Vivir el amor: no es un sueño imposible

 

por Gloria Copeland

 

Mucha gente afirma conocer a Dios, sin embargo, se le está privando de la clase de relación que Jesús realmente desea tener con ellos. Pueden recitar pasajes largos de las Escrituras e incluso algunos han pasado años en el seminario estudiando la Biblia. Se engañan al pensar: Oro y leo la Palabra todos los días, y considero que por ello permanezco en Jesús.

No comprenden lo que en realidad significa permanecer. Aunque leer, meditar y escuchar la Palabra de Dios es importante, estas cosas por sí mismas no lo convierten en una persona que «permanece». Para serlo en verdad, no solo debe escuchar la Palabra, sino también es necesario guardarla.

Permanecer significa obedecer. Como dijo Jesús:

«El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado» (Juan 14:21, 23; 15:10, 12).

La Palabra que verdaderamente vive en nosotros no es la Palabra que conocemos, sino la que hacemos. Santiago 1:22 nos dice que la gente vive engañada porque no son hacedores de la Palabra, sino únicamente oidores. 1 Juan 2:3-6 lo dice así: «En esto sabemos que nosotros lo conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: «Yo lo conozco», pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo».

Si permanecemos en Jesús, viviremos como Él lo hizo: ¡en obediencia!

Jesús anduvo en el amor, obedeciendo a Dios en todo. Ni siquiera decía nada, salvo lo que el Padre le indicaba que debía hablar (Juan 12:49). Jesús vivió para cumplir la Palabra y el plan de su Padre y para obedecer (Juan 6:38).

¿Sabe cómo respondió Dios a esta obediencia? Le dio a Jesús su Espíritu sin medida (Juan 3:34). Como resultado de ello, Jesús venció a Satanás y destruyó sus obras a cada paso. En todas partes donde anduvo, Él hizo que los ciegos vieran, los paralíticos caminaran y los sordos oyeran; expulsó demonios y resucitó a los muertos.

No importa cuánto trate el mundo de convencernos de que es más emocionante pecar antes que obedecer a Dios, Jesús ha demostrado que no lo es. Él vivió la vida más apasionante de toda la historia. Obedecer a Dios no lo va a condenar a una vida de aburrimiento. La obediencia lo guiará hacia una vida de victoria y bendiciones tan emocionante como jamás usted ha podido imaginarse.

Dios desea derramar su poder por medio de usted, tal y como lo hizo por medio de Jesús. Él desea hacer una realidad en su vida la promesa que Jesús hizo en Juan 14:12-15: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos».

Con demasiada frecuencia, los cristianos citamos los tres primeros versículos y dejamos por fuera el último. Pero si queremos realizar las obras de Jesús, debemos vivir como Él lo hizo. Debemos permanecer en Él, y permanecer significa obedecer sus mandamientos.

Ande amor

Posiblemente habrá notado, en varios de los pasajes que hemos señalado, que Jesús relacionaba la permanencia y la obediencia con el amor de Dios. El amor de Dios se manifiesta en su vida cuando actúa sobre el conocimiento de la Palabra de Dios.

Como vimos anteriormente, en Juan 15:12, Jesús resumió los mandamientos en una oración: «Amaos unos a otros, como yo os he amado». Sin el conocimiento revelado, seguido por la acción, el amor no se desarrolla y el egoísmo sigue reinando en su vida, aun cuando sea una criatura nueva. Pero cuando usted actúa sobre la Palabra de Dios en obediencia, el amor de Dios se perfecciona (1 Juan 2:5), y es ahí cuando el amor comienza a fluir hacia los demás por medio de usted.

Si desea mantener una comunicación viva con Dios, es indispensable que lleve una vida de amor. 1 Juan 4:16 indica: «Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él». Cada paso fuera del amor es un paso fuera de esa comunicación viva con Dios, porque anda en desobediencia.

Hace años, Rufus Moseley escribió:

«Si permanecemos en el amor de Dios y andamos siempre en amor, sintiéndonos dispuestos a dar nada más que el mayor amor posible a todos los hombres y cosas, siempre estaremos en Él y bajo su unción. Llegué a darme cuenta de que podía escribir editoriales y hacer todo lo que se puede hacer en el Espíritu de Jesús. Hasta podía estar en lugares celestiales mientras araba con una mula, podaba los árboles, estaba en las salas de juicio, en las celdas de los condenados a muerte y en todo lugar donde había necesidades, siempre y cuando lo hiciera en el espíritu de amor».*

No está solo

Si está pensando que nunca podría vivir sistemáticamente una vida de amor, no se preocupe. Nadie puede hacerlo por cuenta propia; pero gracias a Dios, ¡no estamos solos! El que es Mayor está con nosotros y es su fuerza en nuestro interior la que nos hace victoriosos.

Como ven, permanecer en Jesús nos permite llevar el fruto del Espíritu mencionado en Gálatas 5:22-23, inclusive el amor. Ese fruto fue puesto dentro de usted cuando nació de nuevo. Siempre formarán parte de su espíritu renacido porque este fue creado a imagen de Dios. Él puso su propia naturaleza en usted, y el fruto del Espíritu es una característica de esa naturaleza.

