Devocional Diario – SABER ESPERAR

Jacob tuvo que permanecer 20 años lejos de su casa, viviendo como un proscrito, sirviendo esforzadamente bajo la dura mano de Labán, un pariente astuto, con la conciencia atenazada por los temores de un hermano burlado y vengativo.  Sus tareas pastoriles le resultaron una carga terrible, como el mismo Jacob lo dirá más tarde a Labán: "Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas.  Nunca te traje lo arrebatado por las fieras; yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas.  De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.  Así he estado veinte años en tu casa … y has cambiado mi salario diez veces".  ¡Qué carga!  ¡Qué pesadumbre!  Este el camino que se sigue cuando se utilizan los recursos de la carne.  La burla es burlada hasta que el corazón desmaya.

David, en cambio, desechó toda intervención del hombre y esperó sólo en Dios.  Su camino no estuvo exento de quebrantos; pero esos quebrantos sirvieron para templar el acero y purificar el oro.  Cuánto del hermoso carácter de David se forjó en aquellos días.  Cuánto del carácter de Cristo pudo encarnar David, para expresarlo luego a través de sus Salmos.  Mientras Jacob pagaba el precio de su arrebato, David construía proféticamente el carácter del Mesías.
El hombre carnal es impaciente, y siempre procura ayudarle a Dios.  Su tiempo "siempre está presto" (Jn.7:6).  El hombre espiritual, en cambio, es paciente, y, sea que las circunstancias le sonrían o le rujan, él espera en Dios, porque a su tiempo Dios se acordará de él.
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