Un Mensaje a la Conciencia – 16 mar 2007

Un Mensaje a la Conciencia

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16 mar 07

LA VIDA ES MÁS QUE LA MÚSICA
por el Hermano Pablo

El programa incluía obras de Debussy, Chopin, Liszt y Rachmaninov, un programa difícil para cualquier pianista. Por eso Nicole Videu, de veintiséis años de edad, de Orleans, Francia, estaba nerviosa. Eminentes y severos críticos de la música estarían presentes para escucharla.

Nicole se sentó al piano. Sus finos y geniales dedos pulsaron el teclado. Pero a los dos minutos la traicionó una vieja afección nerviosa: el hipo. La joven no pudo continuar el concierto. Bañada en lágrimas, escapó de la sala y se encerró en su camarín. «Mi vida está arruinada», le dijo a su amigo Louis Trioux.

Al día siguiente hallaron su cuerpo inerte, y al lado del cuerpo una nota suicida que decía: «No puedo seguir viviendo. Mi vida está arruinada.»

¡Qué triste el caso de esta joven concertista francesa! Tenía por delante una brillante carrera musical, pero era excesivamente nerviosa. Cuando los nervios la dominaban, su tensión se traducía en hipo. Desde los diez años de edad sufría esa condición. Cuando le llegó el momento de dar el concierto que sería la oportunidad de su vida, la mató el fracaso.

Y aquí surge la pregunta: ¿Qué es más importante? ¿Triunfar en una carrera cualquiera, o la vida misma? ¿Acumular millones para disfrutar de la buena vida, o la vida misma? ¿Cosechar triunfos y llegar a ser grande en la vida, o la vida misma? ¿Comprar tierras, casas, autos, yates, negocios, pensando que ese es el triunfo en la vida, o la vida misma? En pocas palabras, ¿qué vale más: todo lo que uno puede adquirir en la vida, o la vida misma?

La vida misma, el alma humana, es más importante que todo lo material, toda posesión y todo triunfo que se pueda disfrutar. El divino Maestro dijo: «¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?» (Mateo 16:26).

El alma, ese fuero interno del ser humano, es la vida en esencia. Por eso «ganar el mundo entero» —la fama, el poder, los puestos de honor y los bienes materiales—, pero perder el alma, es la mayor desgracia que pueda ocurrirle.

No hay nada en la vida —ni bienes, ni títulos ni triunfos— que sea más importante que el alma. Si algo llega a serlo, o si por conseguirlo descuidamos el alma, lo perdemos todo.

Cristo es el que da vida verdadera. Rindámonos al señorío de Jesucristo y recibamos de Él, desde hoy mismo, la vida eterna. Esa es la única vida que vale.

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