Estudios Biblicos: 7 Chisme y Culpa: Gigantes al Acecho

ESTUDIO BIBLICO – GIGANTES AL ACECHO

Por:Ord.L.Morrow

Gigantes al Acecho Capítulo 7

Chisme y Culpa

Muchos gigantes que acechan en nuestras vidas nos impiden disfrutar de lo mejor de Dios .

Ya hemos hablado acerca de los gigantes del desaliento, de la crítica y del miedo. Otro de los gigantes más comunes con los cuales debemos tratar es el del chisme.

El chisme es parecido a la crítica. Uno y otra muy pocas veces se basan en hechos.

Algunas de las veces conocemos los hechos, pero sabemos contarlos de manera que hagan daño; o al menos nos damos cuenta de que es más que probable que harán daño a aquel de quien estamos hablando .

Es una trampa en la cual es muy fácil caer, y debemos tener mucho cuidado para no caer en práctica tan extendida como es el chisme.

Si permites que este gigante te agarre por el cuello, no tardarás mucho en convertirte en un chismoso crónico. Andarás hablando de todo mundo, sin importar si lo que dices es verdad o no.

Decimos cosas en tal manera que la gente se queda con un interrogante en su cabeza. Decimos:

«Es una buena persona, pero ¿no has oído lo que dicen de ella?» Y usamos aquel misterioso tono de voz, como si un secreto eterno nos hubiera sido revelado.

Por supuesto, exigimos: «¡No se lo digas a nadie!» El gigante del chisme realmente puede lastimar o despedazar a otros.

Alguien dijo: «incluso el chisme y la crítica que intentan ser positivos no se quedan así por mucho rato.»

Si realmente queremos ayudar, tal vez deberíamos ir directamente a la persona involucrada, y recibir información de primera mano en cuanto a los hechos. ¿Es cierto lo que he oído? Si no, debemos suprimir la historia allí mismo.

Si llegara el caso de que es verdad, entonces allí mismo podemos decidir lo qué es necesario hacer. O bien vamos directamente a la persona involucrada, o bien acallamos el asunto por completo y no permitimos que el chisme nos controle la boca.

Vencer a este gigante suprimiría mucha conversación ociosa. También eliminaría mucho sufrimiento y muchos corazones hecho pedazos.

Eliminaría el remordimiento; y no tendríamos que decir: «¡Ojalá nunca hubiera dicho tal cosa!» Pero, ¡cómo nos tiene sujetos este gigante!

Se introduce en nuestras vidas, y acabamos sometiéndonos a su control. Nos aleja de lo mejor de Dios, y nos convertimos en chismosos.

Proverbios 11:13 dice:

«El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo.» Este versículo no está hablando de ocultar pecados, sino de la gente que habla de cosas que no entiende, y dice cosas inexactas para herir a otros. Son chismes.

Proverbios 18:8 dice:

«Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas.» Podemos lastimar y herir a un ser humano, igual con la lengua como con cuchillo. Eso es lo que dice este versículo.

Es fácil descubrir como hiere el chisme. Todo lo que tenemos que hacer es recordar cómo nos dolió la última vez que oímos algún chisme acerca de nosotros mismos.

¿Recuerdas el doloroso aguijonazo que sentiste, y el sentimiento de desesperanza que por poco te vence? ¿Recuerdas haberte preguntado por qué la gente habrá dicho tal cosa?

Esa es exactamente la misma manera en que otros se sienten cuando escuchan el chisme que hemos repetido.

¿Qué debemos hacer cuando nos hallamos presos en las garras de este gigante?

Primero, tratarlo como un pecado. No hay que decir: «Bueno, parece que he adquirido un mal hábito. Sería bueno dejarlo. Voy a procurar dejarlo.»

En lugar de eso, hay que encararlo honestamente, y tratarlo como pecado, como es. ¿Qué es lo que haces con el pecado? La Biblia dice que hay que confesarlo

Una de las razones por las cuales continuamos hiriendo a otros con nuestros chismes es que nunca hemos considerado al chisme como un pecado. Por tanto, hay que decir:

«Señor, yo soy un chismoso; eso es lo que soy. Soy, pura y sencillamente, un chismoso.»

Cuando empezamos a considerarlo un pecado, Dios puede ayudarnos. 1ª Juan 1:9 dice:

«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.»

La segunda cosa que debemos hacer con el pecado del chisme es abandonarlo.

Proverbios 28:13 dice: «El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.»

