Disciplinas Libertadoras – Teniendo fe en la palabra de Vida

DISCIPLINAS LIBERTADORAS

Teniendo fe en la palabra de Vida


¿Para qué fue escrita la Biblia?

¿Para explicar las complejidades del gobierno humano? ¿Para criticar ciertas teorías económicasí ¿Para enseñarnos las maravillas de la astronomía?

Amable lector, aunque en la Biblia encontramos referencia a la inmensidad de los cielos y la tierra y a la magnificencia del firmamento, el propósito de la Biblia no es decirnos lo que sucede en el cielo sino decirnos cómo ir al cielo. El gran mensaje de la Biblia es que, a través de su Palabra, Dios desea cambiar radicalmente la vida de hombres y mujeres, preparándolos para la eternidad con El en gloria.

La Palabra de Dios tiene poder para transformar individuos de pecadores condenados a creyentes redimidos. Lo sé. El consejero de un campamento me llevó a la fe en Jesucristo leyéndome Romanos 10:9-10. Yo sólo tenía 12 años cuando en forma sincera entregué mi vida a Cristo por medio de una oración. A partir de ese momento supe que era un hijo de Dios. Supe que iría al cielo cuando muriera. Cristo había pagado por mis pecados con su muerte en la cruz.

La conversión–la transformación de un individuo de pecador perdido en hijo de Dios–es imposible a no ser por la Palabra de Dios. Misioneros cristianos llevaron el mensaje de salvación a la Argentina, mi patria. Mi padre está en el cielo por el trabajo
de esos misioneros. Mi abuela está en el cielo por el trabajo de ellos. Millones en todo el mundo–incluyéndome a mí–le agradecemos a Dios por los misioneros que nos predicaron la Palabra de Dios.
La Biblia tiene poder para cambiar tanto al importante como al insignificante, al rico como al pobre, al educado como al ignorante. Hasta tuve el privilegio de ver cómo el presidente de un país entregaba su vida a Cristo en forma personal.

–Palau–me había dicho–, soy un militar. He hecho cosas que nunca me atrevería a contarle. Si usted supiera cómo soy realmente, nunca diría que Dios me ama.

–Usted no necesita decirme nada–le repliqué–. No importa lo que haya hecho, Jesucristo vino para salvar y transformar a hombres y mujeres como usted.

Aunque era un hombre en una muy alta posición, inclinó su cabeza y abrió su corazón al Señor Jesús allí en su despacho presidencial.

Aun cuando dos años después este hombre fue destituido de su puesto durante una revolución, continuó caminando con el Señor. Hace un tiempo declaró: "Mi vida cambió desde el día en que entregué mi vida a Cristo."

He visto la Palabra de Dios transformando las vidas de incontables personas: la secretaria general de un partido nacional comunista, una princesa, un ministro de gobierno, hombres sencillos, empresarios, madres de familias, abuelas, mujeres profesionales, estudiantes, parejas divorciadas, jóvenes drogadictos, homosexuales, gente sin educación, niños… y así la lista sigue.

Por otro lado, la Biblia tiene poder para transformar a un cristiano débil en uno triunfante. Eso se conoce como la obra de santificación. La Biblia nos liberta del pecado, nos limpia y ante Dios nos hace santos en nuestro caminar.

El Señor Jesús oró a su Padre en el huerto de Getsemaní: "Santifícalos en tu verdad. Tu palabra es verdad" (Juan 17:17). Su Palabra nos limpia: "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado" (Juan 15:3).

No es suficiente saber que las Escrituras "te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús" (2 Timoteo 3:15). Pablo sigue diciendo: "La Biblia entera nos fue dada por inspiración de Dios y es útil para enseñarnos la verdad, para hacernos comprender las faltas cometidas y ayudarnos a llevar una vida recta (v. 16 BD).

La Palabra de Dios inmediatamente señala las pequeñas zonas de pecado en el altar de nuestra alma. Sin embargo, las Biblias con polvo conducen a vidas sucias.

Si usted ya ha comprobado el poder de la Palabra de Vida cuando entregó su corazón a Jesucristo, ¿ha experimentado también el poder que tiene esa Palabra de Vida para darle triunfo en su vida cristiana y ayudarle a vivir en victoria para gloria de Cristo Jesúsí

Luis Palau

 

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