Ser yo misma

Ser yo misma

Hace algún tiempo, asistí a una primera junta oficial con otras 25 mujeres representativas de diferentes ámbitos sociales y políticos de nuestra sociedad y noté que, en la breve presentación que cada una debía hacer de sí misma, en algunas de ellas existía un lado que podría describir como ‘inaccesible’. Explico: Cuando alguien hace de si mismo(a) una breve presentación, generalmente dice su nombre, su título profesional y/o su carrera, empleo, cargo, estudio, etc. y en dado caso, si es casado o soltero. Pero lo sorpresivo de aquella junta fue que varias mujeres para presentarse, decían solamente su nombre, apellido y a continuación afirmaban con presunción: «….y soy feminista» (punto final). ¿Qué había en el pasado de aquellas mujeresí pues simplemente, había un pasado de lucha feminista; tal parece que sí es posible que alguien dedique todo su tiempo, toda su existencia a una ideología difusa, carente de delimitación. En el fondo, algunas feministas quizá deseen identificarse con algún personaje que hubiese sido un símbolo feminista.

Personajes centrales del feminismo como Simone de Beauvoir, acabó su vida escribiendo «La Mujer Rota», o como la destacada feminista Gloria Steinem, cofundadora y directora de la revista «Ms», quien en una famosa frase decía que «una mujer necesita de un hombre, como un pez de una bicicleta»; ella más adelante se unió a un millonario y después escribió un libro para justificar su cambio de vida; confiesa que su activismo feminista la había dejado exhausta y a través de su relación amorosa descubrió el «encanto de las cálidas cadenas del hogar«, escribió además que atrajo a su amante disimulando sus cualidades reales y exagerando las que él quería ver en ella. Cuando él finalmente se enamoró, ella añade: «tuve que seguir no siendo yo misma». En los años sesentas Betty Friedan, representante de la revolución sexual feminista en E.U., fundadora y primera presidenta de la organización norteamericana de mujeres N.O.W. escribió su famosa obra «The Feminine Mistique» (La Mística Femenina) en la que alentaba a las mujeres a liberarse del hogar, que definía como «un confortable campo de concentración», la familia era el medio de vedar a la mujer, con razones supuestamente biológicas y naturales, el ascenso profesional, pero en su segunda etapa escribió más adelante «el feminismo tenía que preocuparse por la familia si no quería perder su influencia»; Friedan detectaba la insatisfacción de muchas mujeres que se habían dedicado por entero a la carrera profesional y después comprendieron que la familia proporciona recompensas que el trabajo no puede dar. El verdadero problema no era ya el que pretendían resolver las antiguas reivindicaciones sino otro: cómo hacer compatible el trabajo, la vida conyugal, el hogar y los hijos. Otro ejemplo lo encontramos en Germaine Greer quien fue destacada portavoz de la ‘liberación sexual de la mujer’ quien escribió en «Sex and Destiny» 1984 (Sexo y Destino) que «las mujeres tienen una inclinación natural a la feminidad» y añadía: «Se ha incentivado a las mujeres a renunciar a algo tan propio de ellas como la relación afectiva con los hijos, en nombre de una mítica independencia que en el fondo no desean y que no conduce a nada».

Las organizaciones feministas hasta hoy han seguido siendo círculos de activistas radicales quienes han ido perdiendo de vista el valor de la mujer normal y sus satisfacciones personales. Una feminista contemporánea, Celia Amorós (España), propone en cuanto a la discusión entre el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia lo siguiente: «Yo creo que la principal reivindicación de un feminismo que quiera verdaderamente mantener su garra reivindicativa y revolucionaria es luchar por el derecho al mal» (1). Con perdón de esta mujer, es un poco gracioso y hasta grotesco que proponga que el fin de la mujer sea obtener su «derecho al mal»; ¿servirá esto para compaginar el feminismo con la feminidad? O será simplemente que Amorós quiere empequeñecer la realidad ¡y la realidad somos todas!