No solamente debemos llamar pecado al chisme y confesarlo, sino que debemos apartarnos de él y pedir a Dios misericordia, de modo de no continuar pecando en esa manera.

Entonces, cuando rendimos nuestra voluntad a Cristo, El puede cumplir Su voluntad en nosotros.

Filipenses 2:13 dice:

«Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» Cuando le entregamos a Dios nuestra voluntad, El cambia nuestra conducta. Debemos decirle:

«Señor, por la gracia de Dios, no voy a ser ya más esa clase de persona, ni a hacer tal y tal cosa. Ya no voy a ser la clase de persona que hiere a la gente por las cosas que dice. Por tu gracia, Señor, y con tu ayuda, no voy a continuar haciéndolo.» Ríndele tu voluntad a Dios.

Cuando oímos un chisme acerca de nosotros mismos, nos damos cuenta de que puede ser un gigante muy difícil de vencer. Nos lastima, y nos puede dejar amargados.

Debemos enfrentarlo con honestidad delante de Dios , y no permitir que nos derrote o que nos amargue la vida, haciéndonos perder amigos. Debemos aceptar lo que es verdad, y desechar el resto.

Debemos ser capaces de decir: «Bueno, después de todo, lo que dicen es verdad, y lo mejor que puedo hacer es tratar de componerme;» o si no, «Lo que dicen no es cierto, y por la gracia de Dios , seguiré adelante, viviendo delante de Dios .»

Hay que aprender cómo tratar a este gigante, porque puede ser enorme.

Otro gigante muy real que debemos enfrentar, es el gigante de la culpa o culpabilidad. A menudo no nos sentimos perdonados, y no sabemos qué hacer al respecto.

Al sentirnos culpables, decimos: «Me siento culpable, pero, ¿qué puedo hacer al respecto? ¿Cómo puedo librarme de ese sentimiento?»

Tratamos de librarnos del sentimiento de culpa de diversas maneras. Cada pastor trata con este problema, y sabe que si todo sentimiento de culpabilidad desapareciera, su trabajo sería reducido a la mitad. Un siquiatra ha dicho:

«Si no fuera por el sentimiento de culpabilidad, tendría que cerrar mi oficina e irme a casa.»

La culpabilidad es un gigante muy real. Invade el corazón, el hogar, y arruina todo.

Por supuesto, la culpabilidad debe controlar el corazón antes de poder controlar un hogar.

No siempre sabemos qué hacer con la culpabilidad. Es un problema real, y puede causar mucho sufrimiento.

Cometemos dos grandes faltas en cuanto al problema de la culpabilidad.

La primera falta es rehusar aceptar la culpa como lo que es. Alguien tal vez es culpable, o tiene un complejo de culpa, pero dice:

«No. En realidad no hay tal cosa como la culpa. «Tal persona no está aceptando la culpa como algo real en su vida.

Si la persona no acepta la culpa, nunca podrá aceptar a Cristo, por cuanto Cristo es el Salvador; nos salva de nuestros pecados de todos aquellos de que somos culpables.

La persona en cuestión piensa que no necesita a Dios , que no necesita un Salvador. Rehúsa aceptar la culpa corno algo real, y dice: «No hay tal cosa como culpa.

En verdad, no hay una cosa llamada pecado. Sí, la Biblia habla acerca de eso, y algunos viejitos también; pero es porque están pasados de moda. En realidad no hay tal cosa como culpa o pecado.» Simplemente no quieren aceptar la culpa como algo real.

Este individuo nada realista dará toda clase de excusas. Dirá: «Bueno, en verdad cometo algunas cosillas, pero eso no es mi culpa. Nadie puede culparme.» Un poema menciona muy bien esta idea:

Cuando tenía tres años sentía
Ambivalencia hacia mis hermanos;
Y así, naturalmente en consecuencia
Envenené a aquellos que me amaban;
Pero ahora soy feliz, pues he aprendido
Las lecciones que esto me ha enseñado
Que todo lo que hago equivocado
No es culpa mía, sino de otra persona.

Eso describe a quien dice que la culpa no es real; aquel que dice: «No es mi culpa; es culpa del hogar en donde fui criado.

Si las cosas hubieran sido diferentes. . . .» O también, «Es culpa de las circunstancias, de mi pobreza (o riqueza), de mi apariencia, de mi falta de educación.

No es mi culpa. Mi madre no me quería cuando yo era niño.» Y así por el estilo.

