enferma. Mientras tanto la niña murió. El Señor dijo a Jairo que confiara en él; luego fue hasta donde estaba la niña y le devolvió la vida.

       A veces una situación difícil se agrava, pese a nuestras oraciones; entonces podemos sentirnos desamparados y suspirar como Job: «¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!… él me atendería » (Job 23:3, 6). El Señor, ¿olvidará nuestro llamado? Desde el Antiguo Testamento nos llega su respuesta para darnos confianza: «¿Por qué dices… Mi camino está escondido del Señor, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno… no desfallece, ni se fatiga con cansancio » (Isaías 40:27-28). Cristo también nos dice: «Nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida» (Isaías 49:16).

       Las marcas de los clavos en las manos del Señor nos recuerdan el infinito amor con que nos ama cuando, como a Jairo, nos pide tener paciencia. En él podemos confiar, porque sabe lo que hace; él mismo dijo: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5).

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