Algunas líderes feministas comienzan a percatarse de que soplan vientos nuevos ante lo cual han incrementado su apoyo a la «ideología de género», que en palabras de Edith Butler («Gender Trouble«) (2) significa: «el género es una construcción radicalmente independiente del sexo y en consecuencia, hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como femenino». Esto es sólo el principio, el propósito de la agenda feminista actual no es realmente mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Así, en política se habla no solamente de ‘ayuda a la mujer’ (sin mencionar a sus familias), sino que se habla de políticas y acciones «con enfoque de género»; esta expresión incluye por supuesto un proyecto político femenino que en términos extremos puede llegar a pregonar exigencias como el aborto y excluir el apoyo a la familia tradicional. El feminismo puntualiza que la violencia se origina en la familia y envía mensajes que inciden solamente en la depresión de las mujeres: -se abusa de ti y se te maltrata, los hombres te menosprecian, tu ámbito cultural te margina, tu Iglesia está contra ti, tu fisiología va contra ti, todos los hombres son iguales, etc.- Y la solución simplista que proponen es que la mujer trabaje fuera del hogar. El aumento de la presencia femenina en las universidades coincide con el alza del interés económico y no con ideales humanistas.

Por otra parte, detrás del trabajo, las obligaciones sociales y los vicios, la figura paterna está ausente; algunos dicen que somos ‘una sociedad de mucha madre y poco padre’. A esto se suma el ‘cambio de roles’ con la liberación femenina en el que se exige a los hombres que sean de X manera, pero no se les dice cómo; en donde las mujeres se quejan de que los hombres son machistas, pero es en casa donde se les enseña a ser machos; en donde la mujer está en espera de que el hombre no llega a casa y él espera que la mujer siga siendo sumisa quizá como lo fue su propia madre; en donde hay boda pero no hay hijos porque lo primero es el éxito profesional de ambos y un buen nivel económico. La investigación psicológica (3) apunta que lo anterior provoca un «desencuentro total» que desemboca en separación o divorcio y la mujer a fin de cuentas queda sola o como madre soltera.

Un conocido escritor inglés, James Tooley (4) entrevistó a jóvenes mujeres estudiantes de varias preparatorias en Estados Unidos a quienes describía como muy despiertas, articuladas y sofisticadas, todas tenían grandes ambiciones de llegar a ser médicas, abogadas, políticas, pero ninguna mencionaba llegar a ser madre. Este escritor mencionaba que probablemente dos tercios de estas jóvenes llegarían a los treinta y tantos años de edad sin haber tenido hijos y que el 90% de ellas iban a lamentarlo profundamente. Cuando llegan a esa edad –decía-, se atreven a mirar hacia atrás y se preguntan qué hicieron en sus años de máxima fertilidad sexual y por qué la única prioridad de la educación que recibieron fue la de llegar hasta el tope de sus carreras, por qué su plan debía ser igual que el de los hombres, sin abrir la posibilidad de que ese plan podría no servir a todos y todas por igual. Quizá entonces pensarán como Betty Friedan cuando llegó a la tercera edad: «Fue emocionante al principio lograr que la mujer entrara en campos en donde antes no había entrado. Hoy esto no significa para mi más que un simple trabajo, pero lo más devastador es la soledad que siento; debe haber una mejor forma de vivir».

Países adelantados como E.U.A. e Inglaterra han llegado al extremo de que es ilegal que un consejero de carrera sugiera a una mujer joven que entre sus opciones pueda también escoger para su vida futura ser esposa, madre y llevar una vida familiar. ¿Será entonces la ‘equidad de género’ la solución? Esto significa que las mujeres deben estar tan hambrientas como los hombres de lograr el éxito en sus carreras con el objetivo de alejarse de la maternidad. Lo que no les informa la escuela son las estadísticas elaboradas en países desarrollados acerca de los altos índices de insatisfacción alcanzadas por las mujeres más adelante en sus vidas, -«de allí la errónea educación que reciben»-deduce James Tooley. En un libro sorprendente del autor Guy R. Odom (5) (Mothers, leadership and success) o «Madres, liderazgo y éxito», quien escribe sobre la influencia de la madre en los hijos, demuestra que los grandes líderes de todas las épocas lo han sido debido a la influencia directa de sus madres. En verdad, cuando estudiamos historia se menciona a los ‘grandes hombres’, pero las mujeres dieron vida a los hijos que crecieron para luchar en las batallas y conquistar reinos.