Encontraremos muchas excusas cuando no queremos aceptar la realidad de la culpa, y eso es un error mortal. Nos excusamos diciendo:

«Uno de mis tíos tenía mal genio, y yo heredé su mal genio.» Pero lo más probable es que no fue así. Tu tío todavía tiene su mal genio, y tú tienes el tuyo también.

Ese es un error mortal que cometemos en cuanto a la culpa. Cuando rehusamos admitir que somos culpables estamos permitiendo que la culpabilidad nos controle.

Otras veces tratamos de ocultar nuestra culpa diciendo que somos tan buenos como cualquier otra persona; como si acaso el ser tan buenos como alguna otra persona nos haría mejores.

Además, hay otros peores que nosotros, ¿y qué? No obstante, usamos eso como excusa para evitar aceptar la culpa.

Rehusar admitir la culpa no resuelve el problema; simplemente esconde el polvo debajo de la alfombra.

Nuestra culpabilidad nos ha hecho sordos, y la historia es un encadenamiento trágico de nuestras ofensas contra Dios y contra otros. Somos culpables, y lo sabemos.

El error trágico es que simplemente no queremos reconocerlo.

¡Qué diferencia haría si enfrentáramos nuestra culpa y acudiéramos a quien nos salva de ella!

Debemos encarar la culpa de frente, o de lo contrario la enfrentaremos en el día del juicio.

Romanos 3:19 dice que viene el tiempo en que todo mundo será declarado culpable, y toda boca se cerrará ante Dios.

El mensaje del evangelio es que ya se ha hecho algo en cuanto a la culpa.

Podemos experimentar el perdón. Podemos enfrentar nuestro pecado honestamente, y admitir nuestra culpa, traerla ante Dios y confesarla.

Entonces el Señor Jesús puede hacer algo con ella, y perdonarnos. Es El «en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados» (Efesios 1:7).

El segundo error en cuanto a la culpa es cometido por aquellos que ya han confiado en el Señor. Han sido librados de la culpa, pero simplemente rehúsan aceptar la libertad que por derecho les pertenece.

Padecen de un complejo de culpabilidad, y sufren por él, aun cuando son hijos de Dios.

Sienten que su culpa merece castigo, y en eso tienen razón, la culpa ciertamente merece castigo . Pero se sienten como más espirituales si aceptan las cosas que les suceden como si fueran castigo, y luego se quejan o se sienten culpables acerca de eso.

Es más fácil aceptar el castigo por la culpa, que aceptar el perdón en Cristo y vivir libre y gozosamente. Con semejante actitud, pronto se tornan cristianos miserables.

Romanos 5:1 dice: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.»

Eso es un hecho, sea que aquellos cristianos infelices lo reconozcan o no.

Sus sentimientos nada tienen que ver con ese hecho, sino que simplemente no quieren aceptarlo. Rehúsan aceptar la libertad de su culpa.

El problema es que tales cristianos no están seguros de que Cristo sea suficiente. El título del libro de J. B. Phillips describe la actitud de tales personas:

Tu Dios es Demasiado Pequeño. Saben que Cristo murió por sus pecados, y le han aceptado como Salvador; pero no están seguros de que El pueda hacer todo por Sí solo.

Sienten como si le ayudaría un poco a Dios si ellos sufren también su poquito.

Es verdad que los que somos creyentes nos hemos arrepentido, y que aborrecemos lo que fuimos antes. Pero no debemos olvidar que Dios puede salvar completamente a todo el que se acerca a El por medio de Cristo (Hebreos 7:25).

No hay ningún pecado demasiado pequeño ni demasiado grande para el Señor. Darse cuenta de la suficiencia del Salvador hace que este gigante emprenda la huida.

Necesitamos encontrar en la Palabra de Dios. cuál es nuestra posición.

No se puede luchar contra este gigante dependiendo en los sentimientos. Si lo haces, saldrás derrotado vez tras vez .

En lugar de eso, afírmate en la Palabra de Dios .. Entonces podrás enfrentara este gigante junto con el Salvador que puede salvarte, guardarte, darte la paz y perdonarte todos los pecados.

Puedes ser libre de la culpa. La libertad verdadera está en Cristo; y solamente en El.

Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir (Ap.1:4ª)Amén.

Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. (Ap22:20).Amén

Hasta el Próximo capitulo, en el tema Dureza de Corazón y Complejo de Inferioridad en Gigantes al Acecho,

Saludos y bendiciones

2Cor13:14.

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