A pesar de que ese fruto está en su interior, usted nunca podrá, sin importar cuánto se esfuerce, manifestarlo de forma constante en su vida mientras no permanezca en Jesús, dedicándole tiempo en oración y en la Palabra.

Piense en el ejemplo que Él dió sobre la vid y los pámpanos y podrá observar fácilmente la razón para esto: «Yo soy la vid verdadera… Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos… » (Juan 15:1, 4-5).

La rama de un naranjo no da fruto porque se esfuerce y luche para hacerlo. Lo da porque está conectada al tronco del árbol. La vida que fluye a través de la rama de ese árbol simplemente produce, de forma natural, las naranjas. Del mismo modo, cuando usted se encuentra unido a Jesús y en comunión con Él – la Vid -, su vida divina fluye a través de usted y produce los frutos espirituales. ¡Jesús es su fuerza vital! La comunicación viva con Él determina los resultados espirituales en usted.

Contrariamente a lo que muchos parecieran creer, no se puede vivir de domingo a domingo, acompañando al Señor sólo una vez por semana en la iglesia, olvidándolo el resto del tiempo, y aun así, vivir una vida cristiana razonablmente exitosa. Jesús fue bastante claro al respecto; lea lo que dijo en Juan 15:6: «El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, los echan en el fuego y arden». La palabra «secar» significa «marchitarse, perder o causar la pérdida de energía, vigor o lozanía».

En el instante en que un pámpano se quiebra de la vid, comienza a morir. No importa cuán cerca estén ambos. Usted puede colocar la rama justo al lado de la vid, pero si la unión se ha quebrado, no fluirá la vida. No habrá savia fluyendo de la vid hacia el pámpano.

Eso es una imagen clara de lo que sucede cuando no estamos en comunicación y unión vital con el Señor. Cuando nos encontramos demasiado ocupados para pasar tiempo con Dios en oración y en su Palabra, cuando nos encontramos demasiado preocupados por las cosas terrenales, y nos desconectamos de la comunión con Él, inmediatamente comenzamos a secarnos. Todavía le pertenecemos, tenemos su vida dentro de nosotros, pero su energía no fluirá por medio de nosotros y por eso no podremos producir nada.

El fruto de obedecer y permanecer

Obviamente, aun cuando usted permanezca en Jesús, Él no va a da fruto por usted, al igual que el naranjo no asume la responsabilidad de la rama y produce la fruta directamente del tronco del árbol. Jesús sencillamente le brinda el poder y la vida, y entonces es usted quien debe cumplir con su parte, rindiéndose a esa vida. En un acto de voluntad propia, usted debe permitir que lo que Él ha puesto en su interior se manifieste en el exterior.

Por ejemplo, cuando alguien le ofende, usted debe tomar una decisión: ¿se dejará llevar por su carne ofendida y contestará con otra ofensa?, ¿o se entregará a su espíritu y responderá con amor? La respuesta a estas preguntas estará determinada por dos elementos; el primero es, por supuesto, la decisión que usted tome. El segundo es la condición de su corazón.

Si ha descuidado su tiempo con Dios, pasando más tiempo frente a la televisión antes que en la Palabra, puede que se encuentre muy debilitado para obedecer a la voz del Espíritu. Aunque su corazón desea actuar amorosamente, la carne gana la batalla debido a que su espíritu está débil y por eso arremete con ira hacia la persona que le ofende. Pero si ha permanecido en comunión diaria con el Señor, entonces su corazón estará fuerte y lleno de la energía espiritual necesaria para sobreponerse a la carne y permitir que el amor fluya.

Cómo vencer en amor

Debido a que el Espíritu mismo de Dios mora en nosotros y nos faculta constantemente para hacer su voluntad, obedecer no es una carga, sino un gozo: «pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos [no son molestosos ni agobiantes], porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Juan 5:3-4).

Si usted es hijo de Dios nacido de nuevo, usted es vencedor. Quizás lo hayan maltratado y criticado tanto que se mira a sí mismo como un fracasado y desprovisto de amor. Si es así, deje de poner la atención en usted y concéntrese en la Palabra de Dios. Permita que la Palabra transforme la manera en que se ve a sí mismo. Al meditar en la Palabra, desarrollar su fe y estar en comunión con el Padre, usted podrá dar un paso hacia una vida vencedora.

Cuando usted esté conectado a la Palabra, dejará de verse como un fracasado. ¡Se verá a sí mismo en Dios! Comenzará a leer cosas como: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios… » (1 Juan 3:1). Empezará a ver, por revelación del Espíritu, que Dios es en realidad su Padre y que Él tiene cuidado de usted.

Comience por verse a sí mismo como el Padre le ve. Cualquier cosa que Él diga de usted como hijo suyo, en verdad es así. Todo lo que usted tiene que hacer es estar de acuerdo con Él y rendirse a su manera de actuar y de ser justo. Cuando esté de acuerdo con la Palabra, podrá obedecerla.

Es posible que no se sienta capaz, pero el que es Mayor vive en usted y le da el poder para hacerlo. El que es Amor habita en usted y por eso usted puede amar. Al permanecer en la Palabra (siendo hacedor obediente y no simplemente oidor), la vida y el amor de Dios serán una realidad en su vida. Andar en los pasos de Jesús ya no será un sueño imposible, y sin que usted se dé cuenta de ello, ¡estará viviendo en amor!

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