Devocional Viernes – Jesucristo es el Señor.

Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo; es decir, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre tiene que ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna [Juan 3,13 – 15] .

 

Cuando estábamos muertos por el pecado y Satanás llevaba al mundo entero a la perdición, Jesucristo, nuestro Señor, venció a nuestros enemigos: fue clavado en la cruz pero luego resucitó victorioso, y así nos libró del poder del pecado y del diablo, y nos comunicó su propia vida. Él consiguió su triunfo y el cielo entero celebró con vítores y alabanzas: Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre [Filipenses 2,9 – 11] . ¡Alegrémonos nosotros también y exaltemos con vítores y alabanzas a nuestro Dios!

 

En Cristo, y por la fe en Él, tenemos la victoria. Se nos han perdonado los pecados y ahora podemos experimentar la paz y el gozo de la reconciliación con Dios. De modo que cuando decimos ¡no! a Satanás y a sus tentaciones, nos llenamos de amor divino a nuestros hermanos y hermanas. Esta es la gloria: Que los hijos de Dios han recibido la propia vida y el amor del Altísimo [Juan 3,16 – 17] .

 

Cada día nos trae nuevas presiones y tentaciones que tratan de empañar nuestra experiencia de la victoria de Cristo y hacernos dudar si realmente hemos logrado vencer el pecado en nuestra vida. Respondiendo a estas dudas, Pedro escribió que si bien tenemos una vida nueva en Cristo y una herencia que nos espera en el cielo, es posible que tengamos que pasar por sufrimientos para poner a prueba nuestra fe y así merecer aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo aparezca [1 Pedro 1,3 – 7]. Las pruebas nos dan la oportunidad de demostrar nuestra fe, cuando descubrimos que en realidad podemos vencer al pecado y tener parte en la exaltación de Cristo.

 

¡¡¡Jesús, Señor mío, te amo de todo corazón y junto con toda la tierra y los cielos al unísono exalto tu victoria!!!

 

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Juan Alberto Llaguno Betancourt

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