Hoy además se ha reconocido mundialmente el gran valor de la familia; al fortalecer a la familia se fortalece el mundo; por ejemplo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «La familia es la unidad natural y fundamental de la sociedad» (Art. 16B); Declaración de Copenhagen sobre Desarrollo Social que enfatiza el key rol (rol esencial) de la familia en el desarrollo social(Art. 26H), así como las Iniciativas subsecuentes para el Desarrollo Social (2000) inscribieron que «la familia es la unidad básica de la sociedad y es una fuerza firme de adhesión e integración social..»(Art. 25), etc.

La mujer es el núcleo de la familia, sin ella la familia se desintegra y se buscan ‘sustitutos’ artificiales como guarderías, drogas, televisión y otros reemplazantes parentales. Preguntémonos – ¿Qué es SER mujer? ¿Cuál es mi identidad? ¿Estoy aparentando ser lo que no soy? – . Es un hecho que las mujeres están cambiando en todas partes del mundo, han hecho un viraje en un paradigma casi tan dramático como la Revolución Industrial; las mujeres han re-escrito sus roles y las reglas en las que desean vivir. Las mujeres hoy aprenden más, ganan más dinero, gastan más, tienen más influencia en más lugares y formas que las mujeres del reciente siglo pasado; han demostrado que la singular biología femenina –su esqueleto, el funcionamiento de sus órganos, el flujo hormonal, lo intrincado de su psique-, no son limitantes. Sin cuestionamiento alguno vivimos hoy en un mundo diferente y cambiante; algunos llaman a esto la «revolución silenciosa» que ha reestructurado la moderna cultura de la ‘feminización’. Pero hay que reconocer sin embargo, mientras nos abrimos paso hacia el futuro, que las vidas de mujeres y hombres se superponen, se añaden, se mezclan, se complementan, se necesitan hoy más que nunca. Los hombres ya no se definen por sus aportaciones al hogar, pues la mujer también aporta; es una época en que los hombres no saben qué está pasando; la razón es simplemente que las mujeres están cambiando y los hombres deben también cambiar. La mujer se encuentra sin embargo ante una encrucijada, sabe lo que no es y lo que no quiere, pero el concepto de lo que realmente ES o lo que quiere está todavía en proceso.

Aquí es en donde debe haber una seria reflexión. Hoy existen más problemas de conducta y mentales que hace un siglo, existen más píldoras adictivas, más enfermedades sexuales, más niños obesos, adictos a la T.V,, infelices e institucionalizados. La pregunta es ¿quién es responsable de los nuevos problemas que se están presentando en los niños y en los adolescentes de hoy? Esta es una pregunta que se están planteando países desarrollados como Inglaterra y E.U.A., a la cual contestan con certeza: La familia es «the building block of our society» (el bloque constructor de nuestra sociedad), Patrick Fagan 2006. Las estadísticas han demostrado que los más altos niveles de resultados positivos en las personas se encuentran en aquellos que han vivido en familias en donde el padre y la madre permanecen unidos mutuamente y con sus hijos, esto es, la ‘familia intacta’. Estas familias (adultos y niños) están menos propensos a vivir en la pobreza, más inclinados a ser felices y a obtener resultados positivos en sus vidas. Aún más, los niños que viven en familias intactas exhiben mejor conducta, mejores resultados académicos y son menos propensos a comportamientos negativos, tales como la depresión.

Una mujer poeta nos escribe un pensamiento a reflexionar sobre todo en el «Día de la Mujer», 2007:

«….después de todo nosotras, la mayoría, somos así, como parecemos,

pero no hemos todavía aprendido a SER.»

D. Hales

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